El concepto del Yo S. A. lo acuñaron y lo desarrollaron Peter Drucker y Tom Peters, y pertenece al vocabulario del marketing y las ciencias de la organización y la administración. El coach de marcas personales y corporativas ha convertido esta teoría en su plataforma ideológica para comerciar con consejos, vender recomendaciones, entrenamientos con respecto al mercadeo de las compañías y de las empresas unipersonales, o sea, cada individuo.
Según ellos, cada habitante de la tierra, con sus cualidades, capacidades, buen nombre, prestigio y demás atributos, puede ser el creador de una marca, su marca personal.
Los expertos en marketing están convencidos de que no hay producto malo, sino mala estrategia de mercadeo. ¡Por favor! No vayan a pensar que Nicolás de Maquiavelo les quedaría en pañales a estos caballeros con doctos conocimientos.
El expresidente uruguayo José Pepe Mujica dijo, un tanto molesto, en la Asamblea General de la ONU que hoy en día todo es marketing. Pues sí. Así es.
Cuando uno llega a la última página del famoso y best seller libro Padre pobre. Padre rico, de Robert T. Kiyosaki cree que es mejor ser padre rico que padre pobre.
El mundo ha cambiado, pero no tanto. El actor y figura de la contracultura y cómico de stand-up comedy George Carlin, también famoso por su monólogo de las Siete Palabras que no se pueden decir en televisión, señalaba que los Diez Mandamientos es una estrategia de marketing de Dios.
¿Por qué diez y no nueve u ocho o siete?, ¿porque diez son los dedos de las manos? Tal vez. El diez es un número de más fácil recordación.
Ser famoso a cualquier precio puede resultar muy caro y denigrante para quien lo intente. Hacer lo que esté al alcance y más allá para tener un millón de amigos o un millón de dólares o veinte millones de likes y treinta millones de seguidores en Facebook o Instagram, o, peor aún, usar a los demás como peldaño para llegar arriba refleja la crisis de una sociedad enferma y la falta de personalidad de sus miembros.
La búsqueda del éxito, el vivir para ganar, la necesidad de singularizar, el afán morboso de ser exclusivo, de ser marca y usar solo marcas, la ambición de poder, son la punta del iceberg y las características de una personalidad con profundos complejos de personalidad.
Y esta tragedia del lazo social no solo la ha padecido Medellín, el Caribe colombiano también. Por supuesto, en menor grado.
La historia de Iván el Terrible es sorprendentemente terrible. Por mucho tiempo se creyó que Iván era un idiota y se lo trataba como tal, mal, hasta cuando llegó al poder. Se vengó de su propia sombra, inclusive.
Una cosa es una cosa. Y otra cosa es otra cosa. Una cosa es el erotismo y otra, diametralmente, opuesta es la pornografía.
La escritora francesa Anaïs Nin poseía una imaginación fantasiosa y erotizante. Tenía un lápiz literario legado de la mismísima diosa Eros. A uno se le olvida, al leer sus relatos, que fueron escritos con palabras.
A pesar de que las palabras no fueron inventadas para definir lo voluptuoso ni los sentimientos, la autora francesa lo logra la perfección. Las narraciones son excitantes sin detenerse ni mencionar la genitalidad. Cualquier hombre alucinaría con Anaïs Nin, con sus narraciones, quiero decir.
Es admirable la maestría con que se pulimentaron los escritos. Anaïs Nin jamás se arrepentiría de sus carnales textos. ¿Podrán las actrices de pornografía hacer lo mismo?