Parece parajódico escuchar a mandatarios anteponiendo los intereses económicos de su país antes que la nefasta epidemia del coronavirus. El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, acaba de anunciar una serie de medidas encaminadas a levantar las restricciones que se han impuesto por culpa de la pandemia, a pesar de que cada día aumenta el número de infectados y muertes y convertirse en el próximo foco de infección.
Igual sucede en otras latitudes. El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, critica el estado de emergencia que vive su propia nación, en especial censura las medidas adoptadas por los gobernadores de Sao Paulo y Río de Janeiro para frenar el virus. La prohibición de transportes, el cierre del comercio y el confinamiento en masa dijo son "exageradas", pues para el primer mandatario dichas acciones significan que la actividad productiva se vea necesariamente afectada.
Ambos mandatarios desconocen las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, OMS, que advierte mayores acciones preventivas y restricciones para contener la propagación del COVID-19. Mientras tanto, otros mandatarios se retractan de sus primeras disposiciones de no "atacar" a tiempo esta infección, que ya ha cobrado a nivel mundial más de 21.000 muertes.
España e Italia, países con los mayores índices de afectados, no tomaron medidas extremas desde un principio. Las decisiones para frenar el foco de contagio del nuevo coronavirus fueron tardías y flexibles.
Hoy, el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, extenderá la cuarentena hasta el 11 de abril tras registrar más de 48.000 contagios y sobrepasando los 3.500 fallecimientos. Es el segundo país con más víctimas después de Italia.
Cuando el presidente del Consejo de Ministros y jurista italiano, Giuseppe Conte, tomó las medidas para controlar la expansión del virus ya era demasiado tarde. En el país ya había más de 400 muertes. En tan solo un mes desde que se registró el primer deceso, el número de contagios asciende a más de 70.000 de los cuales 7.000 han muerto. Ante estas nefastas cifras el gobierno italiano introducirá medidas más estrictas.
El primer ministro británico, Boris Johnson, desoyó las advertencias de los organismos internacionales de salud y prefirió no tomar medidas de aislamiento con el propósito que el ritmo de la economía no se desacelerará. Su terquedad de imponer una "inmunidad de grupo" le costó al Reino Unido por el momento 500 muertos. Ahora llama al confinamiento domiciliario.
Casos como los anteriores son muchos. En Nicaragua, por ejemplo, no han establecido cuarentena preventiva, a pesar de brotes existentes del COVID-19. El mundo está en vilo y las decisiones que se tomen de aquí en adelante serán cruciales. El dilema de los mandatarios del mundo es evitar el mayor números de víctimas por el coronavirus y con las debidas restricciones y mirar cómo enfrentarlo sin anteponer los intereses económicos. No es fácil. La incertidumbre va en aumento y en un mundo donde el reacomodamiento económico es incuestionable. El impacto será de proporciones catastróficas. La acción, por ahora, es en términos de distanciamiento social para contener la emergencia sanitaria que se vive sin importar las implicaciones económicas que conlleva.
Un informe del Fondo Monetario Internacional de octubre 2019 (un mes antes del primer contagio de la enfermedad causada por el coronavirus SARS-CoV-2, en China) alertaba que "tras una fuerte desaceleración en los últimos tres trimestres de 2018, el ritmo de la actividad económica mundial continúa siendo débil. En particular, el ímpetu de la actividad manufacturera se ha debilitado sustancialmente y ha tocado niveles no vistos desde la crisis financiera mundial. En términos más generales, las crecientes tensiones comerciales y geopolíticas han agudizado la incertidumbre que rodea el futuro del sistema de comercio mundial y la cooperación internacional, perjudicando la confianza de las empresas, las decisiones de inversión y el comercio internacional. Un notable vuelco hacia políticas monetarias más acomodaticias —tanto a través de la acción como de la comunicación— ha amortiguado el impacto de estas tensiones en el ánimo y la actividad de los mercados financieros, en tanto que la resiliencia general del sector de los servicios ha respaldado el aumento del empleo. Ahora bien, el panorama continúa siendo precario".
El futuro es incierto, pero seguramente el crecimiento mundial se debilitará, prevalecerá una fuerte desaceleración en el panorama económico mundial y una nueva recesión llegará.