¿Es usted un ociócrata?

¿Es usted un ociócrata?

'Contemplar es una palabra que sólo se utiliza para los desfiles de moda'

Por: Gustavo Gómez Vélez
julio 13, 2015
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
¿Es usted un ociócrata?

Usted puede ser demócrata, republicano, comunista, conservador, liberal, godo, anarquista, pacifista, pero ojo, ¿es usted un ociócrata?

Traduzcase Ociócrata como individuo partidario de la Ociócracia, entendida como el gobierno del ocio. (Evítese consultar el diccionario)

Nací en pueblo donde hubo un cacique bitagüí, un asentamiento de gitanos, por donde caminó el Berrraco de Guaca. Un pueblo de alfareros, donde se teje la moda colombiana, donde llegaron gentes del suroeste antioqueño en busca de trabajo, obreros que fundaron sus familias y con ellas el nuevo territorio que, como un niño Jesús, nació un 24 de diciembre de 1831 con el nombre de municipio de Itagüí, y no Bitagüí, quizá por no decir dos veces Itagüí.

Un pueblo que, en meros de 17 kilómetros alberga, sostiene, aguanta y apenas deja caminar a 260.000 habitantes aproximadamente. Un lugar pequeñito al que alguna vez Mariano Ospina Pérez denominó 'el paraíso del mundo' cuando las tetas eran lo de menos y el amor lo demás. En vez de un gentilicio, tenemos varios: itagüiseños, itagüisenses, itagüequeños.

Una tierra tan escasa para tantos pero tan lucrativa para pocos, cuyo tesoro se desvanece de mano en mano para lanzar políticos a la vida nacional, y los que no, por falta de ganas, o porque no robaron de pura pereza.

Por eso si usted está en cualquier lugar del mundo y es un ociócrata, no se alarme, tome la vida con calma y la lectura a pierna suelta. La enfermedad no es tan grave como parece. Ya verá porqué.

Una de las nuevas formas de inquisición que se ha venido instaurando en la conciencia colectiva bajo el nombre de globalización, está directamente relacionada con el negotium, tráfico, comercio, ocupación, empleo, o para decirlo más claramente el No-Ocio, y que se afirma en aquella creencia culposa de que si usted no es productivo está fuera de circulación, que no hace nada, que es un ocioso, un ser sin ubicación, ¡ubíquese mijo que ya está muy grande!, repica en las mentes día tras día, un martilleo incesante que genera miles y miles de Gregorios Samsas carecucarachos, escondidos bajo las camas huyendo de las escobas globalizantes. O paralizados como el jóven Bartleby de Herman Melville, que frente a las exigencias de su patrón a cumplir sus obligaciones de escribiente, se niega a trabajar, repitiendo tímido y educado: “preferiría no hacerlo”.

Muchas tareas en la vida sería mejor no hacerlas, otras no valen la pena hacerse.
A un niño de mi vecindad a quien le escondieron los cuadernos y los colores para que no dibujara porque no atendía al maestro de matemáticas le pregunté si era que iba mal en la escuela, y me dijo que no, que él atendía las clases mientras dibujaba, que era lo que más le gustaba hacer. Es que los sistemas educativos no tienen currículum para eso. Porque hacer lo que es conveniente es más importante que hacer lo que un individuo quiere. En los paseos del fin de semana este niño no empacaba juguetes, llevaba pinceles y acuarelas. Los padres determinaron que su hijo era raro, que había que cambiarlo de colegio para que fuera como los niños normales, que juegan, corren, gustan del nintendo, están en escuelas de fútbol, en fin que hemos perdido a un pciócrata para este mundo.

Qué dirían los fundadores de la 0ciocracia como Sócrates o Platón, el mismísimo Jesús que se fue de casa a temprana edad por no trabajar con su padre en la carpintería, o de los ayunos de Ghandi para crear conciencia de la paz en el mundo, sabiendo que si trabajaba gastaba muchas energías, si gastaba energías tenía que alimentarse como cualquier mortal, y para hacerlo, tenía que laborar. Pero qué seríamos sin aquellos célebres personajes de la humanidad. ¿Quién hubiera inventado la rueda sino un vago, un ocioso aburrido de pelarse el lomo cargando cubos de agua sino se hubiera sentado un día a pensar cómo no maltratarse más? ¿O qué sería del mundo sin la energía eléctrica si Edison no se hubiera cansado de pararse de su escritorio para dejar de leer e ir a prender otra vela que se apagó? ¿O cuántos mensajes no estarían perdidos si no fuera por Marconi? ¿Qué sería de la música sin Mozart, la Pintura sin Rembrant, la lectura sin el Quijote?

El mundo sin los Ociócratas sería más estúpido, más esquemático, más banal, y todos andaríamos más robotizados que Uribe diciendo ¡terrorismo, terrorismo, terrorismo!
Hace tiempo no motiva decir “futuras generaciones”, mejor decimos las presentes generaciones. Los programas de humanidades, de investigación y de las bellas artes se vienen convirtiendo en un estorbo para las universidades. Es más práctico tener programas técnicos. Estamos llenos de técnicos administrativos, técnicos industriales, técnicos de la computación, técnicos de fútbol y técnicos de técnicos. Pensar complica a los individuos, contemplar es una palabra que sólo se utiliza para los desfiles de moda. Se piensa más en el perchero carnal que en la razón de la responsabilidad humana.

No tenemos tiempo libre pues estamos más pendientes de los mensajes del celular, chateando en internet, y para que en los hogares no se hable de los verdaderos problemas, los canales televisivos nos ahorran la vida privada con un reality sobre la vida privada de los famosos o de los que de la noche a la mañana son famosos.
No espabile porque se pierde en sus ensoñaciones y eso no es bueno, coge malos hábitos, no espabile porque le da por ser músico o pintor o escritor y eso no aporta para la cuota del carro. No espabilar. La FIFA también ha copiado muy bien la fórmula. No ha terminado el mundial cuando ya tenemos la Liga de Campeones, la Libertadores; que no sabemos de qué, y la copa de los que ganaron copas. Todos tan ocupados brindando por aquí y por allá por los jugosos dividendos, mientras el pueblo se fanatiza, sufre, se rasga las vestiduras de su equipo, en Brasil, Argentina, México y Colombia, perdidos en la red del gol, más pobres que siempre, para volver a casa y escuchar a los Tenores del fútbol o la Polémica, los maestros de la pelota, que dan más conferencias que Anthony de Mello o Walter Riso, mientras los verdaderos maestros, filósofos, científicos y artistas se comen las uñas para no acostarse en ayunas, como Ghandi. De hecho ser delgado no es una cosa de ahora, ser flaco estilizado es un privilegio de ociócratas, aunque las modelos sean las que cobran.

Un ociócrata que se respete dedica largas horas del día a un gusto muy personal. El ociócrata hurga en una inquietud que lo desvela, talla día a día para encontrarle la comba al palo, rompe, quema las hojas para empezar de nuevo, se pregunta, se habla, no se traga entero las noticias tal como le llegan, pesa el sentido de las palabras, no acumula riquezas para después tener más, reparte ideas, trasmite sueños que otros ocultan, la materia del cerebro no es gris, debe ser fulgurante, sus opiniones inquietan, incomodan tanto que le dicen a cada momento que es raro, que es un loquito, y esa es una manera de minimizarlo y a su vez eliminar las verdades del mundo.

Y ni hablar de la políticas culturales, ¿eso qué es? Una pelota que va de pie en pie sin encontrar destino. Nada más ver las recientes reformas que el gobierno ha hecho para apretar aún más al sector artístico y cultural del país. Zancadilla. A los ociócratas se nos subestima a la hora de ir a las urnas. El día que nos decidamos a participar más en la vida nacional, los dirigentes políticos tendrán que mirarnos, no sólo con el respeto, de sabidas merecido históricamente, sino que además querrán ponernos de fórmula. Pero afortunadamente el ociocracia sólo acepta creadores, trasformadores de vidas posibles.

En mi pueblo, como decía al comienzo, también se ha creado una fiesta popular, a la que para muchos resulta insólita, y para otros, desgraciada. Es el Día Mundial de la Pereza. Para mí, el término no es el más apropiado, pues hacer pereza es como tirarse a no hacer nada, echarse en la hamaca, ver películas enlatadas los domingos, hacer locha. Eso está bien para el descanso corporal, como hacer la siesta, pero para un ociócrata resulta desastroso. Pues si alguien debe estar despabilado es una persona que dedica su vida al desarrollo del pensamiento, de las artes. Porque, ¿quién puede decir que da Vinci, Dalí, Einstein o Cervantes eran unos perezosos?

Hacer una obra significa dejar en ella su propia vida sin los lineamientos externos, y para ello hay que trabajar, dar la pelea. El ocio creativo es una de las pocas opciones que puede resguardarnos de la vida rápida con sus ruidos y guirnaldas, y descrestes tecnológicos a los que se les da la categoría de un dios, el “hermano mayor” que desea controlarnos. Dirán: Ah, pero usted está escribiendo en un computador. Cierto querido amigo, pero sepa que los ociócratas “utilizan los medios, más no son utilizados por los medios”. Y si alguna vez te tildan de ocioso, palabra peyorativa para decirte vago, siéntete orgulloso, pues la construcción más sublime del ser humano ha estado en manos de los más grandes ociosos. Quien subestima a un ociócrata, ni siquiera figurará en los almanaques, y si figuran aparecen como genocidas o autores de las mayores desgracias que nadie quiere recordar.

Por eso, y para no agotar su tiempo libre me despido con esta consigna o grafiti de papel: “Ociosos de todos los países, cread, cread y cread”.

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