La pandemia generada por la COVID-19 desnudó la manera en que nos relacionamos con el dinero, los ciudadanos, las empresas y el Estado, dando un aterrador resultado: somos esclavos de las deudas.
Absolutamente, todas las soluciones para enfrentar la crisis (por parte del gobierno y las personas) tienen un común denominador, la deuda: los créditos a las empresas, incluso el ingreso solidario y los subsidios a la nómina, aunque en teoría son "gratis" (Milton Friedman decía que no existe nada gratis ni siquiera un almuerzo), implican un gasto porque se están entregando gracias a préstamos y deudas que se están adquiriendo y que en el futuro todos tendremos que pagar.
Los colombianos tenemos dos tipos de deudas: la privada (lo que le debemos las personas a los bancos) y la pública (la que debe el gobierno que igual la debemos todos). El valor de la deuda privada, según la Superfinanciera, corresponde a 509 billones de pesos, de esto las empresas deben 270 billones y las personas 238 billones.
Mientras que el valor de la deuda pública corresponde a unos 500 billones de pesos, de esto el 33% unos 165 billones de pesos de esa deuda es externa (se la debemos al FMI, BM, etc.) y el 67% unos 335 billones de pesos es deuda interna (se la debemos a personas en Colombia).
La suma de estas dos deudas (privada y pública) da como resultado más de 1.000 billones de pesos, que es casi todo el PIB que produce Colombia anualmente, es como si una persona debiera todo lo que se gana en un año. Si dividiéramos estos 1000 billones entre los 48 millones de habitantes, cada colombiano (desde los recién nacidos hasta los mayores de edad) tendrían que pagar 21 millones de pesos, cifra que para alguien que gana un salario mínimo le tomaría mínimo unos 7 años y eso si consigue quien le preste.
Lo más preocupante es que el circulo vicioso de la deuda continuará, el gobierno tiene la vía libre para endeudarse más, hay sectores que proponen la renta básica universal (solo se debe ayudar a quien realmente está mal, no regalar la plata), todos los partidos (desde la izquierda hasta la derecha) proponen soluciones que implican endeudamiento, las personas en medio de esta crisis al no tener ahorros seguirán acudiendo a los préstamos porque sin importar estos tiempos de angustia, toda nuestra confianza se basa en pedir prestado.
Es momento para que salga una voz diferente (no he visto hasta ahora al primer político que lo haga) que diga que la deuda no es el camino; que el Estado necesita recortar el gasto, apretarse el cinturón, dejar de meternos en deudas y no botar más la plata en corrupción y burocracia; que la deuda no es el vehículo para el progreso; que es necesario el ahorro; que se necesita un cambio de cultura en el gobierno y en las personas; y que la frase aquella que para tener algo hay que endeudarse, es una absoluta mentira.