En Colombia no es posible ser escritor o creador y no ser de izquierda. No ser políticamente correcto. No estar con los zurdos.
Y si se atreve a hacerlo, téngase. Por redes sociales demolerán su buen nombre y el de su familia con insultos inimaginables, acabarán diciendo que es usted “una pseudopoetisa” o “expoetisa” o cualquier canallada que se les ocurra; la enviarán a la cocina, a la sala de baile o de compras “donde están las que son como usted” y mil epítetos más, nacidos de la carencia de argumentos sustantivos sobre sus comentarios o sus obras, y de la mala leche.
No valdrá que usted explique mil veces que no es “para”, ni “mamerta”, ni nada, que solamente hizo un comentario o escribió un libro o un cuento. Nada. Usted es “políticamente no correcta”, usted está contra la historia de los progresistas, usted sobra aquí.
¿Por qué o cómo llegamos a esto? ¿Desde cuándo hay una “verdad correcta” para los creadores de este país? ¿Y una ola de insultos para quienes no compartimos los ideales zurdos nacidos de la llamada Escuela de Fráncfort o de la internacional socialista, para los que no somos de esa corriente?
Es más que intolerancia. Es odio, furia, deseos de acabar con el otro, de hacerlo trizas, de convertir en babas su creación, de dejarlo por fuera de su ámbito y reducirlo.
¿Por qué? Porque piensa diferente, porque dijo algo que no me gusta, porque si piensa así no tiene derecho a expresarlo y sino ¡Que le caigan las mil maldiciones!
Es lamentable. Chats comunitarios y grupos de WhatsApp convertidos en casas de inquisición, artistas y escritores silenciados por temor a no encajar, a no ser “políticamente correctos” como la mayoría.
Y mientras tanto, todos posando de adalides de la paz como sus más acérrimos defensores. Y tan incapaces de escuchar otras voces y de respetar las disidencias.
Como bien lo dijo el maestro Estanislao Zuleta: “El respeto es siempre el respeto a la diferencia”.