Soy de esa generación de rolos que no son hinchas de Millonarios o Santa Fe. Como buen hijo de los ochentas, crecí cuando solo tres equipos se disputaban la fama y la gloria: el equipo azul de la capital, América de Cali y Atlético Nacional. No había más, entre otras, por los dineros calientes que fortalecieron especialmente a esos clubes, lo cual lamento y repudio.
Mis papás se identifican con Millonarios, pero nunca fueron de ir al estadio o de oír los partidos en la radio. En esa época, un partido en la televisión era poco común, salvo los de la selección. De allí que mis primeros recuerdos futbolísticos sean imágenes granuladas de esas primeras incursiones del fútbol colombiano en la élite mundial y de la generación del Pibe, René Higuita, Andrés Escobar, Leonel Álvarez, Arnoldo Iguarán y Freddy Rincón.
Y en estos días, en los que Nacional está a una victoria de alcanzar de nuevo el sueño continental, me he vuelto a cuestionar sobre si solo se puede hinchar por un equipo de la ciudad en la cual uno nació.
Parece una discusión baladí, pero en muchas conversaciones de amigos surge el improperio: seudopaisa, vendido, regalado, ¿En qué clínica de Medellín ‘nacistes’? ¡Ah, le gusta Pablo Escobar! Los colombianos somos así, viscerales.
Entonces no basta con explicar ese rasgo generacional de haber sido pelao en la época en que unos colombianos jugando al fútbol al fin ganaron un título.
Y claro, es muy fácil a los seis años montarse al bus de la victoria. Lo hace a cada rato el presidente Santos en sus redes sociales, y eso que ya está crecidito. Pero eso no lo explica todo.
La asociación a un equipo por geografía es común, pero no universal. Y menos en estos tiempos de fútbol por televisión hasta el hartazgo. Muchos de los que usan ese argumento se ponen la camiseta de Millonarios y la del Real Madrid con la misma propiedad. Dizque porque han jugado unos amistosos y porque un jugador -el mítico Alfredo Di Stéfano- lució las dos camisetas.
En Bogotá es más común ver gente enfundada en casacas de Manchester United, Chelsea o Barcelona que de la Equidad, Fortaleza o Santa Fe.
Y en Argentina muchos hinchas de River o Boca nunca han pisado Buenos Aires. Por eso a los bosteros se les conoce como “la mitad más uno” de la Argentina y no solo del barrio donde juega Boca.
Hay casos de sectarismo y chauvinismo irreconciliables, claro está. Como en Rosario, donde la identidad local está polarizada entre canallas (los hinchas de Rosario) y leprosos (de Niuls). O en Escocia, donde los fan de Celtic e Hibernian son comunidades católicas; y los Rangers y Hearts, protestantes. O Athletic Club de Bilbao, donde para jugar hay que ser vasco o descendiente de un emigrante de esa región.
Pero en Colombia todos somos más o menos mezcladitos, en términos raciales y geográficos. De hecho, soy la primera generación de bogotanos de mi familia, por lo que el argumento vernáculo no me aplica.
Así que mi primera respuesta es que Nacional no es un equipo exclusivamente de Medellín (como su rival de patio, por ejemplo). Varios de sus jugadores más brillantes vienen de otras regiones del país: Alexis García y Francisco Maturana (quibdoseños), Leonel Álvarez (Remedios), Faustino Asprilla (Tuluá) o Macnelly (Barranquilla). Como su nombre, el sentimiento de identificación por este equipo trasciende las fronteras del Valle del Aburrá. De contrera, el equipo ganó su título más importante en El Campín de mí Bogotá. No hay pueblo de la costa, de la Amazonia e incluso del pacífico donde no se encuentre uno con la camiseta verdolaga adoptada como vestimenta de diario. Muchos en el eje cafetero se identifican más con Nacional que con los venidos a menos Quindío y Pereira. Sin duda, es la hinchada más numerosa del país. Así fue con Millonarios por allá en los 70, y con América, hasta que se amañó en la B.
En los 80 Nacional se arriesgo a tener un equipo de “puros criollos” y ganar algo así. Para al año siguiente jugar en Italia 90 con una buena parte de ese equipo como base de la selección. Mientras tanto, los ídolos de América eran Battaglia, Falcioni, Nunez y Gareca, todos venidos del sur del continente. ¿Y los de Millos -que son los hinchas más aletosos con esto de apelar a la identidad bogotana-?: Funes, El Pájaro Juárez, Vanemerack y más adelante Lunari. Otra razón para ser del verde y ser feliz.
Y bueno, la historia se repite: Nacional aporta hoy a la selección -que fue 3a en la más reciente Copa América- al central Sánchez, al lateral Díaz, al volante Pérez, al atacante Moreno. ¿Y Millonarios? Sus dos figuras más descollantes en años recientes -Robayo y Pedro Franco- son jugadores de media petaca, lejos del nivel de la selección. Y bueno, pues América, ni se diga: lleno de uruguayos desconocidos a los que atracan en las calles de Cali a cada rato.
Así que la próxima vez que le pregunte a un rolo por cuál retorcido motivo se volvió hincha de Nacional, cuestione también qué esfuerzos han hecho Millos, Fortaleza, Academía o incluso Santa Fe -excluyendo el último lustro- por captar adeptos en la plaza más grande del país.
Goles -y titulos- son amores, y no buenas razones.
@rodrihurt