A escribir la carta al Niño Dios
Opinión

A escribir la carta al Niño Dios

Por:
diciembre 09, 2013
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Mi esposa conserva las cartas escritas por nuestros hijos al niño Dios en época de Navidad. Cuando me reencuentro con esos agradables recuerdos, reconozco que las cartas fueron inspiradas por sus nobles y cándidos sueños.

Las cartas dejaron de escribirse cuando cumplieron quince años; solo hasta esa edad, porque el cuidado tierno de mi esposa, alimentaba su pureza y alejaba lo que podría perturbarles: la malicia y la racionalidad codiciosa de los niños más desparpajados y los afanes de una sociedad que va perdiendo sus valores y sanas costumbres.

Hoy, luego de varios años de haber reconocido quien traía sus regalos, sus corazones adultos conservan la razón de ser de la Navidad: la Sagrada Familia que en un pesebre revive a Jesús, María y José; mis hijos no pierden la costumbre de escribir sus sueños, planear sus navidades para compartirlas en familia y disfrutar de ese maravilloso placer que nos dieron gratis: ser felices, reencontrarnos, compartir cerca de ese pesebre donde se visten los sueños que alimentan la Navidad.

El pesebre y las cartas al Niño Dios van desapareciendo al ser reemplazados en los centros comerciales y las vitrinas de los almacenes, por los papás Noel, los paisajes canadienses, las imágenes de renos, pinos y la nieve, que poco se ve por estas latitudes, caracterizadas por otros tipos de bellos y sin iguales paisajes.

El comercio cinceló en la mente de nuestras gentes otras prioridades y culturas, enseñando un mercado que sepulta las tradiciones.

En Ecuador, como en nuestro país, rezamos las Novenas de Navidad en familia y esas sanas costumbres que nos unen en afectos y respetos, deben preservarse en las mentes y corazones de quienes soñamos con un mundo, en el que no quepa tanta maldad.

Al importar otras costumbres, olvidamos lo que nos identifica y lo que nos hace auténticos; nos vamos pareciendo a un injerto, o a lo que engendran los negocios; nos dejamos deslumbrar por lo que está de moda, o por lo que brilla.

Estamos a pocas noches de la Navidad y en los hogares de millones de colombianos comienza a sentirse ese agradable cosquilleo que causa el poder compartir en familia, vestir el arbolito y el pesebre; llenarlo de casitas similares a las de Belén y ponerle pastorcitos, gallinas, vacas, corderos, arena del desierto, cascadas de agua con algodón, construir un camino para que transiten los Reyes que venían del Oriente y poner junto a José y María un burro y un buey.

Vale la pena escribir una carta al Niño Dios, sin importar que nos estemos volviendo viejos. De pequeños nos enseñaron que quien conserve su corazón como el de un niño, vivirá eternamente feliz en un reino de bien, cuando parta definitivamente de esta Tierra.

Si todos siguiéramos siendo niños y conserváramos la inocencia que de chicos nos impulsó a soñar junto a los pesebres con villancicos, seguro que nos ahorraríamos la mitad de nuestros problemas, tendríamos menos brechas entre las comunidades; nos ahorraríamos tantos conflictos y en las calles, oficinas y trabajos, nos despojaríamos de tantos prejuicios, envidias, rencores y rencillas. Seríamos mucho más ordenados y hasta apreciaríamos la Paz.

La carta al Niño Dios se acostumbra ponerla cerca del árbol de Navidad, pero es válido también, hacer reflexiones y nobles propósitos, que podemos cumplir siendo fieles a los sueños.

En mi carta deseo pedir que nuestro gobierno eduque más, mejore la calidad de la educación, motive y prepare mejor a los profesores, les pague mejores salarios.
Escribiré en mi carta que en la misma medida que los militares hemos llenado camiones con reclutas para la guerra, recogidos de las periferias de los barrios más pobres, los maestros recluten camiones llenos de jóvenes hijos de padres pobres y ricos, para que sean mejor educados y que ayuden a forjar la nación con la que soñamos los colombianos.

Mi carta explicará porqué la mejor arma de una nación es la educación, como Nelson Mandela lo recalcó muchas veces antes de partir: "La educación es el gran motor del desarrollo personal. Es a través de la educación como la hija de un campesino puede convertirse en una médica, el hijo de un minero puede convertirse en el jefe de la mina, o el hijo de trabajadores agrícolas puede llegar a ser presidente de una gran nación". "Una nación no debe juzgarse por cómo trata a sus ciudadanos con mejor posición, sino por cómo trata a los que tienen poco o nada".

Y si en nuestros hogares miramos con mayor detenimiento la humildad del pesebre donde El Niño Dios vive siempre, esa sencillez y alegría de vivir en familia, nos solucionaría buena parte de los problemas de los colombianos.

Feliz Navidad...

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