Las acciones criminales surgirán a la vista de los hombres, aunque permanezcan sepultados en el fondo de la tierra.
— Hamlet, acto primero, cuadro segundo, escena IV.
La prueba natural de la violación flagrante de los derechos humanos, lamentablemente, parece no ser suficiente argumento para exigir al gobierno el desmonte del Esmad. Por ello es menester poner sobre la mesa otros elementos que podrían también ser analizados en aras de tratar de comprender el porqué de la necesidad de hacer del Esmad parte del pasado oscuro del país y comenzar a escribir una nueva historia.
Aquí se van a tratar solo tres elementos; en primera medida, comprender cuánto dinero le es asignado al escuadrón antidisturbios por parte del Estado, que según información de El Tiempo [1], el presupuesto que se asigna por año es de cuatrocientos noventa mil millones de pesos ($490.000.000.000) para que como institución funcione con tres mil setecientos setenta (3.770) unidades, es decir que por cada agente hay una inversión de aproximadamente ciento treinta millones de pesos (≈ 130.000.000), no obstante, es necesario saber cuánto de este monto le es retribuido al Estado por parte del escuadrón, y si de esta retribución hace parte el trabajo que como funcionarios el Estado ejercen, lo que terminaría derivando en una contradicción, puesto que se invierte dinero para reprimir por la violencia la protesta social. La pregunta queda abierta, ¿cuánto le retribuye el Esmad al Estado?, o la frase de la senadora Cabal puede ser aplicada fácilmente en este caso: “Es un barril sin fondo”.
En segunda medida, es menester tratar la relación Estado-ciudadano y el papel del Esmad en la misma. Dicen los teóricos que el Estado no es otra cosa que la síntesis de la sociedad civil [2], y por tanto está constituido por sujetos que objetivan éticamente sus acciones en recíproca relación con los demás. El Estado de derecho reconoce entonces que los sujetos de que se constituye son individuos que apelando a su condición ontológica fundamental —la libertad— no solo deben cumplir con sus deberes, sino que es también su deber exigir sus derechos.[3]
Pero la figura del Escuadrón Móvil Antidisturbios entra como figura de choque, ya que resulta en una reorientación de la autoridad policial en materia de represión, que en lugar de garantizar la seguridad de todos los ciudadanos, la cual ha sido su función histórica y fundamental siendo garante de los derechos fundamentales en un Estado moderno —resguardando la seguridad personal y la propiedad privada— termina en cambio, legitimando los proyectos de terceros a través de la especialización de la fuerza policial contra la protesta en detrimento de la demanda social, creando una escisión entre ciudadanos y Estado, pasando de la síntesis a la ruptura opositora y negando la garantía de exigir derechos en los sujetos, pues estos ahora son una amenaza para el Estado.
En tercer lugar, y partiendo de la premisa anterior, obligatorio es analizar en qué tipo de Estado tiene lugar un cuerpo armado cuya función es la disociación de la relación Estado-ciudadano, y la respuesta comienza a emerger, pues la función del aparato represivo no es solo la ya mencionada, sino que además tiene que legitimar unos valores, unas ideas y unos principios ideológicos. Colombia, es uno de los países más desiguales del mundo, y la desigualdad no es solo económica, como pretenden hacerlo ver los reduccionistas llevando entonces la pobreza al escenario de la voluntad (nadie es pobre porque quiere). La desigualdad es también un proceso y un producto histórico que se expresa, claro que sí, en desigualdad económica, pero también política (la democracia disfuncional colombiana), la desigualdad de género, la desigualdad racial, entre otros. En esta medida, la fuerza pública es garante objetivo de las ideologías que componen el Estado, el cual, si está sobre la base de la desigualdad, el desprecio por el otro, el racismo, el clasismo y la misoginia, es eso lo que se va a legitimar, proceso que por consiguiente se va a acentuar con grupos que, como el Esmad, son especializados en la tarea.
Convirtiéndose el Esmad en un instrumento del gobierno, que requiere el destino periódico de una gran inversión estatal, por otra parte, que tiene como pilares fundamentales la apatía frente a los problemas sociales y su calidad de instrumento de terceros y finalmente es efectivo para mantener el statu quo.
Bibliografía
Hegel, G. W. (2004). Principios de la filosofía del derecho. Buenos Aires: Editorial Sudamericana S. A.
Shakespeare, G. (1965). Hamlet Príncipe de Dinamarca. Barcelona: Editorial Ramón Sopena, S. A.
Unidad Investigativa. (26 de noviembre de 2019). Así funciona el Esmad por dentro. El Tiempo.
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[1] La nota en El Tiempo es Así funciona el Esmad por dentro, publicada el 26 de noviembre.
[2] “El tercer momento es el Estado, el sistema nervioso por sí, en sí mismo organizado, que es sin embargo viviente sólo si los dos momentos anteriores, en este caso la familia y la sociedad civil, se han desarrollado en su interior.” (Hegel, 2004, pág. 237)
[3] El individuo que se subordina a sus deberes encuentra en su cumplimiento como ciudadano la protección de su persona y propiedad, la consideración de su bienestar particular y la satisfacción de su esencia sustancial, la conciencia y el orgullo de ser miembro de esa totalidad (Hegel, 2004, pág. 235).