Hace algunos meses, algunas organizaciones de derechos humanos, académicas, políticas, e incluso actrices de Hollywood, emitieron un comunicado[1] pronunciándose en contra de una campaña[2] de Amnistía Internacional que propone despenalizar esta actividad. En su concepto, la descriminalización total del trabajo sexual otorga plena libertad a los proxenetas para continuar con el negocio de la explotación sexual. Así, sugieren que debe sancionarse no a quienes ejercen la prostitución, pero sí a quienes la contratan y la “promueven”.
Esta discusión no es para nada nueva. El debate al interior de las distintas corrientes feministas ha encontrado en este asunto una gran tensión. Por un parte, hay quienes argumentan que, en todos los casos, la prostitución constituye una forma de explotación sexual pues necesariamente reproduce la subordinación de las mujeres[3]. En su concepto, ninguna mujer puede “elegir” prostituirse, siempre existe coerción, engaño o necesidades económicas que orillan a la persona a establecerse en esta “situación”. Para ellos/as, no es posible concebir la libertad si la sexualidad sigue siendo la misma que convierte a las mujeres en objeto[4].
Por otro lado, hay quienes consideramos que la contratación y prestación de servicios sexuales es una forma de trabajo. Una visión que considera (y valora) la agencia de la persona, alguien que puede escoger el ejercicio del trabajo sexual y que de ninguna forma encuentra en esta actividad una “degradación” del ser humano. Esta postura, claro está, no niega ni ignora que existen situaciones en las que mujeres y hombres, a través de diferentes formas de coerción, se encuentran inmersos en círculos de explotación sexual. Sobra decirlo: estar a favor de la despenalización del trabajo sexual y su libre ejercicio, no implica estar en contra del tráfico o trata de personas.
Y es que el argumento anti-prostitución o abolicionista resulta problemático, por lo menos, en tres sentidos. Primero, que reduce a las mujeres (y en general a cualquier persona que se dedique al trabajo sexual) a sujetos sin agencia, simples receptores pasivos de lo que pasa en el mundo. Pensar que ninguna mujer es capaz de decidir lo que puede hacer o no con su cuerpo (así no estemos de acuerdo con ello), es una generalización que ignora el potencial de cambio individual. Victimizarnos en todos los casos, solo nos empobrece como seres humanos con capacidad de actuar.
Segundo, que el hecho de “esconder” el tema a través de la penalización del trabajo sexual, no hace del mundo un lugar más seguro para quienes, de hecho, lo ejercen (e incluso para quienes lo contratan). La criminalización de las y los trabajadores sexuales o de sus clientes, genera una serie de barreras en el acceso a ciertos servicios del Estado. Desde la dificultad de acudir a la justicia en casos de violencia por temor a las represalias legales o sociales, hasta la imposibilidad de acceder a servicios de salud sexual por parte del Estado que tengan en cuenta la actividad laboral específica de la persona. Hacer del trabajo sexual una actividad clandestina y excluida del espacio público, más que mejorar la situación de quienes ofrecen y contratan servicios, los sitúa en una situación de riesgo constante.
Tercero, que hay un difícil problema de representación cuando se discute sobre la situación legal de quienes ejercen la prostitución. Basta hacer una búsqueda rápida sobre movimientos de trabajadoras/es sexuales para percatarnos que, en la discusión, no estamos tomando en cuenta la opinión más importante: la de quienes ejercen el trabajo sexual[5].
“Al final del día”, expresó Jane, una trabajadora sexual inconforme con la publicación del comunicado en mención, “la propuesta de Amnistía Internacional impacta mi vida […] el hecho de que esas celebridades que no tienen nada que ver en esto y que de ninguna forma se ven afectadas por la criminalización sean quienes más tengan voz es frustrante y, francamente, deshumanizante”[6].
Cuando hablamos en nombre de alguien, cuando somos personas “externas” a la discusión, siempre debemos preguntarnos quiénes ganan y quiénes pierden con las políticas que apoyamos: ¿estoy en contra del trabajo sexual porque me “molesta” o porque pienso que es “incorrecto” o verdaderamente me interesa el bienestar de quienes lo ejercen? ¿Esta política que estoy promoviendo genera beneficios reales para las personas que estoy tratando de “representar”? ¿Estoy generando inmunidades a ciertos actores al ignorar o tratar de eliminar ciertas realidades sociales?
“A pesar de lo convincentes que son los argumentos en contra del trabajo sexual para quienes no lo ejercen”, continúa Jane, “la respuesta de las trabajadoras sexuales a Hollywood es: gracias pero no gracias. Han entendido todo mal”[7].
En el debate libertad versus coerción sexual debemos encontrar un punto intermedio. Una postura que nos permita pronunciarnos en contra de la explotación, sin excluir e imponernos sobre la libertad de quienes libremente deciden ejercer el trabajo sexual. Seamos conscientes y responsables de los (verdaderos) efectos de nuestras políticas.
- Abogada mexicana / Investigadora
PARCES ONG
Twitter: @norapicasso
Correo: [email protected]
[1] Disponible en línea: http://catwinternational.org/Content/Images/Article/617/attachment.pdf
[2] “Amnistía Internacional propone despenalizar el trabajo sexual realizado sin coerción, abuso, ni explotación”, 21 de agosto de 2015. Disponible en línea: http://www.publico.es/opinion/amnistia-internacional-propone-despenalizar-sexual.html; Amnistía Internacional: Trabajo sexual. Disponible en línea: https://www.es.amnesty.org/temas/trabajo-sexual/
[3] Vale la pena aclarar que esto no excluye que los hombres también sean víctimas de explotación, simplemente que en términos numéricos las mujeres siguen siendo mayoría cuando hablamos de víctimas de trata con fines de explotación sexual.
[4] MacKinnon, Catharine. Feminismo, Marxismo, Método y Estado: Un agenda para la teoría. En: García Villegas, Mauricio; Jaramillo, Isabel Cristina y Restrepo, Esteban (compiladores). Crítica Jurídica. Colombia, Ediciones Uniandes/Universidad Nacional de Colombia. Traducción: Holguín, Magdalena. 2006, pp.180-181.
[5] Ver, por ejemplo, el proyecto de PARCES ong “Regias Reveladas” que busca disminuir el estigma que existe en contra del ejercicio del trabajo sexual: https://www.youtube.com/watch?v=1UBu2rmWwcw
[6] The Daily Beast. Prostitutes tell Lena Dunham to stop grandstanding about sex work. 29 de julio de 2015. Disponible en línea: http://www.thedailybeast.com/articles/2015/07/29/prostitutes-tell-lena-dunham-to-stop-grandstanding-about-sex-work.html
[7] Ibíd.