Los escándalos casi siempre han acompañado a los gobernantes; así lo demuestra un ligero repaso a lo largo de la historia de la humanidad, pero realizar un catálogo de ellos no es el objetivo de esta nota.
Lo que sí marca una constante es que en los ejemplos de escándalos que nos anteceden han dado con la dimisión del gobernante de marras y esto es lo novedoso en el caso que nos asiste, porque aquí en Colombia, en menos de tres años de gobierno de Iván Duque, no ha dejado de pasar un día sin que nos despertemos con una nueva desvergüenza gubernamental, y no ha pasado nada.
Recordemos, por ejemplo, la denuncia de los dineros del narcotraficante Ñeñe Hernández en la campaña electoral del actual presidente de la República; los laboratorios de coca en la finca del embajador Fernando Sanclemente; la vicepresidenta cancelando una millonaria fianza por la libertad de su hermanito, detenido en Estados Unidos por el delito de narcotráfico; el tan denunciado caso de Odebrecht; el papel de miembros del Ejército en la violación de niñas indígenas; los negociados y desafueros de la Policía Nacional; la descortés actitud de varios senadores que, al ser requeridos por la corte para investigar sus delitos, deciden renunciar para ser absueltos por un “amiguis” en otro ente “investigativo”; sin descontar algunos “atentados” que, todo parece indicar, han sido fríamente planeados como cortinas de humo para tapar muchos de estos casos de indecencia estatal.
No es justo que 70.000 millones de pesos, destinados a instalar 15.000 centros digitales para conectar a internet las zonas rurales más apartadas del país, se “desaparezcan” así de sencillo. Todo indica que tampoco pasará nada, porque la encargada de investigar a la ministra Karen Abudinen es nada más y nada menos que la procuradora general de la nación, Margarita Cabello, ambas (investigada e investigadora) son piezas claves del clan politiquero que maneja a Barranquilla y el Atlántico, y estos a su vez, por acuerdos, son coequiperos del gobierno central. Sí, ese mismo clan del billón de pesos para los arbolitos en la capital atlanticense.
Todos estos entramados de corrupción y pillaje del erario cuentan con el silencio cómplice de la gran prensa nacional, domesticada con millonarios contratos para “mejorar” imágenes de los gobernantes: hoy solo se habla de noticias, sobre todo de farándula, pero poco de un periodismo investigativo que ofrezca un control sine qua non a los desafueros de la corrupción.
Si algo se le debe reconocer a los últimos gobiernos en Colombia es que han tenido la astuta capacidad de cooptar todos los entes de control para poder gobernar sin vergüenza alguna, de escándalo en escándalo.
