Solo les pido imaginar… cerrar los ojos un minuto.
Una niña indígena sale a recoger frutas. De pronto un hombre se acerca, es un militar. Primero usa palabras amables, después ante la negativa de acompañarlo le grita y un golpe termina atravesando su carita … el rostro de una niña.
La lleva a un lugar oscuro, ella tiene miedo y agotada ya no puede gritar. Llegan más hombres uniformados y ella en su inocencia piensa que la ayudarán, que son sus héroes... En la inocencia de una niña.
Pero no, comienzan a besarla y a tocarla. Ella no entiende qué pasa, pues las únicas manos que conoce son las de su familia. Y ellos ríen… ríen del miedo y el sufrimiento de una niña.
Al final el dolor se conjuga con la sangre en sus piernitas y ese sabor metálico que siente en la boca revuelto con aguardiente y cigarrillos baratos. La han violado… han violado a una niña.
Para completar el horror el abuso se prolonga durante días. Sufrimiento, humillación, hambre y una terrible sed… al final el instinto le permite escapar y correr. Ya al filo de la muerte la encuentran y nadie puede explicar el mal infringido… solo es una niña.
Ahora imaginemos que esa niña no es solo un rostro ajeno en una Colombia que a nadie le importa… imaginemos que es blanca, que caminaba esa mañana a la escuela o un parque cercano… imaginemos que es tu hija, tu hermana, tu sobrina, tu estudiante o tu vecina... Es solo una niña. Ahora puedes abrir los ojos y pedir justicia.