El deporte es antídoto fulminante contra el delito, es señal de vida, progreso y bienestar; así lo entienden las potencias. Colombia necesita una agresiva política de estado que incorpore la cultura del deporte, en centros educativos, comunales y sociales; invirtiendo en complejos deportivos que armonicen con el ornato público, gratuitos y de fácil acceso. Seguramente el recién creado Ministerio del Deporte en su plan 2018-2028 trabaja en esta dirección.
Colegios y barrios en todos los niveles sociales viven el asedio del microtráfico y la extorsión, y las pandillas son el instrumento de las mafias para controlar su dominio. Son estas, las que demarcan territorio, regulan el “orden social” y cometen crímenes. Trascienden de generación en generación reclutando niños y adolescentes cautivados por las drogas, el dinero, las armas y la explotación sexual. Vida fácil que los llena de poder y adrenalina, mejor que ir a la escuela, o disfrutar de un campo deportivo, el que usualmente no existe cerca de casa.
La deserción escolar así lo demuestra; cada año 243.000 estudiantes abandonan sus estudios, y en pandemia crece por falta de conectividad y autodisciplina. Según el Dane, casi 7.000 niños son nuevos consumidores de drogas cada año y del total nacional, el 19,5 % están en edades de entre 12 y 24 años. En 5 años de vigencia del Código de Policía, se han impuesto 545.000 comparendos por consumo de sustancias psicoactivas en lugares públicos y 1,2 millones por porte ilegal de armas, infracciones que comprometen en mayor grado a la juventud.
Un reciente estudio de Insigth Crime sobre la extorsión y el pandillismo en los países del trángulo norte: Guatemala, Honduras y el Salvador, activa las alertas y ubica este fenómeno con una tendencia al incremento, como principal fuente de ingreso de las bandas criminales y la más grave amenaza para la juventud y la seguridad de estos países. Muy similar al panorama en Colombia donde el delito representa el 3 % del PIB.
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Sigue vigente y demanda mayor capacidad institucional, intervenir la corrupción localizada en zonas de alta incidencia del delito, y arrebatarle el control territorial a los “combos”
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El microtráfico arroja ganancias de hasta el 1.200 % cuando se comercializa al menudeo. El gobierno y la Policía han acudido a todas las herramientas para combatirlo, pero aún falta, sigue vigente y demanda mayor capacidad institucional, intervenir la corrupción localizada en zonas de alta incidencia del delito, y arrebatarle el control territorial a los denominados “combos” o bandas que utilizan parques y canchas deportivas como centros de distribución y consumo de estupefacientes.
De los 313,9 billones de presupesto nacional, cultura, ciencia y deporte son los últimos en la lista. 680.000 millones se destinaron en 2020 para deporte, no obstante, estamos entre los primeros en la lista de Latinoamérica. Según Forbes nuestro país ocupa el cuarto lugar después de Brasil, México y Chile.
Eliminar el microtráfico y la extorsión de colegios y barrios vulnerables, es deber moral con las futuras generaciones. Y convertir estos lugares en escenarios productivos de cultura, arte y deporte no da espera. La experiencia de Medellín ha sido ejemplarizante. Desde 2004 la Alcaldía creó el programa “Buen Comienzo”, beneficiando hasta hoy a 200.000 niños que afianzan sus valores y habilidades en arte, cultura y deporte. Programas como estos han hecho de Medellín la ciudad con la tasa más baja de deserción escolar en Colombia.
El gobierno ha ofrecido importantes incentivos para los jóvenes. En la pandemia, se están entregando subsidios para adquirir vivienda con financiación del 90 %; a través de INNpulsa se ha promovido el emprendimiento; y por segunda vez este año y financiados por la empresa privada, 20 líderes participaron del congreso mundial de jóvenes líderes en Munich. La Policía Nacional y el Sena desarrollan el programa “Jóvenes a lo bien” en todo el país, invitando a adolescentes que se encuentran en posición de riesgo para entrenarlos en gastronomía, agricultura, cultura, arte, medio ambiente y deporte, y alejarlos de la violencia.
Doblar el presupuesto para incentivar el deporte, se traducirá en mayores espacios seguros, menos criminalidad, menos consumo de estupefacientes y más vidas de niños y adolescentes protegidas. Las Escuelas de Formación Deportiva dirigidas a estudiantes de 6 a 12 años, el apoyo a deportistas de alto rendimiento y a los paraolímpicos, y los programas de Deporte Social Comunitario en poblaciones vulnerables, son el camino correcto, pero deben potenciarse; pues muchos jóvenes, a esta hora, en este preciso momento, deberían estar compitiendo por el país en Tokyo 2020, y no sumergidos y atrapados por las mafias del microtráfico, la extorsión y el cáncer de la drogadicción.