La Ruta de la Identificación, el desafío de entregarle su cédula a 1 millón de colombianos anónimos

La Ruta de la Identificación,
el desafío de entregarle su cédula a
1 millón de colombianos anónimos

A lomo de mula, en lanchas y a pie, la Registraduría recorre montañas, pueblos y selvas buscando uno a uno a los colombianos que nunca han tenido documentos.

En el corazón de los territorios olvidados, donde los mapas son apenas cálculos mal hechos y las vías un lujo que no existe, varias mulas cargadas de maletas especiales se abren paso entre trochas. A su lado, funcionarios de la Registraduría Nacional montados a caballo avanzan con pasos firmes y rostros curtidos por el sol, las ventiscas, a veces la lluvia y la urgencia de llevar identificación a los que, hasta ahora, han vivido sin ella. Es una de las tantas jornadas de la Ruta de la Identificación, un ambicioso plan de la Registraduría Nacional del Estado Civil que busca reconocer y entregarles identificación a los colombianos más apartados, aunque el camino implique horas de cabalgatas incómodas, largos trayectos en lancha y agotadoras caminatas montaña arriba.


Por orden del registrador nacional, Hernán Penagos, los equipos departamentales de la Registraduría se han convertido en equipos móviles. El objetivo es llegar a las comunidades vulnerables, en todos los rincones del país. Estos llevan sin detenerse ya casi un año y al hombro llevan consigo la Estación Integrada de Servicios (EIS), una herramienta que mejora la eficiencia en el proceso de documentación. «La idea es garantizar que todos los ciudadanos estén identificados», comenta Julio Alexánder Torres, funcionario de la Registraduría, mientras sube las maletas a la mula para la próxima jornada. En su voz hay orgullo, pero también cansancio: el reto es monumental.


La Ruta de la Identificación es un espejo de la Colombia que avanza hacia la inclusión. Cada lancha que cruza un río, cada mula que escala una montaña, cada funcionario que camina bajo el peso del equipo es una muestra de que la identificación no es un privilegio, sino un derecho. En estas jornadas, el Estado se acerca a los rincones más olvidados y con cada documento entregado se recuerda que todos cuentan, incluso aquellos que durante tanto tiempo parecieron invisibles.


El impacto de estas jornadas trasciende la entrega de documentos. En comunidades vulnerables, tener una cédula o una tarjeta de identidad es acceder a derechos básicos como la salud, la educación y los programas sociales y no tenerla es el recordatorio de que las barreras que aún existen.

¿Qué es la Ruta de la identificación?

El problema de vivir indocumentado

En las profundidades de los territorios más apartados de Colombia, donde la selva, los ríos caudalosos y las montañas imponen desafíos titánicos, miles de personas viven sin un documento de identidad. Esta situación no solo limita su acceso a derechos fundamentales como la educación, la salud o la vivienda, sino que también las condena al anonimato institucional. La Registraduría Nacional, encabezada por el registrador Hernán Penagos, le apuesta a cerrar esta brecha histórica con la ‘Ruta de la Identificación’.


En Colombia los no documentados puede llegar a un millón de personas, según datos oficiales. Este fenómeno no solo es un número, sino una realidad devastadora para comunidades enteras, especialmente las indígenas que viven en territorios apartados de las ciudades, a donde no solo es difícil llegar sino salir. Los kogui, arhuacos y otras etnias de la Sierra Nevada de Santa Marta y el Amazonas sufren las consecuencias de vivir sin papeles, pues casi el 90 % de aquellas comunidades no tienen documentos. Es como si no existieran. Su condición de invisibilidad las condena a la precariedad y las margina de un sistema que depende de la identificación como puerta de entrada a la ciudadanía plena.


Consciente de esta problemática, la Registraduría Nacional no espera que las personas vayan a sus oficinas, sino que está yendo a ellas, porque tener un documento de identidad es más que un trámite administrativo, es una oportunidad para existir oficialmente. El desafío es inmenso. Según el registrador, los esfuerzos se intensificarán en 2025. En un país tan diverso como Colombia, cada documento entregado es una historia, un rostro que deja de ser invisible y un paso más hacia una nación donde todos cuenten y todos tengan su lugar en la sociedad.

Más de 100 mil colombianos se beneficiaron de la Ruta de la Identificación 2024

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Cinco horas a lomo de mula cruzando dos departamentos

Las jornadas siempre comienzan muy temprano. La lejanía logra que el tiempo siempre vaya en contra de lo planeado. Una de estas jornadas arrancó en Quibdó. El destino es el corregimiento de Aguasal, donde tienen como objetivo identificar 35 comunidades indígenas del resguardo Tahamid del Alto Andágeda.


Las maletas con los equipos especiales para expedir cédulas, tarjetas de identidad y registros civiles las amarran al lomo de tres mulas. En ese momento empiezan las cinco horas a caballo. Los seis funcionarios de la Registraduría en caballos y sus maletas en mula pasan del occidente de Risaralda al oriente del Chocó. En el camino, las montañas rocosas parecen tragarse el mundo. La carretera se convierte en una curvilínea difusa y los ríos en gigantes adormilados que, de vez en cuando, despiertan con corrientes traicioneras.

 
En Aguasal, los reciben con sonrisas tímidas y una mezcla de curiosidad y gratitud. Los niños interrumpen sus clases y se agrupan, algunos descalzos, otros con los uniformes descoloridos por el uso. Los funcionarios organizan sus equipos con precisión casi militar. Llevan consigo desde planta eléctrica hasta paneles solares porque a donde van no saben si haya energía.

 
La Registraduría llega al municipio de Aguasal por una petición del alcalde de Bagadó, el municipio, Walter Cerna Palomeque, para identificar a sus comunidades indígenas. Allí, cerca de 9.000 indígenas del pueblo catío enfrentan una paradoja: su existencia es innegable, pero para el Estado, carecen de identificación si no tienen un documento que lo confirme. «Esta brigada es crucial porque muchos programas sociales exigen documentos al día. Sin ellos, nuestras comunidades quedan excluidas», explica el alcalde.


La jornada comienza temprano. A las seis de la mañana, la fila ya se extiende como un testimonio silencioso de cuánto se necesita esta iniciativa. Niños descalzos, ancianos apoyados en bastones improvisados, madres con bebés a cuestas, cada uno espera su turno para ser registrado, para ser contado, para ser reconocido.


Uriel Baniama Arce, un hombre de la comunidad de Mazua, resume el esfuerzo que implica esta jornada. «Demoré tres horas en llegar al pueblo. Vine para sacar los registros civiles de mis niños y mi cédula. Nos atendieron bien. Estoy agradecido», dice mientras su rostro refleja tanto el cansancio como el alivio. A su alrededor, otros habitantes repiten historias similares. Caminatas interminables, trayectos en lancha y esperas largas se ven recompensadas con una tarjeta de plástico que les devuelve la sensación de pertenencia.


Cuando la jornada termina y los funcionarios apagan las máquinas que han llevado, el silencio vuelve a ocupar su lugar. Pero algo ha cambiado. Las personas regresan a sus casas con algo más que un papel plastificado. Llevan consigo la posibilidad de reclamar derechos, de exigir servicios, de ser parte de un país que tantas veces les ha dado la espalda. Cada documento entregado es una historia que cambia, una vida que cuenta en la sociedad, un ciudadano que deja de ser invisible.

Resultados que cuentan historias

En un país donde el acceso a un simple documento puede determinar si existes o no para el sistema, la Ruta de la Identificación es dejar de ser un fantasma ante las entidades. No tener cédula es más que un problema burocrático. Sin ella, no hay salud, no hay educación, no hay tierra, no hay historia oficial.


En números, la Ruta ha logrado lo impensable. Más de 100.000 personas han sido beneficiadas desde su implementación, hace 10 meses. La mayoría de los nuevos identificados son personas que han sufrido los estragos de la guerra e indígenas que viven en resguardos muy alejados de los pueblos y más de las ciudades donde hay oficinas de la Registraduría.


La Ruta de la Identificación ha llegado a los rincones más apartados: los Montes de María, La Guajira, Chocó, la Sierra Nevada de Santa Marta y a tantos otros lugares donde las carreteras son trochas a medio construir y ríos indomables. A la fecha se han realizado 842 jornadas en 302 municipios de los 32 departamentos.


En total, de estos 100.148 documentos entregados por la Registraduría, 4.233 han sido registros civiles para recién nacidos y niños pequeños, también se han entregado 7.354 tarjetas de identidad para niños mayores de 8 años, pero el documento más solicitado ha sido la cédula de ciudadanía; con la Ruta de Identificación se han entregado más de 80 mil cédulas a los mayores de edad.


Esta estrategia termina no solo siendo una política pública que ha tenido efectos positivos, sino también se ha convertido en una herramienta de inclusión social transformadora de vidas al garantizar el acceso a la identificación.


Aunque los desafíos logísticos y sociales son considerables, los resultados obtenidos van de la mano de la idea de que sí es posible construir un país más equitativo, donde todos y cada uno de los colombianos puedan ser reconocidos y puedan así ejercer plenamente sus derechos como ciudadano.

Ruta de la Identificación 2024 en datos:

Tipo de población

Personas atendidas

Campesinos

3.221

Comunidad LGBTIQ+

400

Personas con discapacidad

339

Habitantes de calle

3.913

Indígenas

24.784

Población mestiza

11

NARP (negros, afro, raizales, palenqueros)

4.228

Migrantes y retornados

1.078

Personas en pobreza extrema

4.472

Víctimas del conflicto armado

35.825

Privados de la libertad

6.789

Recicladores

404

Reinsertados

14

Personas de la tercera edad

993

Población vulnerable

13.677

Total

100.148

Así es la #RutaDeLaIdentificación

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Fotos y videos: Registruaduría Nacional del Estado Civil