¿Cuántas veces luego de una exitosa jornada de protestas pacíficas, conmovedoras y diversas, se malogran porque al final del día los medios solo hablan del puñado de vándalos que hicieron desastres?
Recuerdo la gran marcha del Paro Agrario de 2013, fue algo especial. De pronto los bogotanos tan urbanos se dieron cuenta que los campesinos existían, que las verduras no nacían en los supermercados y que esas personas que las cultivaban vivían en la miseria y el olvido. Fue un movimiento contracultural, una concientización de la ciudadanía muy difícil de lograr de otro modo. Aquella marcha luego de semanas de movilizaciones fue una explosión de cultura, alegría, indignación creativa, integración social, era hermoso. Sin embargo, hacia las 4 de la tarde, el vandalismo se tomó todo. Una lástima. Recuerdo bien que los dos noticieros nacionales (que deben prender unos 10 millones de televisores) abrieron con un estruendoso “vandalismo en Bogotá” y El Tiempo abrió con una foto similar.
Sin ir más lejos el 21 de noviembre la concentración en la Plaza de Bolívar, la mayor en décadas, era también pacífica, diversa y un inspirador ambiente de que algo estaba cambiando se respiraba en el aire. Pero de un momento a otro, salieron los capuchos de algún lado y el ESMAD que también estaba impaciente respondió. Hasta ahí llegó todo. Solo un hermoso cacerolazo nacional y masivo varias horas después salvó la jornada.
No llevamos años sino décadas preguntándonos ¿quiénes son los vándalos? ¿De dónde salen estos capuchos que son un lastre para la protesta social?
Hay varias hipótesis: Infiltrados de extrema derecha que buscan sabotearla, infiltrados de extrema izquierda que quieren radicalizarla, infiltrados de grupos armados ilegales a quienes les interesa el caos. Yo creo que hay un poco de todo. Lo que sí no creo, es que sean jóvenes que espontáneamente se ponen una capucha para hacer desastres, no, esto es algo muy organizado y calculado.
También hay teorías descabelladas, como que las protestas han sido movidas por los rusos desde Twitter, que Petro tiene el poder de instigarlas, o que es el anticipo a una invasión alienígena. Dejemos las bromas para otro momento.
En gracia de discusión, respetuosamente le reclamo a los sectores de izquierda que tan vehemente se quejaron del ingreso del ESMAD a la universidad, ¿por qué no dijeron nada de los capuchos? Los primeros que violan la autonomía universitaria son personas que fabrican explosivos para usarlos dentro de la universidad ocultos tras una capucha.
Y con esto no quiero decir ahora que la protesta social deba ser los domingos en la tarde y por el andén. No. La protesta debe ser disruptora, provocadora, irreverente, rebelde y vehemente. Alguna vez a Claudia Quintero, líder campesina del Catatumbo le preguntó un periodista: ¿y ustedes por qué bloquean vías? Y ella respondió, “pues cuando bloqueamos a tanto medio nos paran bolas, como será si no”
Del otro lado está el ESMAD, nos la han pintado como una fuerza legítima y necesaria para contener la violencia en la protesta social. Pues no, no lo es, el ESMAD es hoy un actor beligerante y hostil contra las marchas pacíficas, para ellos los manifestantes pacíficos son enemigos a quienes hay que castigar, de otra forma no me explico la sevicia, abuso, atropellos de esta fuerza y de la Policía que genera a costa de manifestantes inermes, incluso contra gente que pasaba por ahí. Francamente, hay casos donde la Policía y el ESMAD no parecen fuerza pública sino un ejército de ocupación e intimidación de civiles, cuando detienen a los manifestantes los insultan, amenazan y hasta hay casos de tortura. No olviden la nota de Daniel Coronell de este fin de se semana, “si por mí fuera esta niñita no cuenta la historia”.
Nos tienen engatusados con el cuento de que en todos los países de la tierra y de las galaxias cercanas hay escuadrones antidisturbios, entonces que en Colombia también debe haberlos. Este argumento es pobre, el ESMAD debe ser reformado y en general la Policía necesita una reingeniería. No pasa un día en que no veamos un hecho o de corrupción o de brutalidad policial. Puedo mencionarles más de 50 hechos de violencia y con saña por parte del ESMAD en las pasadas protestas del 21 de noviembre. Finalmente, es el colmo que aún estén usando la misma con la que mataron a Dilan Cruz. (Porque lo mataron, no se les atravesó en el camino)
Alguien decía en un trino que a los miembros del ESMAD deberían hacerles exámenes para detectar quienes de ellos han consumido drogas al momento de salir a moler a palos a los manifestantes, casi siempre pacíficos. Debería ser parte del protocolo, y si alguien me dice que es un insulto a la Policía pedir algo así, les respondo, que el que nada debe nada teme.
Y así estamos, miles de personas protestan de manera pacífica, un país consciente que se lanza a las calles a exigir cambios justos, pero quedan en la mitad de una guerra entre capuchos y ESMAD.
Pienso que sectores de centro e izquierda se apresuraron en cuestionar el ingreso del ESMAD a la universidades en Medellín y Bogotá por parte de justamente dos alcaldes progresistas.
No creo que Claudia López o Daniel Quintero quieran ahora acabar con la autonomía universitaria cuando justamente los dos son hijos de ella, lo que pienso es que ambos comenzaron a afrontar el problema desde dos aristas: controlar la brutalidad del ESMAD y sacar a los capuchos de las universidades.
Enhorabuena López y Quintero han planteado un debate muy necesario, ¿cómo hacemos para tener una protesta social sin ESMAD y sin capuchos?
Estamos equivocados, el debate no es la autonomía universitaria, creo que nadie la pone en duda. El debate es cómo controlamos y reformamos el ESMAD y cómo sacamos a los capuchos de las protestas sociales. El día que lo logremos gana la democracia y gana el país. Los alcaldes de Medellín y Bogotá tienen todo mi apoyo para lograrlo.
Juan Luis Castro, senador Partido Verde