Este mundo, esta sociedad cada día más individualista y egoísta, donde las personas son prescindibles y sus vidas y derechos no interesan, no deja de caer más bajo cada día a la hora de explotar y desechar a trabajadoras y trabajadores. Jeff Bezos, el humano con más riqueza en el planeta “agradeció” a sus trabajadores el viajecito de 10 minutos que hizo al espacio burlándose con un mal chiste, pues es en realidad la fuerza de trabajo la que ha hecho vulgarmente millonario a Bezos, por cuenta de las precarias condiciones laborales a las que le condenan a vivir, en las que incluso han denunciado que deben orinar en botellas de agua mientras trabajaban y han sufrido fuertes presiones antisindicales en EE. UU. y Europa.
Muchos periodistas de los grandes medios de comunicación presentan a estos aprovechados de la tecnología de punta creada por el gobierno de los EE. UU. con fondos públicos, beneficiarios directos de escandalosas deducciones fiscales y de la desregulación del trabajo, como superhéroes geniales que deben su fortuna a su espíritu emprendedor. Mientras tanto y sin que algunos periodistas de bolsillo lo informen, estos emperadorcitos posmodernos van quedando desnudos cuando se descubre que lo que genera sus ganancias es el uso despiadado de la fuerza de trabajo de millones de seres humanos. Ya en España, Deliveroo (el Rappi de la madre patria) anunció que se iba del país porque se dio cuenta que su negocio no era rentable sin la explotación laboral de sus trabajadores y que era inasumible pagarles seguridad social.
En República Dominicana un trabajador de Teleperformance murió, al parecer por falta oportuna de atención médica, ante la mirada impávida de sus compañeros que fueron obligados a seguir atendiendo llamadas con el cuerpo de su compañero allí, como si nada estuviera ocurriendo. Quedan notificados jóvenes trabajadores de Teleperfomace que la empresa que tiene más de 380.000 trabajadores por todo el mundo, no protegerá sus vidas.
Y es que sobre el trabajo en los call centers en Colombia y en el mundo existen decenas de historias de inestabilidad, altísima rotación, maltrato laboral, discriminación, pagos a destajo, hipervigilancia invasiva a teletrabajadores, regímenes disciplinarios tiránicos y prohibición práctica de sindicalizarse. Como lo advirtió en una columna Alfredo Molano Jimeno, estas empresas encuentran en Colombia un gran atractivo: “salarios bajos, pocas obligaciones de los empleadores y trabajadores dedicados y explotables” yo le sumaría que el Ministerio de Trabajo no hace nada para proteger a los trabajadores. Esta semana el trino de una joven trabajadora lo confirmó “los que estamos ahí sabemos lo duro que es y lo que acaba la salud mental y física, ¡pero este no es el hijueputa trabajo soñado de nadie! Todos estamos ahí por plata y necesidad. Más nada”
Y eso pone de presente que la mayoría de trabajadores y trabajadoras al servicio de estas agencias de mercadeo o de atención al cliente, tercerizadoras, basan su rentabilidad en contratar a jóvenes que no tienen más oportunidad que vender su dignidad y su salud, cuándo solo tienen en frente el desempleo y la informalidad.
Toda la publicidad de los call centers y de su más grande representante Teleperfomance es engañosa. Las jornadas de trabajo no tienen límite, el estrés es enorme porque supervisoras y supervisores acosan minuto a minuto por resultados, se incumplen casi todos los protocolos de bioseguridad, la ley y los DDHH se quedan a la entrada de sus decoradas bodegas, especialmente el derecho de asociación. Al inicio de la pandemia en 2020 cerca de 40 trabajadores y trabajadoras conformaron un sindicato de industria que, sin llevar un año, ya fue demandado y no pudo iniciar el proceso de negociación colectiva porque la mayoría de su junta directiva renunció por miedo.
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Los emperadorcitos posmodernos van quedando desnudos cuando se descubre que lo que genera sus ganancias es el uso despiadado de la fuerza de trabajo de millones de seres humanos
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Recientemente, y gracias a la intervención del sindicato global del comercio -Uni Global Union-, el Punto de Contacto francés de la OCDE recomendó a Teleperformance Colombia: “fortalecer la diligencia debida y el compromiso de las partes interesadas para respetar los derechos humanos y garantizar la seguridad de los trabajadores” que esperamos sea la ruta para que no solo esta empresa, sino todas las empresas de servicios de llamadas o BPO, ajusten sus conductas y prácticas laborales. La OCDE requirió a esta multinacional para ajustar condiciones también en Albania, donde al igual que en nuestro país despidieron activistas y líderes sindicales y en Filipinas, en donde incluso obligaban a los trabajadores a dormir en los sitios de trabajo durante la cuarentena por covid.
Teleperformance responde que prefiere entenderse con cada uno de los países que responder a una acción global, pues encuentra en Ministerios del Trabajo como el nuestro una conducta tolerante y cómplices de los abusos. Ya es hora de que el Mintrabajo y el señor Ángel Custodio tuvieran algo de dignidad y respondan por omisión ante las autoridades judiciales como recientemente ocurrió en Ecuador en el caso de esclavitud moderna que protagonizó la empresa Furukawa.
Como no hay autoridades ni administrativas, ni judiciales que hagan su trabajo, es necesario que los trabajadores autotutelen sus derechos. Es urgente que todos estos compañeros y compañeras se organicen en sus propios colectivos, ojalá, adhiriéndose a organizaciones sindicales de industria ya creadas y con experiencia, afiliadas a las centrales sindicales nacionales y los sindicatos globales, para que no solo puedan sindicalizarse, sino que puedan ejercer la negociación colectiva y con ella, democratizar las relaciones laborales, hacer efectivas estas recomendaciones globales, exigir el respeto de la ley laboral y ampliar sus derechos en el trabajo.
Los jóvenes del país, los que más están sufriendo la violencia estatal, pero también la precariedad en el trabajo y al mismo tiempo han sido los protagonistas de los estallidos sociales en Chile y en Colombia, pueden demostrar la misma capacidad de organización, de movilización, de creatividad y de resiliencia para luchar por mejores condiciones laborales. No podemos normalizar la explotación laboral, sobre todo en la juventud, que hoy básicamente está atrapada entre ser de un call center, una plataforma de reparto domiciliario o en un contrato de prestación de servicios que le ruegan al político de turno en su territorio.
No podemos seguir normalizando la frase de cajón que incluso es repetida por el precariado del país: “si no le sirve ese trabajo, bien puede irse”, pues el derecho al trabajo, además, de ser humano y fundamental debe garantizarse en condiciones dignas y justas, pues dentro de las empresas, por muy globales y tecnológicas que se crean, también opera la Constitución.
Desde hace menos de un año cerca ya de 1.000 jóvenes de las tiendas D1 están luchando valientemente por dignificar su trabajo en 60 municipios del país. Los trabajadores de los call centers pueden hacerlo, no pueden resignarse a convertirse en esclavos con diadema, pueden organizarse, hacer uso de los instrumentos internacionales, constitucionales y legales y seguir contribuyendo a la dignificación del trabajo en nuestro país. Cuenten con los abogados y abogadas laboralistas del país y con las organizaciones sindicales, estamos a su servicio. Los jóvenes, los del presente y el futuro, merecen un trabajo decente.