Esa ridiculez de los oficinistas que se van disfrazados al trabajo

Esa ridiculez de los oficinistas que se van disfrazados al trabajo

Desde los que se gastan medio millón de pesos a los que se tiran encima una máscara y se juran malotes, el peor día para ir a trabajar es un 31 de octubre

Por: Maria Jiménez
octubre 31, 2017
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Esa ridiculez de los oficinistas que se van disfrazados al trabajo

Iba caminando por el pasillo diminuto de mi oficina y casi me voy de cara porque me tropecé con un martillo de Tor. Ya no aguanté más y lo pateé. Desde que abrí los ojos en la mañana sabía que sería un pésimo día. Todos mis amigos, casi cuarentones, llevan desde el viernes celebrando Halloween. Se disfrazaron el viernes y el sábado para ir a rumbear con una especie de anonimato que altera las hormonas de muchos. Luego el tema del día de ayer fueron fiestas de los hijos, obvio disfrazados, y muchos tuvieron el descaro de acompañarlos disfrazados también. Y la cereza del pastel es que hoy, para ir a trabajar, la gente se disfrazó. Es abrumadora la capacidad de la gente para inventarse situaciones que los ayude a superar el tedio de su vida interior.

En el Transmilenio un Superman achibchombiado casi no deja entrar a una viejita porque sus músculos, inflados y sobrecompensadores, ocupaban el espacio de dos. Comenzaba la paridera. En la oficina los de prensa, fiesterillos ellos, tenían desde las 8 a.m. música para ambientar la fiesta. Claro, como no tienen que pensar. Y decidí ver de qué se disfrazaba cada uno. Había uno de Stranger Things, un adulto gafufo y con cara de nerd que la verdad es el mejor que he visto en todo el día. Había una especie de Shakira mezclada con Heidi que iba a dejando pelos rubios por todo el piso que caían de una peluca barata y desordenada. Otro superman, un gordito que con los implantes espumosos de pecho quedaba plano como una nevera. Había un mediocre con la cara pintada del payaso de IT pero con traje y corbata, y otro mediocre que intentaba ser intelectual e informado que se disfrazó de Mr. President Uribe pero que parecía más Harry Potter, lo que no nos evitó la tragedia de tener que escuchar toda la mañana un forzado acento paisa y chistes políticos con los que juraba que seducía mentes y corazones.

Me parecen personas tristes que tienen que esconder su lamentable vida detrás de fiestas y disfraces, en medio de un millar insoportable de selfies. Es engañar la realidad, y creo que el vacío que sentirán el 1 de noviembre será peor que cualquiera: la vida real y las tragedias cotidianas. Y súmenle a eso el déficit en la cuenta de banco por tener que pagar los disfraces (algunos que cuestan hasta medio millón) y la susodicha rumba en la noche para que todo el esfuerzo no sea en vano.

Entonces me metí a Twitter para seguir echándole leña a mi amargura interior. Desde los tipos machotes que se van con bluyín, camiseta y una máscara, hasta gente que disfrazó la nevera... La nevera, por amor a Díos. Estos son los mejores que encontré.

 

 

 

 

Decidí que en enero, cuando toque pedir las vacaciones, lo primero que haré será asegurarme que mis vacaciones sean en Halloween. No me importa que no pueda pedirlas en la semana de receso de mis hijos, que se los lleve mi esposo de viaje y yo en Halloween me iré directico para algún Parque Nacional Natural donde no haya un alma, y desde enero rezaré para que no me toque un guardaparques motivado que se me venga a disfrazar en el páramo y termine viéndose como la empanada oficinista.

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