Ninguna otra especie sobre la tierra es tan destructiva como la especie humana, podría decirse que es la única que de manera consciente destruye su propio hábitat sin importar su autoaniquilación.
A nivel evolutivo los humanos se encuentran en una escala superior en cuanto a su capacidad intelectual, pero también lleva la ventaja en la proclividad del germen de destructivo. Es una especie parásita que todavía no ha aprendido a convivir con sus semejantes, mucho menos con su entorno. Es una especie agresiva que no le importa acabar con la vida del otro para conseguir sus objetivos.
Es una especie primitiva y salvaje que se autodenominó pensante (homo sapiens); sin embargo, es inteligentemente estúpido, ya que ha acelerado su propia destrucción. Hoy por hoy no sólo está amenazando su existencia, sino también la de la mayoría de las otras especies que les tocó como infortunio coexistir con las langostas del universo en este pequeño planeta.
No es exagerada la comparación que se hace del humano con una especie parásita, ambas se comportan de manera similar afectando al huésped que los soporta. La capacidad autodestructiva del hombre es tal que ha cambiado para siempre el ciclo de los acontecimientos naturales del planeta. Nos acercamos a una nueva era glaciar o un invierno nuclear provocados por el ser humano.
Si no es a través de la ebullición global causada por el cambio climático, será por conflictos bélicos que desaten una guerra nuclear. De esta última posibilidad no se está tan lejos; solo basta con echar un vistazo a las múltiples guerras que se están desarrollando en todo el globo; la más preocupante es la guerra Rusa contra Ucrania, que se desarrolla con la complicidad de la OTAN y movida por fines geopolíticos y económicos, sin importar que ello represente el exterminio de la vida de casi todas las especies de la tierra. Lo último ha sido la escalada tras el ataque ucraniano con misiles de la OTAN en territorio ruso y la consecuente respuesta de rusia con el uso de misiles hipersónico de alcance medio. Las fichas se están moviendo en el ajedrez de la especie parásita, sólo es cuestión de tiempo.
Un día el huésped se cansará y se tomará un purgante cósmico que nos arrojará por el agujero negro del centro de la vía láctea.