Lo que algunos llaman brexit, o la salida del Reino Unido de la Unión Europea, no es un incidente realmente sorpresivo, las relaciones entre el Reino Unido y la Europa continental han sido históricamente muy difíciles. Y no es necesario remontarse hasta la Guerra de los Cien Años, para reconocerlo. Basta con revisar muy poco de la historia del siglo XX para confirmar como, a excepción de las guerras mundiales, en las que participó para evitar que Alemania se tomara el control del continente, los británicos siempre han preferido su “espléndido aislamiento”.
Sin embargo, lo que muy pocos saben es que la idea de una Europa Unida fue, entre otros, concebida por un británico. Después de la Segunda Guerra Mundial, con el continente en ruinas, fue sir Winston Churchill, quien llamó a la superación de los rencores históricos y a la formación de una alianza tal como los Estados Unidos de Europa. Este llamado lo hizo en su famoso discurso del 19 de septiembre de 1946 en Zürich, cuando un escenario de esa naturaleza parecía inconcebible. Sin embargo, Churchill no preveía que su propio país formara parte de esta nueva entidad. Incluso para él, los británicos debían marginarse de este proyecto y concentrarse en el Commonwealth. Fue cuando estas colonias se independizaron, que Londres formaliza su primera solicitud de membresía a las entonces Comunidades Europeas, integradas apenas por los seis países fundadores. Este primer intento por ingresar fue rabiosamente rechazado por el presidente francés Charles de Gaulle, quien ya entonces se refirió al Reino Unido como “el Caballo de Troya de los Estados Unidos de Europa”.
Solo después del cambio de gobierno en Francia, en 1969, se presentó una segunda oportunidad para formalizar el ingreso, y es así como los británicos se unen a las Comunidades Europeas en 1973. Sin embargo, los equipos británicos trabajaron siempre con un muy marcado sentido de la independencia y una celosa protección de su soberanía. Son muy recordadas las batallas de la Dama de Hierro, Margaret Thatcher (1979-1990) con Bruselas, que resultaron en numerosas excepciones para el Reino Unido, que se negó a participar en políticas comunitarias de gran importancia, como la política social o la moneda común.
De cierta forma, la población del Reino Unido ha votado con el brexit por un regreso al pasado, lleno de nostalgia por su antigua gloria, cuando eran los árbitros de los destinos del mundo. Sin embargo, el ambiente internacional es muy distinto incluso desde 1973. Los países europeos, individualmente, no cuentan en este mundo globalizado. Es a través de la Unión Europea que suman el poder político y los recursos económicos para influenciar los asuntos más apremiantes de la humanidad: el cambio climático, las migraciones, el terrorismo y las crisis económicas.
La primera ministra Theresa May ha indicado
que prefiere una ruptura lo más completa posible
Y ahora se viene, el divorcio, y dada la situación, el desafío tanto para el gobierno de Londres como para los líderes europeos, será negociar un divorcio en los términos más amigables. Desafortunadamente, las primeras señales no son nada alentadoras. El gobierno conservador de la primera ministra Theresa May ha indicado que prefiere una ruptura lo más completa posible, sin ninguna participación en las políticas comunitarias, y ponerle fin al libre movimiento de personas. Al mismo tiempo quiere empezar desde ya la negociación sobre un futuro acuerdo comercial para mantener el acceso al mercado europeo (destino del 44 % de las exportaciones británicas en 2016).
No es sorpresivo que estas reivindicaciones no hayan sido recibidas de forma cordial en Bruselas. A pesar de que los conflictos de interés (algunos miembros como Holanda o Dinamarca mantienen estrechos lazos comerciales con Gran Bretaña) los 27 países restantes se han puesto de acuerdo en que no habrán concesiones fáciles para Londres. Según se estipula en el mandato de negociación aprobado por el Consejo Europeo, habrá que llegar primero a un acuerdo sobre los detalles de la separación, antes de considerar siquiera una nueva relación comercial. Como puede imaginarse, con tantos años de pertenencia a la Unión Europea, va a ser muy difícil establecer las reglas del divorcio. Una importante parte de las normas británicas son de origen comunitario, aproximadamente un 30 % de toda la legislación económica y hasta el 10 % de la legislación total. El Reino Unido participa en todas las instituciones comunitarias, ha enviado a miles de funcionarios a Bruselas y es un importante contribuyente al presupuesto comunitario.
Como en cualquier divorcio,
los ejes de la contienda serán el dinero y los dependientes
Como en cualquier divorcio, los ejes de la contienda serán el dinero y los dependientes. Así que los temas que se prevén como especialmente espinosos en las negociaciones serán el tratamiento de los europeos residentes en el Reino Unido (y de los británicos en el continente), y el arreglo financiero. Fuentes en Bruselas estiman que Gran Bretaña le debe entre 60 000 y 70 000 millones de dólares a la Unión Europea, entre contribuciones al presupuesto comunitario y otras obligaciones. Londres ya ha expresado que no va a pagar nada, y por el contrario, ha exigido que sea la Unión Europea la que pague al Reino Unido por la "factura" del brexit. En declaraciones recientes, Theresa May aseguró que las acciones del Reino Unido en el Banco Europeo de Inversiones, su contribución al Fondo Europeo de Inversiones y su participación en otros proyectos tienen un valor de "miles de millones de libras". Según los cálculos británicos, la Unión les saldría debiendo.
La elección de Emmanuel Macron en Francia en este momento tan crucial de las negociaciones, ha resultado decisiva para la posición europea. Ya continuaré escribiendo sobre este tema en la medida en que continúen avanzando las negociaciones. Yo sé por qué les digo que este divorcio está como para alquilar balcón.