Las circunstancias actuales en las que las dificultades sociales emergen y se apoderan de sujetos, comunidades y sociedades, que con poco entendimiento de lo que sucede, dejan en claro que las costumbres están por encima del cuidado que debe asumirse para hacer control de salubridad en el colectivo donde se desenvuelven; aunque parecen claros los mensajes de los gobernantes de turno, las estadísticas no frenan el estrés que se produce como motivación intrínseca para ir en la búsqueda del sustento que cubra las necesidades básicas de la descendencia de quienes “arriesgan la vida”, desafiando una pandemia real pero a la vez irreal para algunos, que piensan que si no ven no creen.
De hecho, algunos de los comentarios que se escuchan son los siguientes: “yo no creo, porque no he visto el primer enfermo en mi barrio”; “me parece que es una falsedad para crear crisis económica de los países potencias mundiales”; “entender qué pasa no es fácil, andamos con el bozal todo el tiempo”; “lo difícil está por venir, sin embargo, salgo”; “mucha gente paniquiá por el virus”; “nos tienen pasando hambre y es mentira las ayudas”; “después de esto… nada será igual”; y un sinnúmero de cosas y más cosas que se hablan, que se transmiten con el voz a voz, que no dejan ser palabras, que salen por salir, porque al final del día las preocupaciones en el seno familiar, de observar a cada uno de los integrantes que estén bien de salud, llegar y cumplir con recomendaciones de las vestimentas con las que se sale, el uso de toda clase de líquidos para la asepsia y la prevención, están en el orden del día de cada sujeto.
Qué difícil situación, pero la vida sigue, aunque el lamento se escuche por la pérdida. Parece mentira que estemos en esta situación, pero es una realidad agobiante, donde se escribe una nueva historia, el punto cero, la información, la desinformación, los cambios bruscos de convivencia, la nueva versión de la educación en forma virtual, el desapego de la cultura del abrazo, del saludo cálido, la agonía del presentimiento de algún síntoma…
Es necesario asumir con responsabilidad el cambio de vida y sensibilizarse acorde a la realidad vigente, esta es una invitación a un acto de fe y de esperanza para todos. Como seres humanos y actores involucrados sabemos de antemano cómo cuidarnos y ese sentido el cuidado debe ser de adentro hacia afuera: dejar a un lado la ambivalencia y ser más practicantes de empatía. Aunque en el ejercicio parece difícil, solo debe dejarse fluir y tomar el camino correcto hacia un nuevo porvenir de enseñanza, bajo la experiencia de la pérdida de libertad absoluta, a la que estábamos acostumbrados antes de todo este proceso, que debe servir como pedagogía del nuevo renacer.
