La iglesia Jesús de la Buena Esperanza en el barrio Belén de Medellín se llenó a reventar en la tarde de este domingo. El Sacerdote de esta parroquia, Javier Eduardo González, estaba en el lugar, pero no era quien oficiaba la misa desde el púlpito, como lo bien lo hacía cada ocho días desde hace un par de años. Este domingo su protagonismo fue diferente. Su cuerpo estaba encerrado en un ataúd de color blanco con líneas azules. Los feligreses lloraban su muerte. Lo asesinaron en un bar en la madrugada del pasado sábado.
El Cuerpo Técnico de Investigación, CTI de la Fiscalía recogió el cuerpo muerto del sacerdote a las afueras del bar Punto de encuentro de la calle 70, en el barrio Laureles de Medellín. En un principio nadie sabía quién era y mucho menos que el hombre muerto sobre la mesa era un sacerdote. No le encontraron ni su celular ni billetera.
Al cura lo reconocieron en la tarde del sábado, en el Instituto de Medicina Legal de Medellín. Sus huellas lo identificaron. La noticia de un sacerdote muerto dentro de un bar fue noticia nacional. Varias declaraciones ya tomadas por los investigadores lograron determinar que el religioso estaba acompañado por un hombre durante dentro del bar. El desconocido se fue del lugar cuando el sacerdote aficionado al futbol e hincha del Nacional y la selección Colombia cayó de bruces sobre la mesa.
Quienes lograron hablar con la policía, dijeron que el cura parecía borracho y que nadie lo molestó hasta que llegó la hora del cierre. El dueño del lugar fue quien se acercó al hombre que tenía su cabeza y medio tronco encima de la mesa. Sin saber que aquel cliente, del que no recuerda que fuese uno frecuente, estaba muerto, lo alzó y lo acomodó a la entrada del lugar. Cuando ni siquiera sintió un leve respirar ni la respuesta a sus llamados fue cuando llamó a la policía. Javier Eduardo González llevaba algún tiempo muerto.
Se sabe que el cura nacido en Planeta Rica, en Córdoba, salió del Seminario Misionero San José de Medellín sobre el medio día. Llevaba su camiseta amarilla porque esa noche, como siempre pasaba, no se perdería un partido de la selección Colombia. Así fue. Se disfrutó cada uno de los tres goles con los que los jóvenes de la sub 20 les ganaron a los paraguayos. Al parecer se vio el partido en el lugar donde murió.
Nadie sabe en qué momento el sacerdote consiguió compañía; o si tal vez llegaría al lugar con el hombre que luego lo abandonó estando muerto. Lo que si recuerdan algunos testigos es que el cura estaba tomando licor con aquel hombre y que luego se quedó solo al momento de desplomarse. Las investigaciones hablan de una sobredosis de escopolamina. Al parecer cayó en las manos de una red de ladrones de los bares de la zona rosa del barrio Laureles. Cuando revisaron su cuerpo, el sacerdote no tenía ninguna de sus pertenencias, le faltaba el celular, la billetera y la chaqueta.
Javier Eduardo González, con vocación religiosa desde joven, llegó muy niño desde Córdoba a Medellín, con sus papás y dos hermanos. Vivió en el humilde barrio Doce de octubre, de la comuna 6, hasta que se fue para el seminario. Se ordenó sacerdote en el 2015, hace nueve años, y ahora se dedicaba a formar curas y dar misas los domingos en la iglesia donde lo despidieron en la tarde del domingo.