El espejismo israelí y la visita de Netanyahu

El espejismo israelí y la visita de Netanyahu

"Los halagos a un tratado de libre comercio con Israel y a la visita de su primer ministro Netanyahu deben revisarse con absoluta precaución"

Por: Luis Alexander Montero Moncada
septiembre 14, 2017
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El espejismo israelí y la visita de Netanyahu

Algunas voces han hecho eco en prensa a la visita de esta semana del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu —o en su real y menos hebraico nombre de Benjamín Mileikowsky— a Colombia. La mayoría destacan la histórica cercanía de Israel con Latinoamérica, al igual que el “paraíso económico” que implicaría para la región crear tratados de libre comercio con Israel.

No obstante, resulta sospechoso que la relación con un determinado país se promueva como la varita mágica para resolver los problemas económicos de una región, caracterizada por estructurales deficiencias económicas.

Por esto los halagos a un tratado de libre comercio con Israel y a la visita de su primer ministro Netanyahu deben revisarse con absoluta precaución. Andar afirmando alegremente que el comercio entre Colombia e Israel trae una balanza comercial positiva con Colombia es desconocer (o manipular) que buena parte de las exportaciones de Tel Aviv a Colombia están representadas en equipos de alta tecnología militar, bienes y servicios, aviones, partes de aviones y radares, así como jugosos contratos en asesoría e intervención.

La tan cacareada oportunidad para el sector ganadero también es relativa, incluso antes del brote de fiebre aftosa que vivió el país. A los defensores del tratado se les olvida que Israel tiene acuerdos comerciales ya activos con bloques como Mercosur, donde la carne es altamente competitiva en precio y calidad, y que de paso, ya ha atrapado buena parte del mercado Israelí.

Partiendo de lo elemental, es posible afirmar con contundencia que nunca, a punta de vender confites –la mayor expectativa real del TLC- Colombia va a superar los millones de dólares que Israel absorbe de la economía nacional.

Por lo tanto, los que hablan de una relación histórica entre Israel y Colombia, evaden las verdaderas y nefastas cifras del TLC, así como también olvidan mencionar el lugar privilegiado que Israel tiene en la historia de los grupos de autodefensas con Yair Klein, o la participación de israelíes en la prostitución y narcotráfico en regiones como la costa Caribe colombiana o la misma Bogotá.

Se olvida —o se evade— también el factor central de la relación de Israel con el mundo, el conflicto palestino - israelí. El Primer Ministro Israelí representa las 89 Resoluciones de Consejo de Seguridad de la ONU dirigidas al conflicto que Israel viola descaradamente, así como representa a un régimen que enfrenta actualmente demandas por crímenes de guerra ante la Corte Penal Internacional, y de sobremesa, cuenta con un programa nuclear ilegal y clandestino. Sin duda alguna, presentar a Netanyahu como un adalid de la paz y la civilidad sería casi como hacer lo mismo con el actual líder norcoreano.

Una posición sensata y en aras de una verdadera y coherente neutralidad en lo relacionado con el conflicto palestino – israelí, sería evitar cualquier acción que permita normalizar la ocupación israelí de Palestina, o cuando menos, cerrar posibilidades de señalamientos de complicidad con un régimen que prende alarmas en todo el mundo occidental.

Una posición aún más sensata, partiría de reconocer que el texto del TLC entre Colombia e Israel es ilegal, contrario al Consejo de Seguridad de la ONU, cuestionado desde la óptica de la Corte Penal Internacional y ajeno a la tradición de civilidad en las Relaciones Internacionales.

Justamente el mismo día de la visita de Netanyahu a Colombia, su ministro y antiguo canciller, Avigdor Liberman, celebró que Tel Aviv construyó 1.400 colonias nuevas, así como la comercialización de 10.000 más en toda Cisjordania durante el último año. Esta acción, además de ser un claro ejemplo de la política israelí de hechos consumados y acciones unilaterales, entierra cada vez más la continuidad territorial del Estado Palestino y la solución al conflicto. Por esto, resulta de muy mal sabor que un tercer Estado celebre un abierto crimen de guerra, recibiendo en plena normalidad a Benjamín Netanyahu.

Las preguntas quedan sobre la mesa: ¿por qué si en términos económicos el TLC entre Colombia e Israel no representa un real beneficio económico al país, Israel tiene tanta insistencia en que éste se apruebe tal y como está escrito, a punto de enviar a su propio primer ministro a empujar la aprobación?, ¿qué esconde este tratado?

La respuesta es simple. Lo que el tratado propone en términos territoriales es tan ilegalmente favorable a Israel, que ni siquiera Estados Unidos, en su política prosionista, se ha animado a reconocer. ¿Será que algún país latinoamericano está dispuesto a correr con el costo político que ni siquiera Washington ha querido lidiar?

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