Viendo el latrocinio o hablando coloquialmente: el robo, de los 80 mil millones de pesos destinados a convertirse en ayudas para los más necesitados en medio de la calamidad causada por la Pandemia; y como dicen los literatos, en habiendo visto los comentarios de aquellos que justifican su robo, dan ganas de donar dinero, pero para que esos seres desprovistos de toda empatía y quienes los eligieron salgan de su bodega a contagiarse.
El COVID-19 aún nos desvía de ver que la epidemia silenciosa más grave que sufrimos, no es un virus, es esa que se llama trastorno disocial, para otros, psicopatía, que a veces puede manifestarse como sociopatía, pero que es ese daltonismo emocional que impide sentir compasión o empatía por el otro, que padece el 1% de la población mundial y puede padecer el 30% de los colombianos. Psicopatía, no psicosis. ¡Ojo! No es lo mismo ser un hijueputa a ser loco, aunque no les guste la palabra "loco" a mis colegas de la salud mental.
Un pueblo sin empatía está condenado... y en tanto condenado, bien representado por esos políticos que se roban los recursos de los más necesitados, incluso en medio de una pandemia.
Los psicópatas creo que estaban bien —como una adaptación, una trisomía de la madre naturaleza— para sobrevivir en medio de la guerra, del hambre, de las condiciones extremas, y podría hasta solazarse dándole buen uso a esa condición, para conducir autos de fórmula 1 de manera temeraria en una carrera a muerte como Ayton Senna, o para pilotear aviones sin miedo y sin posibilidades de choque por su alto narcisismo o de suicidarse. Pero no necesitamos más de los psicópatas, ni para mantener la guerra, ni en la banca, ni en la política, mucho menos manejando no fórmula 1 sino los recursos de los más pobres de un país en medio de una pandemia.
Hay quienes sueñan con que pase pronto este virus para que vuelva a jugar su equipo de fútbol y gane la Selección... Por mi parte, más bien estoy vaso de whisky en mano, esperando a que gane la selección natural y el virus mute de una forma más selectiva, para que se extingan los psicópatas, los sociópatas, los trastornos disociales incurables que nos gobiernan y que los eligen, para que así podamos llegar, tal vez algún día, con una educación autoestructurante orientada a desarrollar empatía, a ser un país del primer mundo que alivie a los demás, y no que los condene a sufrimientos indecibles; que cuide de la vida del planeta, de los animales, de la limpidez del aire, de los ríos y del otro.
Hay que cambiar con esta oportunidad evolutiva.
Said so!