El joven espigado y de piel bronceada caminó erguido entre un grupo de empresarios que apenas le conocían “de oídas”, como una promesa del ciclismo colombiano. Era Egan Bernal, hijo de un guardia de seguridad del parque El Neusa, el muchacho que pintaba para seguir los pasos de Nairo Quintana. Esa fría noche de noviembre de 2017 Bernal, junto a Efraín el Zipa Forero asistía al lanzamiento de una campaña de promoción del uso de la bicicleta en Bogotá
El joven pedalista zipaquireño nació en Bogotá, pero se estableció en la población cundinamarquesa desde temprana edad, venía de ganar el Tour de Provenir por lo que los ojos de la prensa especializada centraron su atención en él, como posible sucesor de nombres como Nairo Quintana y Rigoberto Urán. Un año antes, en junio de 2016, el google del ciclismo, Rubén Darío Arcila, había sentenciado durante la trasmisión de la etapa 16 del giro de Italia de ese año, que Egan la “Bestia” Bernal era el pedalista llamado a ganar las grandes vueltas del mundo. En ese momento, el anuncio del gran narrador deportivo, a algunos les pareció una consolación tras la pérdida de la camiseta rosa por parte del bogotano Esteban Chavez ante el local Vincenzo Nibali en la épica jornada de Sant'Anna di Vinado.
A un lado de Egan, su paisano, Efraín el Zipa Forero, caminaba apoyado del brazo de un familiar. A orillas de los 86 años, el legendario pedalista, primer ganador de la vuelta a Colombia, se juntó al muchacho que bien podría ser su nieto. La imagen de las dos celebridades, oriundos de la capital de la sal, capturada por los fotógrafos de páginas sociales, resumía el pasado y el futuro del deporte bandera de Colombia.
Firmaron autógrafos, tomaron asiento. Egan trataba con deferencia al longevo hombre de ojos cristalinos, que en la década de los cincuenta era la sensación del ciclismo de ruta a nivel continental. En medio de los flashes, el joven se quedó absorto observando las manos pecosas del afable y veterano Zipa quien, brevemente, le indicó a su alumno que: “(…) Lo importante es nunca bajar los brazos y con esas bicicletas de ahora se puede volar”.
No hablaron mucho, por el complicado cuadro gripal que presentaba “Forero”. Egan apenas tuvo tiempo de posar para la prensa pues debía llegar temprano a casa. Al día siguiente, el joven —que para entonces contaba con veinte años de edad— madrugaría para hacer recorridos de entrenamiento desde su casa en el sector Algarra de Zipaquirá hasta las montañas del parque El Neusa. El Zipa se despidió caminado con dificultad y, en voz baja, apenas perceptible soltó la profecía: “Ese flaquito es que se puede ganar el tour”
