Desde que conozco el término “tecnología” lo he asociado con innovación y creatividad. Y es que precisamente para eso nos debería servir; sin embargo, siendo una millennial, crecí identificando un mundo que era totalmente diferente para mí y adaptándome poco a poco a sus cambios y avances constantes.
No obstante, al paso de los años pude darme cuenta de mi dependencia a los medios tecnológicos para sentirme conectada socialmente; podría decir que eso es bueno, pero no lo es, ya que al depender demasiado de la tecnología el día en que debamos ser originales y creativos probablemente nos daremos cuenta de las diferentes habilidades que hemos perdido a cambio de otras, todas enfocadas en el mundo digital.
Es conveniente no olvidarnos de la relación y comunicación voz a voz físicamente y no convertirnos en lo que muchas empresas desean en la actualidad “esclavos de la tecnología” incapaces de reconocer sus beneficios y aspectos perjudiciales.
Se supone que quienes van un paso más allá en lo digital deberían promover el uso de la tecnología desde una metodología responsable que en lugar de robotizar a las personas las convierta en seres críticos, bien informados, inteligentes y con todas las capacidades para explotar sus diversas habilidades de la mano de la tecnología, pero sin depender de ella.
Recordemos que todo en exceso es malo y la equidad en todos los sentidos es el componente perfecto para equilibrar nuestras emociones con nuestras actividades laborales, personales y sociales.