Tanto El Chavo del 8 como los noticieros colombianos tienen cosas chistosas y ridículas. Además, dicen mentiras, meten la pata, repiten y redundan.
Sin embargo, es preferible ver el primero y reírse de lo mismo (la candidez, la rutina de la vida y sus hechos) que escuchar la información sabida desde los titulares y poco ahondada por la programadora respectiva, la que, además, gasta tiempo, con tal de estar al aire.
La cosa va así:
-Primero, la vocea el principal en pantalla.
-Luego, la repite el microondas local (desde donde se produjo).
-Después, es resumida ante un funcionario público, quien emite su opinión y le pone los correspondientes linderos.
Notas.
En algunos casos, el periodista se ensaña con la víctima preguntándole las cosas evidentes que su situación trágica acarrea, ponderando el rating sobre el dolor humano.
Por cierto, al menos, El Chavo del 8 lleva tiempo haciéndonos reír, sin pretender vestir de alguna arrogancia la sencillez del humor que tiene la vida.
Y habría más en un noticiero si se le diera importancia a la simpleza intrínseca que tiene la noticia, para aquello de informar.