España es un país, por lo demás, muy diferente al nuestro. Insertado en la punta suroccidental de Europa, es un estado que posee una basta historia de guerra y conflictos —nacionales e internacionales— que han permitido ponerlo en el imaginario de muchos migrantes como la tierra prometida.
Pero no todo es poesía en España. La sombra de Franco aún produce quebrantos en la cultura española. El auge de Vox, un partido de ultraderecha, ha puesto en escena el desarrollo que ha querido imponer Europa a los españoles. La inmigración ilegal, el desempleo para nacionales, el separatismo catalán y el auge del pluriculturalismo religioso han devastado los cimientos impuestos en la comunidad europea con la entrada del partido político dirigido por Santiago Abascal.
¿Pero quién vota a Vox? Lo hacen en su mayoría españoles que han visto cómo su país se llena de gente de todas partes del mundo. Por lo general son antiguos votantes del PP, el gran derrotado después de las elecciones presidenciales y autonómicas. ¿Pero por qué lo hacen? Un bastión de la campaña es la inmigración ilegal. España es el destino preferido por Latinoamérica para sus migrantes que buscan la entrada al viejo continente. Como si se tratase de un karma, España recibe diariamente miles de migrantes que entran en suelo europeo a través de los aeropuertos españoles. Todo se devuelve dirían algunos.
A su vez, el sur de España se ha visto en una ocupación masiva por parte del norte de África. Junto a Francia, Italia y Grecia, curiosamente donde partidos de ultraderecha han irrumpido en la escena política, luchan en una cruzada por frenar la inmigración ilegal de barcazas y muertes que deja el mar Mediterráneo. ¿Cómo culpar al pensamiento de un español desempleado que ve cómo su país se llena de inmigrantes que deben sostenerse con los impuestos?
Por ahora el PSOE y Pedro Sánchez han frenado la irrupción de Vox, el problema es quién sabe cuánto. Muchos de sus votantes son jóvenes que ven en Abascal el líder que España que tanto necesita. Los valores cambian cuando la realidad obliga a ello. En España, están cambiando.