No es suficiente…
Opinión

No es suficiente…

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abril 05, 2015
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Estados Unidos, democracia que nos lleva cerca de cincuenta años de ventaja en su existencia, solo tiene una alta Corte con 9 magistrados, la Corte Suprema de Justicia. Colombia, país singular, tiene 3 altas cortes con 59 magistrados: la Corte Constitucional, la Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado. La Corte Constitucional tiene 9 magistrados; la Corte Suprema de Justicia tiene 23 magistrados distribuidos en tres salas, una civil y agraria, otra laboral y otra penal; y el Consejo de Estado tiene 27 magistrados distribuidos en la sala de consulta y servicio civil y la sala de lo contencioso administrativo, juntas son la sala plena. Dicho de otra manera, EE. UU. con siete veces más habitantes, tiene siete veces menos altos magistrados. Pero no solo es esa diferencia: mientras que en Estados Unidos los magistrados llegan a la Corte con un mínimo de treinta años de experiencia y permanecen hasta el final de sus vidas, en Colombia solo tienen que alegar diez años de  experiencia y duran ocho años en su cargo.

Lo que es deplorable es que la más que anhelada Reforma a la Justicia se ha iniciado exclusivamente por el destape de la ‘olla podrida’ de Pretelt. Lo que no se explica uno es por qué, habiendo el exministro Alfonso Gómez Méndez  planteado dicha reforma hace varios meses, solo hasta ahora Santos la propone. El columnista de El Tiempo, Mauricio Vargas, hace el siguiente comentario:

Digo que nos creen pendejos porque el Presidente no hizo más que plantear las medidas que, a mediados del año pasado, propuso el entonces ministro de Justicia, Alfonso Gómez Méndez: la eliminación de las funciones electorales de las cortes, el cierre de la ‘puerta giratoria’ que permite a un magistrado pasar de una corte a otra como resultado del intercambio de favores de su rosca, la creación de un tribunal especial de aforados que procese a los magistrados sin necesidad de pasar por la comisión de acusaciones, la reglamentación de la tutela –con límites de tiempo– y el examen de Estado para los juristas. ¿Por qué son buenas ahora y no lo eran tanto el año pasado, cuando el Presidente sacó a Gómez Méndez del Ministerio y engavetó varias de ellas? Como lo sugirió el debate de estos días en La W, la oposición del fiscal general Eduardo Montealegre, al Ministro fue clave en ello. Una alta fuente del Gobierno me dijo esta semana que, aunque a Santos le gustaban las iniciativas de Gómez, prefirió no enfrentarse al Fiscal, que no solo es su aliado en las negociaciones de La Habana –algo que se sale de sus funciones–, sino que despierta miedo: un fiscal general molesto con el Gobierno puede, si tiene instintos vengativos, hacerle mucho daño al Ejecutivo. Entonces, que no nos venga el Gobierno con que esas reformas son la panacea, porque si en vez de sacar a Gómez Méndez del gabinete le hubieran hecho caso y hubieran impulsado todas y no solo unas, no se habrían perdido estos meses con una reforma sin dientes como la que avanza en el Congreso.

Pero la Reforma de Santos no es suficiente. En primer lugar, porque solo aumenta la experiencia requerida para llegar a una alta Corte de 10 a 20 años. Como mínimo, para ser magistrado se debe tener entre 25 y 30 años de experiencia. En segundo lugar, no se modifica el periodo de permanencia de ocho años en las altas cortes. Un magistrado debería permanecer en su cargo hasta la edad de retiro que debe ser 75 años. Adicionalmente, se introdujo en el equilibrio de poderes la prohibición de que los exmagistrados litiguen contra sus cortes. La reforma establece que “no podrán actuar como apoderados ante la corporación de la cual hicieron parte, ni asesorar a partes interesadas en relación con procesos ante la misma, sino cinco años después de haber cesado en sus funciones”. Cinco años no son suficientes: la prohibición se debe extender a diez años ¡El país es consciente que un número importante de exmagistrados se ha hecho —a partir de la creación de la Corte Constitucional— a enormes fortunas con base en sentencias sobre tutelas que fallan sus propios excompañeros en las Cortes! ¡Hay que romper de manera definitiva la novedosa y deshonrosa costumbre de que haber sido magistrado de una alta Corte es la llave mágica para hacerse de una enorme fortuna en cuestión de meses!

Finalmente, la Corte Constitucional en si es totalmente redundante ¡En su día el papel que juega dicha corte la cumplía con lujo de detalle la Sala Constitucional de la Corte Suprema. El haber hecho una alta Corte independiente es un derroche innecesario de dinero y burocracia!

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