La pandemia agravó aún más la situación de los trabajadores, creció la precariedad. Del concepto de precariedad laboral ya se hablaba y se estudiaba en muchos países. Y en Colombia, más[1]. Y si no transformamos la agenda política del mundo del trabajo en las sociedades capitalistas, la situación seguirá empeorando, seguirá creciendo la precariedad. No podemos seguir en la “anormalidad de siempre”, como lo dijo el poeta español Luis García Montero.
La globalización generó una estructura de clases, según Guy Standing[2], sobreimpuesta a las estructuras anteriores: elites, salariados, profitécnicos, un viejo núcleo de clase obrera (el proletariado), el precariado, los desempleados y un lumpen – precariado. Para este economista y profesor de la Universidad de Londres no es aconsejable agrupar a todos los trabajadores en una única clase obrera, porque estos nuevos sectores tienen diferencias bien marcadas. “Se entiende la reticencia de los marxistas a desprenderse de la dicotomía capital/trabajo, aunque a la vez que descartan la idea de una nueva clase a menudo hablan de la “clase media”, un concepto mayormente no marxiano”.[3]
Creo, como el profesor Standing, que el precariado es una clase emergente a la que cada día se unen más personas, que se caracteriza por una inseguridad crónica, su vida laboral transcurre por fuera de las normas laborales y está separada de la clase obrera en su concepto original[4]. Aquí unas características y reflexiones tomadas de su ultima obra.
La palabra “precario” se usa normalmente como sinónimo de “inseguro”. Pero ser precario también significa depender de la voluntad de otro, ser suplicante de derechos, dependiente de la caridad o benevolencia burocrática. El precariado consiste entonces en la gente que vive de empleos inseguros entremezclados con periodos de desempleo donde la nueva “norma” es el trabajo incierto y volátil. No hay estabilidad laboral. Y en esa definición caben más 64 % de los trabajadores colombianos.
El precariado tiene que captar todas las formas de renta que pueda porque carece de acceso a derechos laborales. El precariado carece incluso de los derechos que el capital les reconoce a los pertenecientes al núcleo de la clase obrera y los asalariados. El precariado no tiene identidad ocupacional o narrativa que dar a su vida laboral. Esto produce frustración, ansiedad, desesperación económica, incertidumbre. El precariado debe aceptar una cantidad de trabajo que no es remunerado. Eso también lo distingue del proletariado.
El precariado se aleja psicológicamente del mundo laboral, entra de manera intermitente o instrumental en la relación de trabajo y siempre con varios estatus laborales. La movilidad social es inexistente. Característica compartida con gran parte del proletariado. En general los trabajadores precarios están sobrecualificados para los oficios que realizan.
Y cuando llegan las crisis económicas, que siempre llegan, carece de capacidad de recuperación, porque sus trabajos son por lo general prescindibles, se les puede despedir con toda facilidad y no tienen ahorros, viven de lo que ganan diariamente. El precariado vive en la trampa de la pobreza.
El precariado es una clase en guerra consigo misma. Pues por un lado están los contentos y por el otro los descontentos. También están los precarios con exceso de educación. Los primeros aceptan su estatus y los segundos se sienten enojados y desesperados. Los primeros suelen ser personas expulsadas de las comunidades y la clase obrera, son poco formados y, por tanto, inclinados a las agendas populistas neofascistas. Culpa a los segundos por su situación y está deseosa de castigarla con el corte de las ayudas estatales.[5] Los segundos son los tradicionales marginados, sin derechos, inmigrantes, gitanos, minorías, discapacitados y exconvictos. Los terceros están conformados por jóvenes de 20 o 30 años a quienes el sistema les dio la oportunidad de estudiar y les prometió una brillante carrera de desarrollo y satisfacción personal.
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El precariado, producto del estrés, la ansiedad, y la locura que produce, será protagonista de más disturbios y protestas, pero también de más patologías sociales
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El precariado puede ser agente de cambio mundial, pero debe y debemos ayudarle a encontrar una identidad común. Hoy, al ser una clase en formación, está en la oposición a las principales agendas políticas del siglo XX: el neoliberalismo de la derecha y el laborismo de la socialdemocracia. Como está en guerra consigo misma, está siendo usada por la agenda populista de derecha que culpa a los inmigrantes de todos sus males.
El precariado, producto del estrés, la ansiedad, y la locura que produce[6], será protagonista de más disturbios y protestas, pero también de más patologías sociales como el consumo de drogas, la violencia doméstica y el suicidio. No se imaginan el trabajo como el camino a la felicidad o que la creación de puestos de trabajo es señal de progreso. El precariado, a diferencia del proletariado, busca la seguridad fuera del puesto de trabajo.
De trabajadores precarios están llenas las ciudades y nuestro país. Y está lleno el mundo. Tenemos que organizarlos para ser agentes de cambio. Sino lo hará el neofascismo. Ya lo había advertido hace 7 años el periodista e investigador laboral, Álvaro Delgado, al decir que el mundo del sindicalismo hoy no es el pliego de peticiones y la huelga, sino esos asuntos globales y definitivos, una y otra vez, hasta la desaparición del sistema capitalista tal y como lo hemos conocido.[7]
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[1] Los informes nacionales de Trabajo Decente que publica la Escuela Nacional Sindical – ENS, desde 2008 reflejan la evolución del precariado en Colombia. El libro “La precariedad laboral en Colombia. Crónicas y reportajes” del periodista Ricardo Aricapa, publicado por Fescol y la ENS en 2014 relata el drama del precariado a través de algunas historias.
[2] Standing Guy: “El precariado: una carta de derechos”. España. 2014.
[3] Ídem. Pág. 41. El mismo autor señala que el deseo de parte del pensamiento marxista de integrar al precariado “en las viejas nociones de la clase obrera” o el “proletariado” ha impedido desarrollar el vocabulario apropiado y el conjunto de imágenes necesarias para guiar el análisis de clase en el siglo XXI.
[4] Cleaver, de forma sencilla señala que, “la clase trabajadora se considera como a la cual el capital le puede imponer el trabajo, por ende, la fábrica privada ya no es el centro y el único lugar de la actividad productiva capitalista, pues la necesidad de la expansión espacial y temporal para la acumulación del capital lleva la dominación a todos los ámbitos de la vida social”. Cleaver introduce aquí el concepto de la “fabrica social”. Cleaver, Harry. “Una lectura política de El Capital”. México. Fondo de cultura económico. 1985. Citado por Susana Gil Jaramillo en el texto: “Una lectura política de El Capital en el siglo XXI: sobre Harry Cleaver y la lucha de clase colombiana”.
La “clase”, para el Standing, por su lado, se define “como un grupo determinado principalmente por especificas relaciones de producción, especificas relaciones de distribución y especificas relaciones con el Estado. De estas relaciones surge una “conciencia” distintiva de lo que son reformas y políticas sociales deseables.”
[5] Hay tres capítulos de la serie “Salvados” que conduce el periodista español Jordí Évole que retratan esta situación. “Que viva la clase media” y los “Hijos de la ira”.
[6] Sobre el fenómeno de la precariedad y el desempleo ya me había referido en una columna anterior. “Recursos Inhumanos”.
[7] Delgado Álvaro, “Auge y declinación de la huelga”. 2013. Página 25.