Anoche algo nauseabundo flotaba en el ambiente. Se sentía que no era un buen miércoles para salir a la calle a tomarse unas cervezas. Los bares del sur de Bogotá pululaban malas vibraciones. A las nueve, cuando el partido entró en el descanso, aún había tiempo de salvarse; después no. En Montería, a las diez de las noche, las calles se colmaban de motociclistas borrachos, alevosos y violentos. Era como si una inmensa procesión de cobradores gota a gota saliera a las calles a llevarse por encima a todos los que le debieran algo. Los que estuvieran allí y no llevaran camisetas verdes temblaban y tenían que correr a sus casas para que no se los llevaran por encima. La amenaza era palpable y tenía el color verde.
En los Patios, Norte de Santander, en plena celebración, unos sicarios entraron a un establecimiento y mataron a cuatro personas. En Patio Bonito, al Sur de Bogotá, una familia fue apuñaleada por cometer el pecado de haber salido a la calle con camisetas de Millonarios. En los barrios Carvajal y Britalia del sector de Kennedy una horda de 50 fanáticos nacionalistas acuchilló y pateó hasta matar a dos muchachos que cometieron el error de haber salido a la calle justo cuando estos bárbaros salían a celebrar su segunda estrella. De las doce de la medianoche a las tres de la mañana la policía recibió 400 llamadas que reportaban peleas por toda la ciudad. Bogotá anoche era un sitio de guerra.
En Medellín me imagino que El Colombiano no reporta estas “bajas aceptables”. La complicidad y la alcahuetería con esa barra allá es inimaginable. Desde Federico Gutiérrez hasta todo el Sindicato Antioqueño están de rodillas ante Los Del Sur. De ellos no se puede hablar mal. A ellos nadie los toca. El alcalde, quien impuso ley seca el día que el DIM ganó la liga colombiana, ayer permitió banderas y bengalas en el estadio y, por supuesto, por las calles de Medellín circularon los ríos de guaro.
Pobre de aquel periodista que se atreva a señalar a los hinchas verdes; vendrán pedradas desde Twitter, escupitajos por Facebook. Si un medio decide denunciar los llamará personalmente gente tan honorable como Carlos Raúl Yepes, expresidente de Bancolombia, a dar fe de la bondad de estas palomitas.
Si ayer eran la hinchada más numerosa del país
hoy debe ser la única
Ahora yo la verdad que estoy pensando seriamente en largarme de acá. Con Nacional campeón de La Libertadores me siento como si Uribe hubiera vuelto a ser presidente. Si ayer eran la hinchada más numerosa del país hoy debe ser la única. Con el América en la B, Millonarios sin brújula administrativa, el Cali vendiendo jugadores y el Junior reducido a su mínima expresión por culpa de Fuad Char, estamos a un paso de que nuestra liga sea de un solo equipo. Por eso tienen un grupo empresarial como los Ardila Lüle que les ha dado hasta un canal propio. Por eso se esconden esas pequeñas nimiedades que deja un título, esas muertes que no deben empañar la gloria que cubre al autodenominado Rey de Copas.
Qué lejos ha quedado ese 31 de mayo de 1989 cuando toda Colombia se volcó a las calles a celebrar la primera Libertadores. En esa época no existían Los del Sur, la familia entera iba al estadio y si se mataban, porque muertos acá siempre ha habido, eran por manejar borrachos, por la sana tradición de terminar las disputas a punta de machete. Pero esta pandilla no salía como ahora, con pico de botella en la mano, a buscar camisetas extrañas para coserlos a la brava. Además ya dejamos un poco de creernos esa mentira provinciana, difundida por Edgar Perea y compañía, de que Nacional era Colombia en la Copa Libertadores.
La pacífica Yokohama se apresta a recibir en diciembre a la pandilla. Habrá hinchas maravillosos y decentes como el gran Félix de Bedout y tantos amigos míos que han hecho del Nacional su religión. Pero los japoneses conocerán de frente a más de un despojo humano ensacolado y violento, que llegarán a su país por invitación expresa del club a quejarse porque en esos restaurantes de ojirrasgados no hay frijoladas ni mazamorra, a decir que en Japón no hay nada tan grande como la Piedra del Peñol y, por supuesto, a buscar pelea.
Pero el epicentro de la bomba estará acá, en el centro de Bogotá, cuando quemen la ciudad porque Miguel Ángel Borja le marcó dos goles al Real Madrid. Aún es tiempo de huir. Diciembre va a ser un mes horrible.
