Tomando en consideración la actitud permanentemente pasiva en que vivimos, inherente a la humanidad, ante el veloz paso del tiempo cronológico, ignorando sus causas y efectos sobre nuestras vidas y la vida en general, es absurdo seguir manteniendo esta tendencia de actitud ante decisiones trascendentales que para el futuro si no se toman de inmediato estarán poniendo en riesgo la vida en general, en nuestro país y en el resto del planeta.
Por eso quisiera traer a colación tres frases excelentes, dos de famosos escritores y una tercera anónima, que en sus contenidos resumen los fundamentos que como especie no podemos olvidar, ni mucho menos despreciar.
Decía Henry Thoreau, escritor y anarquista norteamericano, “no podemos matar el tiempo sin herir la eternidad”, recalcando en ella el papel que debe tener la conciencia sobre la existencia en sí.
Algo parecido mencionaba Miguel de Cervantes, cuando dijo que “no hay recuerdo que el tiempo no borre ni pena que la muerte no acabe”, para hacer referencia al hecho humano de olvidar muy fácil, y a la vez de trascender muy poco con respecto a la eternidad, así con nuestras acciones creamos no destruir el mundo que nos rodea, y nos quejemos por ello y lo sigamos destruyendo, pero sin considerar que al fin de cuentas éstas actuales realizaciones serán el futuro para las nuevas generaciones.
Entonces seguir aplazando decisiones que requieren inmediata ejecución, como por ejemplo la recuperación de las cuencas hidrográficas de todos los ríos y quebradas de Colombia y del planeta, con una siembra masiva de los árboles que requieren sus montañas y riberas, a la vez trazándole y exigiéndole unos límites definitivos al desarrollo y al progreso, es un despropósito monumental y un suicidio general, igual lo es seguirle apostando a los recursos no renovables como elementos de riquezas y de poder, o sea a la minería y al petróleo, cuando las condiciones terrenales exigen de inmediato tomar otros caminos y otras tendencias.
Por eso la urgencia mundial y local por hacer conciencia que la visión personal de aquellos con poder para hacer y crear negocios y empresas, y que hasta ahora ha primado, no puede seguir estando por encima del bienestar ni de la vida del resto de los humanos ni de los demás seres que compartimos éste también hasta ahora único planeta.
Que “el sentido común es el menos común de los sentidos”, frase famosa y parece que anónima aunque tenga a varios que se la atribuyan con sus variables, y que en vida me repetía muchas veces mi papá, es otra verdad de a puño con respecto a nuestra manera de actuar y de proceder, ante los caminos que ha ido tomando el destino de este planeta, incluyendo todo lo que éste tiene encima y por dentro, como consecuencia de nuestros actos y acciones depredadoras, y ya sin sentido, como lo demuestran los hechos, y lo recalcan las comunidades científicas, pero que aún hoy muchos hombres de poder siguen despreciando e ignorando, sin medir las consecuencias.
De allí que es tiempo de cambiar, como dice también una canción de nuestro Juanes, con la siembra de árboles como el estandarte de ese cambio mundial que propongo, conminando a todas las sociedades a empoderar el poder general, al menos sobre estos asuntos, porque con cada hora que pasa, las condiciones de deterioro ambiental se hacen irreversibles y el planeta invivible.