Ahora bien, en términos de hallar vías para el conocimiento no parece sensato condenar unos métodos (cualesquiera que ellos sean) para afirmar otros (no importa cuáles). Lo que parece sensato es aceptar que cada método ofrece posibilidades distintas, porque no tiene mucho sentido afirmar que un conocimiento “se opone” a otro. En esta perspectiva, habría que señalar que el método “galileano”, la mirada que inaugura el “fundador de la ciencia experimental”, es un recurso necesario y apropiado para la obtención de cierto tipo de conocimientos (fundados en la búsqueda de semejanzas, de regularidades, de principios y de leyes generales que, por otra parte, pueden ser comprobados); pero, también, que puede ser innecesario o inadecuado para acceder a otras formas de conocer.
En la Prosa del Observatorio (otra vez Cortázar), se le llama la atención a “Doña Ciencia” porque los fenómenos de los que se ocupa a veces parecen empecinarse en asumir un comportamiento contrario al que deberían o, en algunos casos, muestran comportamientos “sin sentido”: las anguilas, por ejemplo, recorren cientos y hasta miles de kilómetros remontando las corrientes de aguas dulces de los ríos, sufriendo una alta mortandad, “simplemente” para desovar, y, apenas nacidas, sus larvas corren hacia los estuarios marinos. Por supuesto, “Doña Ciencia” tiene mucho qué decir sobre las anguilas, pero no ha podido decir mucho sobre la “memoria” exacta que guardan respecto a sus lugares de origen, sobre la necesidad imperiosa que las lleva a regresar al lugar de donde partieron, donde “apenas” nacieron.
También “Doña Ciencia”, hija de la ciencia galileana, tendrá mucho qué decir sobre la sociedad, vasto territorio para la indagación donde seguramente hay regularidades, semejanzas, quizás principios y leyes generales (todavía no evidentes); pero igualmente tropezará con individualidades que no se someten de buen grado (y menos aún de manera forzada) a transitar la misma vía de las mayorías: la ciencia, en ese aspecto, no es “democrática”.
Lo que está en juego cuando se adopta un método como vía única e insustituible para tener acceso al conocimiento es la posibilidad de reducir lo real a la mirada que lo escruta, quizás dejando de lado aspectos cruciales o importantes. En el mismo texto de Cortázar que se cita al inicio de este ensayo se lee:
“Piénsese que muy poco antes, la última vez que se había trepado en la forma usual por esa escalera, el mundo de atrás quedaba abolido por la escalera misma, su hipnótica sucesión de peldaños…”
Los métodos son limitados principalmente cuando se plantean como excluyentes, y cuando la exclusión de otros no se justifica por los objetivos que se persiguen sino por simple y a veces apresurada descalificación. La costumbre y la facilidad, tanto en la ciencia como en muchos otros dominios, velan puertas de acceso a otras dimensiones y otros órdenes, y entonces los conceptos que se tienen por más adecuados resultan serlo sólo en la perspectiva de unos usos prácticos inmediatos, o del afianzamiento de seguridades y conveniencias; por algo la práctica del buen ladrón se funda en gran medida en el estudio de las rutinas de sus víctimas, ya que por ellas “dejan de ver” lo que para el ladrón es una oportunidad.
Pero el asunto no se plantea aquí en términos de una oposición radical entre dos métodos, sino como necesidad de que en cada perspectiva de la producción de conocimientos se logre admitir la complementariedad de las distintas formas de acceder a los objetos y a los fenómenos. La sociología le debe mucho a las ciencias nomológicas, pero en discusión con ellas sobre los alcances de sus métodos aplicados al estudio de la sociedad ha avanzado y se ha diferenciado.
La naturaleza de algunos fenómenos y el tipo de conocimiento que sobre ellos se requiere en determinadas circunstancias, entonces, podrán favorecer el empleo de formas de aproximación inspiradas en el modelo “galileano”, como en el caso de los problemas para los cuales se opera con cantidades (y todavía el afán o la necesidad de medir están ligados a importantes campos de la investigación social, a la gestión de los Estados, a la toma de decisiones en materia de comercio o industria, para mencionar algunos campos); pero, igualmente, hay fenómenos y objetos que deben ser tratados en aquello que los diferencia de la norma, que los hace singulares y justamente importantes por su singularidad (una sociología del arte, por ejemplo, buscaría influencias generales para poder precisar rasgos particulares de un modo de expresión; una sociología de la acción comunitaria deberá poder hallar lo singular de una cultura o una etnia en un contexto particular para poder hallar respuestas a ciertos interrogantes).
Lo que quise señalar en el anterior texto es que no hay caminos pre-fijados, y menos infalibles, para construir un saber. Cortázar me enseñó que hay zonas borrosas, que hay conexiones entre lo que sabemos y lo que nunca sabremos, que vale la pena estar abiertos a experiencias que ponen en crisis toda seguridad. Wilhelm Reich habló muchas veces sobre la importancia de poner en cuestión aquello que se funda en el "estar sentados" (en Cortázar sería "la Gran Costumbre"), en aceptar como referentes válidos los datos que ofrece la precaria ilusión de que conocemos la "realidad". Marx nos habló de los riesgos de apoyarnos en las apariencias. Edgar Morin alerta hoy sobre el torpe objetivo de la educación que se sustenta en las especializaciones y los saberes lineales, unidimensionales y especializados.
En general, con respecto a métodos, me interesan principalmente aquellos que nos permiten ser mejores personas y hacer del mundo un mejor "vividero"; es decir, aquellos que reivindican y subrayan la solidaridad, la generosidad, la gratitud.
[1] CORTÁZAR, Julio. Más sobre escaleras, en Último Round, T. II, Siglo XXI Editores, decimocuarta edición, México, 1999, pág. 223. [2] FREUD, Sigmund. Epistolario, I (1873-1890), Plaza & Janés Editores, Barcelona, 1971, pág. 78. [3] Idem, pág. 79. [4] RUSSELL, Bertrand. Ejemplos de método científico, en La perspectiva científica, Ediciones Ariel, Barcelona, 1969, págs. 13-29. [5] GINZBURG, Carlo. Señales. Raíces de un paradigma indiciario, en Aldo Gargani (comp.): Crisis de la razón. Nuevos modelos en la relación entre saber y actividades humanas, México, Siglo XXI Editores, 1983 [6] RUSSELL, Bertrand. Op. cit.