Estamos en octubre, mes del artista, que también se podría denominar de los trabajadores del arte y la cultura, que con su labor crean y producen una diversidad de expresiones que buscan la recreación mediante la estética, en donde los sentimientos de los seres humanos están presentes interpretando su diario vivir y el entorno, que incluye relaciones familiares, sociales, morales, sentimentales, profesionales, económicas y políticas, entre otras.
Con la economía naranja que es la industria de la cultura, creativa y de la felicidad, que en Colombia representa cerca del 4% del PIB y el 6% del empleo, se demuestra que los trabajadores del arte deben tener un importante protagonismo por ser titulares de la actividad cultural en los diferentes ramos, enmendándose así la deuda social que el Estado tiene con los artistas, por lo que hay que estar atentos esperando el cumplimiento de las reivindicaciones prometidas para los creadores y gestores culturales.
Utrecol (Unión de Trabajadores Colombianos del Espectáculo y la Comunicación) que hace parte de la CGT, en octubre de 1977 conjuntamente con ACOTV (Asociación Colombiana de Televisión), sindicato que agrupaba a los trabajadores del desaparecido Instituto Nacional de Radio y Televisión (Inravisión), proclamaron a octubre como el mes del artista colombiano, buscando principalmente la dignificación de una profesión en donde solamente se veía por parte del gobierno los “homenajes póstumos”.
Por otro lado, la seguridad social de los trabajadores del arte todavía sigue siendo una ilusión, al incumplirse los artículos 70 y 71 de la Constitución Nacional, que ordena estímulos por parte del Estado a personas que ejercen esa actividad. De acuerdo a la Conferencia General de 1980 de la Unesco, se reconoce que los artistas son trabajadores y que los Estados les deben brindar la protección social requerida, con lo cual en el mes del arte nacional colombiano, como se le denomina de acuerdo a la Ley 881 de 2004, se debe reflexionar profundamente sobre la difícil situación social y económica de la mayoría de exponentes de nuestra cultura que han dedicado su vida en favor de las expresiones musicales, escénicas, plásticas y literarias, para que se cumpla con la pensión vitalicia de los artistas al llegar a la edad de jubilación, con los recaudos de la estampilla Procultura y recursos públicos, beneficiando a la totalidad de creadores y gestores, pues ello es un acto de elemental justicia, ya que se debe materializar plenamente el decreto número 2012 del 30 de noviembre de 2017.
Ahora bien, arte y cultura jamás deben de estar al servicio de regímenes totalitarios como el fascismo, el nazismo y el comunismo, quienes los han utilizado para sacar provecho político, ignorando su condición libre, independiente, creativa y espontánea. Por ello no se pueden convertir en apéndice de partido o movimiento político alguno, porque la manipulación burocrática rompe con el encanto de la belleza en la expresión espiritual artística, que busca la comprensión, la tolerancia y la hermandad entre los pueblos, aspirando a un mundo mejor contrario a la dictadura y la violencia practicadas por la patraña comunista del marxismo-leninismo que envilece a las naciones.
El arte y la cultura han sido en muchas ocasiones doblegados por el mercantilismo desde hace siglos, pero por ello no se puede ignorar su condición libre, mostrando de manera nítida la estética como una expresión noble del ser humano que añora la felicidad mediante la generosidad de su creación. Al igual que el científico, el artista al realizar su obra le da a las personas alegría y bienandanza.
La monserga marxista acerca de que todo tiene su sello de clase es una invención para engañar incautos, ya que hay que reiterar que las clases se encuentran en los animales y plantas, pues los seres humanos somos únicos e irrepetibles y lo que existe son niveles socioeconómicos, por lo tanto el arte y la cultura no son patrimonio político de nadie, ya que la libertad es su condición sagrada, porque su humanismo le trae esperanzas a la tierra al repudiar con su acción creativa a la xenofobia, el racismo y la homofobia, lastres que todavía existen desgraciadamente, pero que tendrán que superarse mediante el trabajo de la ciencia, el arte y la cultura.
La mayoría de las organizaciones sindicales del arte, la cultura y el espectáculo en el país se encuentran afiliadas a la Confederación General del Trabajo (CGT), entidad de tercer grado que siempre ha dado muestras de solidaridad con los trabajadores de un sector que ha sido olvidado por los gobiernos, pero sin embargo aspira más temprano que tarde a lograr sus reivindicaciones, comenzando por la dignificación de su profesión mediante la seguridad social, acorde con quienes han sido los mejores representantes de la identidad nacional, que indiscutiblemente son los artistas.