Con las variadas y trascendentales decisiones que le ha tocado tomar a este gobierno, a raíz de las drásticas políticas que ha tenido que asumir para contrarrestar los problemas generados por la pandemia del coronavirus, teniendo que suspender innumerables actividades, negocios y hasta cobros de cuotas o compromisos financieros, se está demostrando que igualmente se podría hacer un alto en el camino. Con esto se podría cambiar el rumbo de los sistemas productivos más importantes y cruciales, para a partir de allí darle un gran y nuevo impulso a nuestro desarrollo.
Con ello estamos hablando de los sistemas educativos, económicos, industriales y agropecuarios de Colombia, pudiéndose superar así la directa y casi total y absoluta dependencia que tenemos de la explotación de los recursos no renovables (como son principalmente el petróleo y la minería). A partir de esta única y extrema situación podríamos iniciar una revolución cultural, educativa, productiva y organizativa, utilizando las bondades ambientales y naturales que exclusivamente poseemos. Partiendo de ellas podemos empezar a socializar la propiedad de la tierra con el único propósito de poder desarrollar mucho mejor nuestros sistemas sociales y productivos, convirtiéndolos en el motor y en los grandes impulsores de nuestro desarrollo económico y social. Así podríamos convertirnos en productores de todo tipo de cultivos y de alimentos, con su posterior y lógica transformación e industrialización. Además, con ellos también podríamos multiplicar la oferta de empleos y de oportunidades laborales; sin contar con que sería una forma expedita de enfrentar y superar, de manera rápida e inmediata, los gravísimos problemas que nos están generando los cultivos ilícitos y la consecuente guerra al narcotráfico.
Es entendible que para poder volver esta alternativa una realidad se necesitará repartir mejor y más justamente la propiedad de la tierra, siendo esta una decisión que pisará muchos cayos y que provocará muchos conflictos y problemas, ya que estas se encuentran hoy en muy pocas manos y desarrollando muy pocas actividades productivas y económicas. Así mismo, fuera de encontrarse en muy pocas manos, también son poseídas por las personas equivocadas, como lo son acaparadores y acumuladores de tierras, los dueños de monopolios productivos, los ganaderos inconscientes e inmorales, los narcotraficantes desmedidos y sin mayor control, como igualmente en delincuentes de variado tipo, provocando el atraso del progreso general, en un país que urgentemente necesita deshacerse y despegarse de esos males que le limitan su progreso.
¿Tendrá entonces este gobierno, en manos precisamente de un movimiento político que avala, representa y defiende a ese tipo de equivocados propietarios, las agallas, la inteligencia suficiente y el convencimiento necesario para animarse a aprovechar el momento histórico que se le presenta? He allí el dilema y el problema.