Esas no son las trabas que queremos: Sindicato de Trabajadores de la Industria del Cannabis

Esas no son las trabas que queremos: Sindicato de Trabajadores de la Industria del Cannabis

"Las prácticas prohibicionistas son las que vienen llenando las calles de conflictos absurdos y abusos policiales"

Por: Juan Andrés Leguízamo Manzanares - Sintrabacann
octubre 02, 2020
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Esas no son las trabas que queremos: Sindicato de Trabajadores de la Industria del Cannabis

Cuando venden un naufragio como supervivencia

Los anuncios del gobierno que presumen oxigenar con cuantiosos recursos la empresa y la mediana empresa para afrontar la crisis derivada de los ciclos de cuarentena vienen cargados de una actualidad macabra que, en vez de confianza, genera un ambiente turbio de incertidumbre, dado que en las instancias actuales existen pocas garantías para que se genere una industria que corresponda a las urgencias sociales de la llamada pospandemia.

Por un lado, se encuentran las restricciones mafiosas que hacen necesaria una reforma agraria que erradique del mercado nacional los vicios de la corrupción. Y por otro, la realidad de horror y muerte de los territorios sigue siendo uno de los principales obstáculos para avanzar en torno a un real progreso de comunidades más conscientes de su desarrollo. Por lo demás, a una sociedad aletargada en la contemplación se le dificultad superar su mediocridad y no se concibe sin un designio, cosa que suprime la creatividad de los ejercicios de verdadero emprendimiento ataviados por leyes creadas para un mercado imaginario de cálculos, estadísticas y patrañas politiqueras.

En el caso de la industria del cannabis psicoactivo y no psicoactivo, la especulación generada por cifras hipócritas que ocultan la tragedia de esa promesa de beta no es más que un embrión fortalecido en verdad, gracias a aquellas personas y grupos de personas que se han dado a la tarea de hacer real la producción de materias primas, derivados; de cultivar y autocultivar, con pruebas error, arriesgándose, internándose en la realidad de los mercados, relacionándose con el comprador, el consumidor y el usuario, entendiendo la urgencia de hacer realidad un negocio que no ha podido desprenderse de las ilusiones. Mientras tanto los gobiernos envilecidos mencionan la pertinencia del negocio, los beneficios del cannabis, los millones de dólares y en realidad las actitudes institucionales se continúan rigiendo por los dilemas morales de la prohibición. Por lo mismo, un mercado de cannabis legalizado en un gobierno no encuentra ni piso ni techo en unos cannabinoides vedados en la bolsa.

Es decir, las prebendas de impuestos y taras para legalizar una empresa o un producto surgen de la supuesta maldad que representa la planta en medio de una lucha contra las drogas que demuestra una y otra vez su fracaso; sin que siquiera se haya comenzado a generar un mercado real y abierto de intercambio de servicios y costos, lo cual prevé el detrimento del negocio que tiende a reventarse en algunos sectores y lo continúa condenando a una mentira reflejada en Wall Street, pero llena de potreros vacíos con licencias pero sin marihuana.

Por otro lado, la idealización generada por gobiernos y empresas que buscan adherirse a un monopolio alimenta esa burbuja mediática de sistemas de cultivos, formas de extracción, sentencias sobre los cannabinoides, maneras de fumar, de comprar; vacunas contra el COVID-19, anclas para barcos, cables para ascensores y cohetes espaciales que no llevaran ningún lado. Lo anterior sin siquiera fomentar la industria real de cientos de empresas que ya funcionan, y sin reconocer que las prácticas prohibicionistas son las que vienen llenando las calles de conflictos absurdos y abusos policiales, cuando sigue siendo el narcotráfico el que libremente posee todas las garantías mercantiles y cuando se empecina el estado en su estrategia criminal de la aspersión.

En ese sentido, es necesario generar espacios, redes, propuestas y sistemas de comunicación que brinden garantías reales para el desarrollo de la industria, el uso medicinal y el uso recreativo, no solo para personas empresas (pequeñas, medianas, legales y artesanales) que generen alguna economía derivada del cannabis, sino para usuarios de todo tipo que también pertenecen a una cadena de comercio, de abusos y de estafas.

 

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