"Es mejor ser guapo que bueno y es peor ser feo que malo"

"Es mejor ser guapo que bueno y es peor ser feo que malo"

Una de las frases más ingeniosas del brillante escritor Oscar Wilde, más vigente hoy que nunca

Por: carlos alberto ramírez cardona
junio 13, 2018
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Foto: Pixabay

Los antiguos griegos decían que la mujer pobre, pero hermosa, ya tenía una dote, es decir un atributo muy importante y ganado sin esfuerzo; esta especial característica de algunos mortales, se le consideraba como un don, un regalo de los mismos dioses paganos.

En la actualidad el concepto abarca tanto a mujeres como a hombres, la belleza exterior arrobadora y fatal, pasión, furor, amor locura, todo en uno. En una sociedad donde las apariencias externas importan más que el contenido, este rasgo de venus o Apolo según el caso, deciden tu precario y falso concepto de felicidad; la mujer esbelta fina, con cuello de cisne, grácil, de mirada inquietante, rasgos finos y perfectos, labios carnosos e incitantes, nos hace poner piel-erectos, “erizarnos” como lo dice la erótica abuela, Amparo Grizales; la Barbie rubia, color caramelo, sigilosa y bella como una serpiente del Nilo hace tambalear nuestras relaciones afectivas, al igual que nuestros ahorros y fortuna, que se van en tropel desbocado en pos de la pizpireta damisela, que sabedora de su poder subyugante, nos trata como a canarios implumes o mininos desdentados.

¿Y qué decir de ellas, ante el prócer varón, de cabellera leonada mirada dulce, cuerpo perfecto de pectorales finos y firmes, tez bronceada por el sol, como el mismísimo París, objeto de pasión y lujuria por parte de la bella Helena? Que, enloquecidas por tanta galanura, lo dejan todo, en búsqueda de tan inquietante y placentera experiencia; algo en común; ni ellas, ni ellos, tienen inteligencia, solo cuerpos perfectos, pero que les otorga una enorme ventaja, frente a los demás seres humanos, en una civilización y cultura cada más hedónica, que rinde culto a las formas perfectas.

Pero el feo (a) tiene otro destino menos afortunado, aunque tenga un corazón de oro puro, su actuar seráfico y bondadoso le acompañen y las palabras más dulces y bellas salgan de sus boca, a la par de los actos más puros y sublimes, y sobresalga por su inteligencia, solo será mirado con cierta indulgencia y simpatía, por sus anheladas parejas, que no los querrán tener inicialmente para sexuar o tener una relación amorosa con ellas(os).

La combinación perfecta de Alejandra de Hipatia, de bella e inteligente, o de Aquiles o Alejandro Magno, es una simbiosis cada vez más escaza de hallar; pero no todo está perdido, en este fiero combate de la conquista y del amor; quienes no ostentamos el don de la belleza, debemos echar mano de la inteligencia, de las neuronas, de la chispa maníaca, la genialidad, la finura, el detalle, batirnos cual acosados mosqueteros, para lograr el afecto de la fémina. La mayoría de hombres de hoy, solo exhiben su cuerpos, casi perfectos, esculpidos en gimnasios, y sus pectorales, ello les basta para que más de una grácil y bella dama se derrita por su supuesto encanto, así sus cerebritos sean vacíos y tontos.

Hace años, no me sentía tan diestro, tan creativo, tan lleno de vida en la lucha por lograr el amor de una mujer, he desempolvado, sacado del cofre de la adolescencia, un arsenal formidable, canciones, poemas, detalles, tarjetas, muñequitos de felpa, pero más que nada pasión y vida.

Hoy en día si yo le digo a mi futuro amor, en tono romántico: “quisiera ser una lágrima tuya, para nacer en tus ojos, resbalar por tus mejillas y terminar en tu boca” o “quisiera ser una mariposita tener patitas de algodón para meterme en tu pecho y tocar tu corazón”, esperando derretirla, ella ni se inmutaría , mientras el primate peludo, la mira, mueve sus caderas y con movimientos pélvicos le canta un reguetón dominicano: “Todo lo que tengo es tuyo mamita….”.

Inmediatamente ¡zas! caerá a sus pies. Pero eso no debe amilanarnos, ese tonto pasará como un capricho a la postre. La inteligencia, los finos modales, el hombre romántico, detallista, tierno, querendón, divertido y mimoso debe triunfar, toda esa belleza física superficial, adquirida o ganada, es pasajera, solo el alma, el corazón y el intelecto permanecen. De los febriles amantes de las noches de pasión y éxtasis, se pasa a la pareja tierna, dulce, sensible y amorosa, que lo comparte todo, máxime una deliciosa velada y una agradable conversación. “La belleza es la llave de los corazones, la coquetería la ganzúa” (André Mason).

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