La lectura es un acto de conversación; un encuentro de ideas de dos personas que no se ven; un tiempo y un espacio donde surgen preguntas, disensos y debates, pero también donde figuran respuestas y visiones más o menos compartidas sobre cómo funcionan las cosas en este nuestro mundo.
La Encuesta de Consumo Cultural del DANE, publicada en diciembre del 2020, decía que el promedio de libros leídos por la población lectora durante el año anterior “fue de 3,8 para el rango de 5 años y más. En personas de 5 a11 años fue 3,1 y de personas de 12 años o más que afirmaron saber leer y escribir y leyeron libros fue de 3,9 libros”[1]. Ya tenemos entonces una idea aproximada de cuánto leemos, que sabemos no es mucho.
Comprendemos también el porqué de nuestras lecturas: por gusto (78.9%), exigencia del estudio (33.1%), desarrollo personal (33%), cultura general (29.8%), por trabajo (13.5%) y para compartir con los niños (8.7%). Sépanme disculpar los números y porcentajes, pero son interesantes para ayudarnos a dimensionar. Sin embargo, surgen dos dudas ¿para qué leemos? y ¿Qué nos planteamos al leer?
Epicteto, filósofo de la escuela del estoicismo y quien durante una parte de su vida vivió como esclavo, trae aquí un gran consejo: ‘tus opiniones son tuyas, cuídalas’. Esto parece no tener relación con el acto de leer, pero sí la tiene. Uno de los objetivos explícitos alrededor de la lectura es la formación de una opinión, que puede venir de la aprobación o cuestionamiento de lo que leemos. No todo lo que está escrito es verdad…y menos en internet, que es el estadio de desinformación por excelencia. La lectura es un acto de liberación, no de opresión.
El mundo no lo construyen los comentarios impactantes que encontramos a diario en las redes sociales, que casi siempre hablan de lo mismo; tampoco la infodemia a la que estamos expuestos en todo momento. El mundo lo construyen nuestras acciones diarias, que se apoyan casi siempre en nuestras opiniones y que están influidas, en buena medida, por lo que leemos. Para eso nos sirve o nos debería servir la lectura, para pensar por nosotros mismos, para emplear el pensamiento crítico a noticias como que Bill Gates quiere implantarnos un chip con la vacuna de Covid-19 para controlar el mundo, o que la tierra realmente es plana. Las emociones tan fuertes que están suscitando las redes sociales anulan cada vez más nuestra capacidad de razonamiento, un problema grave no solo para las democracias, sino para la vida misma. Si únicamente las emociones guían nuestro entendimiento del mundo, estaremos enfrentados a un problema de supervivencia.
Por ende, las instituciones de nuestra sociedad (Gobierno, medios de comunicación, academia, líderes, empresas, políticos y comunidades) están llamadas a promover un interés genuino y transparente por la búsqueda de la verdad, aunque sea compleja, y no por la mentira fácil y sobre-simplificada, perjudicial para el futuro. Para lograrlo, la lectura consciente y crítica se presenta como una gran alternativa, una forma de evitar una propagación mayor del Pan y Circo 2.0. Por eso y por muchas otras razones, debemos leer más y prestar atención a lo que escuchamos con los ojos.
[1] Link a Encuesta de Consumo Cultural, DANE, Diciembre 9 de 2020: https://www.dane.gov.co/files/investigaciones/eccultulral/comunicado-ecc-2020.pdf