Entre 2002 y 2017, la participación en Bogotá ha tenido cuatro rasgos distintivos:
i) Aumento de los habitantes descontentos con la democracia que posibilita la apertura hacia sistemas de gobierno autoritarios.
ii) Pérdida de importancia de la participación en la vida pública de las personas.
iii) Bajo conocimiento sobre la normatividad que regula las prácticas participativas.
iv) Creciente percepción de que es posible llegar a la paz sin involucrar dispositivos o escenarios de concertación con la ciudadanía.
Precisamente, la Encuesta sobre Participación aplicada por la Fundación Foro Nacional por Colombia en el 2019 señala que la proporción de personas que se sienten identificadas con la democracia en Bogotá bajó del 65% al 48% entre 2007 y 2017. Un dato que demuestra la gravedad del asunto es que el porcentaje de personas consultadas que no les interesa saber si en la ciudad existe un régimen democrático o no subió del 6% al 19%; por tanto, el desencanto con la democracia en Bogotá está directamente relacionado con la pérdida de valoración de la participación en la vida de las personas. En la encuesta realizada por Foro Nacional por Colombia en el 2009, este era un motivo de preocupación importante para la mayoría de las personas consultadas (71,6%), ocho años más tarde, este porcentaje bajó al 42%.
Un dato de suma relevancia arrojado por esta encuesta es el descenso en el porcentaje de personas que se reconocen como activista involucrados en las dinámicas de participación. Solo el 6,6% de las personas consultadas en la capital, en el 2018, se reconoce como tal, una cifra inferior a otras mediciones como la encuesta de cultura política del Dane que ubicaba este valor en 18,6% en el 2007.
De otro lado, existe la percepción, por parte de distintos sectores sociales, de un cierto agotamiento de las posibilidades de inclusión en los escenarios de participación formal, debido a que sienten que estos espacios tienen un carácter cada vez más cerrado. La sensación general de la ciudadanía es que se sigue convocando a la población para que defina y discuta diversos temas, pero no se advierten resultados en los planes o las políticas públicas, lo que termina por ser un desgaste para la gente e incide en aumentar el desinterés para involucrarse en lo público.
Contrario al sentir ciudadano, la oferta institucional en Bogotá se ha inclinado hacia la creación de espacios formales para la participación en la última década. La evidencia estadística muestra que su acogida por parte de la población ha sido baja. En efecto, en el 2009 el 80% de las personas manifestaron conocer algún escenario creado por norma para la incidencia ciudadana en lo público, mientras en el año 2018 este porcentaje disminuyó al 11%.
El desconocimiento de los espacios de participación no solo aumentó entre 2009 y 2018; en la misma encuesta del 2009, más del 20% de las personas los reconocían como espacios legítimos de participación, mientras que en el 2018 menos del 13% de los habitantes sabían la existencia de estos dispositivos y, además, que tenían el derecho a hacer parte de ellos. En el 2009, solamente un 11.8% de la población participó alguna vez en una de las instancias institucionales de la ciudad, en el 2018 este porcentaje bajó a 2,1%. A diferencia del 2009 cuando el 65% de la población encuestada se manifestó a favor de hacer parte de algún espacio de participación, en el 2018 cada vez menos personas valoran esta opción (49%).
Al respecto, la percepción de diferentes líderes y activistas de organizaciones sociales es que la principal razón para no involucrarse en estos espacios de participación sigue siendo la falta de tiempo o recursos. Asimismo, de acuerdo con la encuesta, hay otros factores que desincentivan la participación a través de estos espacios como la rigidez de los esquemas participativos por medio de reglamentos, las dificultades que tiene la población con bajos ingresos para intervenir en ellas, el clientelismo de algunos liderazgos con la administración distrital y la falta de representatividad.
Para atender algunas de estas dificultades, los últimos gobiernos distritales han acudido a la implementación de programas de formación a través del Instituto Distrital de la Participación y Acción Comunal (IDPAC) en la mira de fortalecer la acción técnica y política de las organizaciones sociales, de sus líderes y de la ciudadanía, mediante talleres, jornadas, encuentros, procesos de capacitación, escuelas de formación política y otras modalidades educativas, así como de la elaboración de guías, cartillas, manuales, estudios y una gran cantidad de documentos que aportan para cualificar las dinámicas participativas.
No obstante estos esfuerzos, se observa que esta estrategia no ha sido del todo eficiente. Según los datos de las encuestas 2009 y 2018 de Foro Nacional por Colombia, el número de personas que considera que no cuentan con las habilidades de liderazgo para hacer parte de un espacio de participación ciudadana aumentó del 7,4% al 11,8%.
Es un hecho que en Bogotá se han venido presentando y consolidando diferentes formas de entender y poner en práctica la participación ciudadana. Una de esas formas que se ha consolidado, de manera importante, es la movilización social, a tal punto que Bogotá se ha convertido en el escenario más importante de acción colectiva en el país, protagonizando el 17% de las concentraciones sociales realizadas en el país durante el periodo 2002 a 2017 según los datos del Cinep.
La percepción sobre el aumento de la movilización en Bogotá se confirma en las encuestas de participación de Foro. En el 2009 el 12% de las personas consultadas manifestó que la movilización social era un medio efectivo para la solución de problemas en la ciudad y el 9% había hecho parte de al menos una movilización. Para el 2018, la tendencia aumentó al 21% y 19% respectivamente.
Para diversos líderes, activistas y ciudadanos del común, la movilización posee la efectividad que los espacios e instancias formales de participación no han logrado tener; de igual forma, logra disminuir la tramitación y las prácticas clientelares, y reduce la poca apertura institucional del Estado en relación con la participación. De acuerdo con las encuestas de Foro del 2009 y del 2018, en el primero de los dos años, el 29% de las personas consultadas indicaron que los procesos de protesta social cumplieron los objetivos establecidos, mientras que en el segundo período la cifra llegó al 61%. Estos datos demuestran el poder que tiene la movilización en la defensa de los derechos, en la incidencia de la ciudadanía en el escenario público y en la apuesta por el mejoramiento de las condiciones de vida, entre otros. Al respecto, un estudio realizado por el Cinep en el 2018, señala que las principales razones por el cual las personas se vinculan a dinámicas de movilización social suelen ser: la informalidad del proceso (28%), la posibilidad de expresar libremente sus opiniones (21%) y la oportunidad de participar directamente de las decisiones públicas, sin intermediarios ni procesos de representación (16%).
A partir de esta radiografía somera de la participación en Bogotá se presentan algunos retos que deberían tener en cuenta la y los candidatos a la alcaldía distrital en la apuesta por incentivar la intervención de la ciudadanía en la gestión pública.
- Superar la fragmentación social generada por los limitantes que se advierten en el alcance de los espacios participativos, especialmente los institucionales.
- Impulsar la creación de nuevos liderazgos para generar rotación de los mismos en las instancias de participación y limitar la polimembresía de quienes las conforman.
- Promover la intervención de distintos sectores ciudadanos en la construcción de lo público, partiendo de la premisa de que la participación ciudadana es un insumo fundamental de la gestión pública en los territorios.
- Revisar las instancias que existen en Bogotá, identificar si están funcionando, los actores que allí participan, si hay instancias nuevas que suplen a otras instancias o son complementarias, los ejercicios de articulación que existe entre las diversas instancias y cuáles son los logros de estos espacios institucionalizados que existen en Bogotá. A veces es mejor contar con menos espacios de participación pero que tengan una mayor efectividad.
- Discutir y repensar el modelo descentralizado de Bogotá, ya que las localidades no tienen fuerza suficiente para tomar decisiones e influir en la administración distrital.