Cuando esta tarde el rector de la Universidad Simón Bolívar de Barranquilla me haga entrega de los arreos de Doctor Honoris Causa en Ciencias Sociales y Humanas, que generosamente tuvo la Sala General de la Universidad de otorgarme, estaré pensando en una mujer excepcional de cuya mano ,y contando con el impulso del nunca bien lamentado Otto Morales Benítez, llegué a la casa del viejo José Consuegra O¨Higgins en Puerto Colombia para comenzar un diálogo que hoy toma otros rumbos y establece nuevos compromisos. Por esos días, el atrevido educador y batallador insigne de las ideas de liberalidad estaba en sus primeros pasos montando lo que hoy es un centro docente pletórico de investigadores y pensadores.
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Mujer excepcional, líder cultural de envergadura, cargada de humanidad para decir las cosas, para escribir su poesía, para dar consejo, para apoyar con humildad pero con desbordante cariño
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De eso hace casi 50 años y no se me ha borrado de la memoria ni la voz cantarina de la poeta Meira del Mar ni ella ha dejado de susurrarme en momentos críticos de mi existencia. Fue coincidencialmente el domingo pasado que se cumplieron los 100 años del natalicio de esta mujer excepcional, líder cultural de envergadura, pero sobre todo cargada de humanidad para decir las cosas, para escribir su poesía, para dar consejo, para apoyar con humildad pero con desbordante cariño. Desde entonces la visité muchas veces, acompañado en varias de ellas por esa inolvidable periodista de Margarita Galindo, que oficiaba de cicerone. Lo hice en su oficina de la Biblioteca Departamental que dirigió por más de 30 años, o en los acogedores aposentos de su casona, cargada de recuerdos de la tierra de sus mayores o de los testimonios de su orientación hacia grandes gestores de la literatura nacional que en algún momento ella ayudó ,como a mí, a desviarse del camino equivocado. Siempre salí pletórico de escucharla. Hablando con ella entendía la verdadera misión del pensador en épocas convulsas y quedaba con ganas de prolongar con mis palabras, con mis escritos, la generosidad ilímite que nos enseñaba hasta con el más mínimo gesto.
Esta tarde entonces, en el auditorio de la mitológica Casa de la Cultura de la Perla, cuando reciba mi galardón, elevaré mis ojos al cielo en el que ella siempre creyó que había otra vida y la honraré con un silencioso pero muy sentido brindis: ¡ES POR TI, MEIRA DEL MAR!