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Las fotos y recortes de periódicos que saca de una bolsa están empolvados, pero no sus recuerdos, “a veces creo que fue ayer”, dice Azucena Barragán, una sobreviviente del terremoto que sacudió al Eje Cafetero en 1999.
“Así quedó mi casa” y enseña una fotografía donde se ven las ruinas de lo que fue su vivienda, ubicada en el barrio La Nueva Brasilia, en Armenia. Sus ojos brillan, debido a las lágrimas que intenta contener, respira profundo y continúa:
“Habíamos acabado de almorzar y estábamos en el segundo piso; escuché el timbre, bajé, me asomé por la ventana y vi que eran dos niños vendiendo fresas. Ahí fue que todo se vino encima”, cuenta.
Ese 25 de enero de 1999, a la una y diecinueve minutos de la tarde, la tierra rugió durante 28 segundos en un terremoto de magnitud 6,4 grados en la escala sismológica de Richter. El epicentro fue en Córdoba, ubicado a 16 kilómetros de Armenia, capital de Quindío.
Si bien; 28 municipios de Caldas, Quindío, Risaralda, Tolima y norte del Valle del Cauca se vieron afectados por el sismo, las mayores pérdidas de vidas humanas, heridos y edificaciones dañadas se registraron en Armenia, donde la cifra de víctimas fatales superó las mil doscientas.
Cuando Jhon Jairo Bautista sintió el primer sacudón de la tierra, pensó lo peor. Sabía que tenía que evacuar con prontitud debido a las fallas estructurales que presentaba el edificio de la Estación de Bomberos de Armenia, pero cuando bajaba por las escaleras sintió como si se lo tragara la tierra.
“Como soy bombero conductor, pensé en sacar uno de los carros extintores, pero solo alcancé a llegar al segundo piso”, dice.
Dos segundos después, Bautista y ocho personas más se encontraban atrapados bajo los escombros y los fierros retorcidos. No sufrió heridas de consideración, gracias a que quedó en lo que se denomina: triángulo vital.
“No sé cuánto tiempo pasó después, lo que sí recuerdo es que salí por mis propios medios y luego vi a la mujer de uno de mis compañeros aplastada bajo una gruesa columna”, dice y guarda silencio por un instante.
Aún le cuesta creer que saliera con vida y que cinco de sus colegas y dos mujeres murieran allí. “Nunca recibimos atención sicológica y olvidar la tragedia que vivimos es difícil, muchos todavía no lo superan” sentencia Bautista con un nudo en la garganta.
Al respecto, el capitán Sergio Iván Martínez, actual comandante de la Estación Sinaí, fue enfático al afirmar que no quería hablar del tema, “es mejor echarle tierrita a eso”, expresó este bombero que se salvó de morir lanzándose por la ventana del tercer piso.
Un año después de la tragedia, 712 personas adultas, de 1.331 evaluadas sicológicamente, presentaban una alta prevalencia de trastornos mentales, producto de la experiencia traumática; 168 de ellas manifestaron tendencias suicidas.
Igualmente, 607 menores de 12 años, de 737 entrevistados, exteriorizaron afectaciones sicológicas; así lo indicó un estudio realizado por la Universidad del Quindío.
Mientras Bautista intentaba rescatar a sus amigos, Lida Mondragón luchaba por escapar de entre los restos de su casa, también ubicada en La Nueva Brasilia, uno de los barrios más afectados por el sismo y donde al menos trescientas personas fallecieron.
Lida intentó salir, junto con su esposo y su pequeña hija de once años, pero el colapso de la casa los sorprendió en la sala.
“Veíamos la calle. Una pared nos aprisionó a los tres, yo sufrí fractura de la pierna derecha, mi esposo tuvo lesiones en la cara y el pecho y mi hija quedó ilesa porque estaba en medio de los dos” manifiesta.
Como pudo, Lida empezó a remover algunos ladrillos y cuando se sintió libre de la tenaza de concreto que la aprisionaba, se arrastró hasta la calle. Tras ella salieron su hija y su marido, pero su hijo mayor aún estaba adentro.
Por fortuna él salió ileso. Pero la misma suerte no corrió su hermano César Hernán, quien a pocas cuadras de allí quedó sepultado por la casa donde habitaba con su novia.
Aún después de la réplica más fuerte del sismo, ocurrida a las 5:40 p.m. y de magnitud 5.4 Richter, Azucena permanecía atrapada bajo las ruinas de su vivienda, junto a sus dos hijos y a su esposo.
“A mí me sacaron como a eso de la siete y media de la noche; me llevaron en una funeraria hasta los patios de Tránsito Municipal, donde me dejaron tirada al lado de otros heridos y muertos”.
Debido a sus heridas fue trasladada, vía aérea, hasta el aeropuerto militar de Catam, en Bogotá, donde se reencontró con sus hijos.
“Yo me fracturé la pierna derecha y la columna; mi hija tenía una mano fracturada y mi hijo había sufrido luxación de cadera”, dice y agrega que su esposo, quien sufrió heridas en la columna, fue atendido por médicos extranjeros en el Hospital San Juan de Dios de Armenia.
Se estima que unas cuatro mil personas presentaron algún tipo de lesiones físicas y un número indeterminado de ellas recibió atención médica en hospitales en Cali, Bogotá y Medellín.
Los saqueos
Se calcula que un 30% de las edificaciones de Armenia resultaron afectadas y, además de la Estación de Bomberos, colapsaron el Comando de la Policía Quindío, donde murieron 18 miembros de la institución; la sede de la Defensa Civil y el Batallón del Ejército.
A esta debacle de los organismos de socorro se le sumaron el desabastecimiento de agua potable y el corte del fluido eléctrico que afrontó la ciudad por dos días.
“Como la ayuda de afuera tardó, Armenia quedó sumida en el caos y más cuando llegaron vándalos de otras ciudades”, expresó Juan Diego Herrera, teniente del Cuerpo Oficial de Bomberos.
Con este panorama dantesco, dos días después de la desastre se empezaron a presentar los saqueos masivos a supermercados, locales comerciales y viviendas. Ante esta situación, los ciudadanos se armaron para defender por sus propias manos las pertenencias que les habían quedado intactas.
“Era tanto el caos por los continuos robos que me la pasaba con el revólver en la cintura. Un día que llegué a casa, me vi obligado a dispararle a una persona que entró y con un cuchillo amenazaba a mi mujer para robarnos” dijo Carlos Augusto Castaño, otro de los supervivientes y residente en el centro de la ciudad.
El agresor logró sobrevivir a los dos disparos que recibió y Castaño dice que no tuvo ningún lío judicial. No hay cifras exactas, pero se presume que por los enfrentamientos murieron y, bajo los escombros desaparecieron, alrededor de cuatrocientas personas.
La reconstrucción
Datos del Fondo para la Reconstrucción del Eje Cafetero, Forec, indican que en los cinco departamentos colapsaron por el terremoto 14 mil 757 viviendas, otras 84 mil 339 sufrieron afectaciones parciales, al igual que 1.000 planteles educativos y 58 puestos de salud y hospitales.
En 2009, un informe de Acción Social -actual Departamento para la Prosperidad Social, entidad que asumió los derechos y obligaciones del Forec-, indicó que en los 28 municipios damnificados por el sismo se invirtieron $1.6 billones de pesos, unos US $750 millones.
No obstante y según Azucena Barragán, el subsidio de $8 millones 39 mil 640 pesos que recibieron cada una de las familias damnificadas fue “insuficiente, porque solo nos alcanzó para hacer la mitad de la casa y a nosotros nos debieron entregar las casas de dos plantas, como eran”.
Asimismo, agregó que tuvieron inconvenientes en cuanto a la validación de la documentación ante la oficina de Instrumentos Públicos de Armenia, por lo que se vieron obligados a buscar la intervención de la Defensoría del Pueblo y la del presidente Andrés Pastrana (1998-2002).
“La gente no se alcanza a imaginar todo lo que sufrimos para volver al barrio y solo tres años después del terremoto logramos hacer este sueño realidad”, sentencia Azucena.
“La única ayuda que recibí del Estado fue la comida que me dieron porque ni un peso recibí y mi situación económica empeoró después del terremoto” dijo Carlos Augusto Castaño, respecto de los subsidios.
Si bien la primera etapa de la reconstrucción del Eje Cafetero se proyectó a 3 años y se ejecutaron 1.400 obras; otros 202 proyectos de vital importancia tardarían en concretarse en 10 años.
¿Cómo está preparada actualmente Armenia?
Es innegable que, después de la tragedia, Armenia gozó de una notable modernización en infraestructura urbanística y vial; asimismo las instituciones y organismos de socorro recibieron ingentes recursos para modernizar sus equipos, sus sedes y para la capacitación del personal.
Sin embargo, muchos de los encargados de estas instituciones coinciden en afirmar que todavía falta mucho por hacer en cuanto a prevención, capacitación y consecución de más y mejores equipos de rescate.
“Desafortunadamente las capacidades de respuesta nunca van a ser las suficientes, ni el municipio está lo adecuadamente preparado para afrontar una emergencia, tanto en equipos, como en personal y en capacitación, por esa la importancia de que la comunidad se apropie de sus riesgos, porque esta no solo recae sobre el Estado”, indicó Javier Pérez Gómez, ex-director de la Oficina Municipal para la Gestión del Riesgo, Omgerd, de Armenia.
Para Juan Diego Herrera, teniente y subcomandante de la Estación Central del Cuerpo Oficial de Bomberos, la ciudad “no está preparada para afrontar un desastre de esa magnitud y, a pesar de que en lo social se ha hecho un trabajo importante en prevención, no es suficiente y de pronto el Gobierno Nacional ha descuidado el apoyo a través de los años frente a este tema”.
Así las cosas, ¿está preparada Armenia para enfrentar otro desastre natural de igual o mayores proporciones?