"Han sido meses muy difíciles y lo peor está por venir". Así podría describirse el impacto del Fenómeno del Niño catalogado por el mundo científico como un súper Niño, solo comparable con el sucedido entre los años 1997-1998. Sus impactos han sido disímiles en Latinoamérica; mientras en Estados Unidos y el sur del continente aumentaron las lluvias, en nuestro país intensas sequías cubren buena parte del territorio nacional. Las consecuencias no se han hecho esperar, al menos 300 municipios en Colombia sufren alto riesgo por desabastecimiento de agua.
El gobierno de Santos se encubre tras el Fenómeno del Niño y el innegable cambio climático, eludiendo toda responsabilidad que tiene junto a los alcaldes, gobernadores y autoridades ambientales por la falta de inversión de recursos suficientes en el manejo adecuado del agua. Han preferido atender las emergencias con carrotanques y mercados, que prevenirlas, como lo explicara Ricardo Lozano ex Director del IDEAM.
Esa sequía que golpea a millones de colombianos, contrasta con los abundantes discursos del gobierno en los atriles internacionales por la defensa del ambiente. Bien señalaba la ex Contralora Morelli: “firmamos todos los tratados internacionales sobre ambiente, pero los funcionarios se olvidan del carácter vinculante de esos tratados”. Doble discurso oficialista, casi igual a la campaña para el ahorro de agua en los hogares colombianos, (representan el 8.2% del consumo total de agua en Colombia), mientras se guarda silencio con el consumo que hacen los monocultivos agroindustriales, las mineras y las petroleras (las dos últimas equivalen al 41% del consumo doméstico).
Pero ¿por qué se presenta escasez de Agua? Sencillo, en Colombia no se protegen las fuentes hídricas y el agua no es tratada como recurso estratégico. El modelo extractivista impulsado por Santos, amenaza gravemente los páramos, ríos, lagunas y aguas subterráneas en todo el territorio nacional. Las multinacionales del petróleo y la minería han recibido todo tipo de beneficios, entre esos la flexibilidad en la normatividad ambiental. Basta mirar la reforma de las Licencias Exprés aprobada en 2014, el espaldarazo con el decreto de proyectos de interés nacional, y la pasividad gubernamental frente a proyectos de gran minería en el Páramo de Santurbán, el desvío de ríos en la Guajira, y la intervención en zonas de importancia hídrica en buena parte del territorio nacional. A la par, las inversiones en embalses y acueductos, así como la compra de predios para protección de fuentes hídricas, resultan insuficientes. Vale preguntarse ¿Qué se ha hecho con el 1% que obliga la Ley a los municipios para ese fin?
Estoy seguro que en Colombia no debería haber escasez de agua. Somos uno de los países en el mundo con mayor riqueza hídrica. Nuestra oferta de agua superficial está 6 veces por encima del promedio mundial y 3 veces del promedio de Latinoamérica. El potencial de aguas subterráneas representa el 74.5% del territorio nacional y cubre 683 municipios, aunque de los 61 sistemas de acuíferos identificados el 73% carece de conocimiento suficiente para su aprovechamiento. Poseemos 1065 lagunas que cubren 6.814 Has ubicadas en diferentes páramos y 6 grandes zonas de glaciares que favorecen el equilibrio del ciclo hidrológico pero que pierden 3% de su masa al año. Diagnóstico repetido muchas veces por el IDEAM en su ya tradicional Estudio Nacional del Agua –ENA-, un documento muy valioso que debería servir de guía, pero que se ha convertido en una suma de datos poco atractivos para nuestros gobernantes.
El bajo nivel de los ríos, los problemas de desabastecimiento, el aumento de incendios forestales, las heladas en Boyacá y Cundinamarca y el aumento de la temperatura ambiente son hechos reales, pero van más allá de culpar al Niño o al Cambio Climático, porque esto más que un problema del clima, es un problema político, de consecuencia del modelo económico que resulta exitoso para unos pocos en la medida que no se respetan derechos de las mayorías. Claro que hay ausencia de política ambiental, de política del agua, y el primer responsable vive en la Casa de Nariño.
Eso nos debería enseñar la escasez del agua.