Recientemente, el rector de la Universidad de los Andes, Alejandro Gaviria, declaró que las notas correspondientes al primer semestre de 2020 serán cualitativas como respuesta al funcionamiento virtual de las clases a raíz del coronavirus. Sin embargo, parte del cuerpo estudiantil no reaccionó de manera esperada, argumentando que el cambio descrito anteriormente destruye los incentivos al esfuerzo. Su resultado hipotético es una caída importante en la calidad de la información aprendida durante el periodo.
A pesar de que existe cierta lógica en el planteamiento anterior, no se debe dejar de lado la manera en que el virus ha creado nuevas clases de desigualdades y exacerbado las existentes. En el caso educativo, no todos los estudiantes cuentan con la tecnología necesaria o el espacio idóneo para la concentración, lo que afecta directamente la aprensión potencial de conocimiento en una clase virtual. El papel del regulador en este caso debe ser el de nivelar la cancha. Si la universidad tuviera la capacidad de garantizar las mismas condiciones para todos los estudiantes, tal y como lo hace en el campus físico, tendría sentido un sistema de calificación cuantitativo, mas este no es el caso. Por tanto, no se puede medir con la misma vara a alumnos que no tienen conexión a internet o deben compartir el computador con sus padres debido al teletrabajo con otros estudiantes que no tienen estas desventajas.
No obstante, y sin desconocer la relevancia de heterogenizar los frutos del esfuerzo, puede que las evaluaciones virtuales y las notas numéricas sean la peor de las recetas en términos de incentivos para el esfuerzo. El ser humano es egoísta y el no tener un profesor vigilándolo durante la evaluación le permitiría realizar de manera indetectable maniobras fraudulentas para mejorar su calificación. Sería utópico afirmar que ningún estudiante utilizaría “una ayudita” cuando existen presiones por obtener la máxima nota posible en este escenario en particular. En contraste, el simplificar las calificaciones a aprobado y reprobado puede servir de antídoto y traer como resultado un aprendizaje más fructífero. Por más idealista que suene, es la oportunidad para dejar de aprender a solucionar exámenes y centrarse en el verdadero desarrollo del pensamiento.
En resumen, en estos tiempos de pandemia debemos aprender a anteponer las necesidades de los más vulnerables a las propias. El Estado no puede ser el único agente que busque palear la crisis: manos a la obra, basta de egos innecesarios y cambiemos a las letras, señores rectores.