El expresidente Gustavo Rojas Pinilla trajo la televisión a Colombia porque vio en los medios masivos de comunicación una alternativa viable para disminuir los altos índices de analfabetismo que agobiaban a la sociedad en aquel entonces. Aunque llegó con fines netamente educativos, los burgueses de la época la convirtieron en empresa privada, donde su único interés era saciar sus cuentas bancarias con exuberantes sumas de dinero. Bajo esa lógica la noticia pasó a ser una mercancía con valor tangible y el televidente empezó a ser visto como un cliente al cual le debían saciar su gusto por el sensacionalismo.
Más adelante, Caracol y RCN consiguieron el monopolio del entretenimiento al ser capaces de manipular y hacer desaparecer a cualquier otro canal que les quisiera hacer competencia. De hecho, la mayor falencia que puede cometer cualquier medio ante estos dos grandes es querer hacer periodismo de calidad. Hay que recordar que asumir retos utópicos es difícil en un país enceguecido por la estupidez mediática. Sin embargo, es de valientes quererles mostrar a los colombianos las adversidades por las que atraviesa la nación, sin someter la información a censuras por no querer perjudicar los interés de algunos, como ocurre con los medios tradicionales. Allí constantemente los dueños y directores censuran la información y hacen que el periodista calle al amedrentarlo con despojarlo de su único sustento económico si no se somete a producir la mayor cantidad de contenido que no educa, no informa ni culturiza, pero sí entretiene y deja colosales sumas de dinero para los dueños.
Como se ve, en la actualidad, informar no es una necesidad para los medios, su prioridad es lo económico, por eso temen que la buena imagen y la honra de los grandes magnates del país se vea involucrada en escándalos. Con eso en mente es oportuno y adecuado que los televidentes valoren y apoyen el esfuerzo que hacen los canales que quieren marcar la diferencia entre tanta ineptitud. Gracias a ellos, por más mínimo que parezca, hemos aprendido a cuestionar y a poner en tela de juicio la información que nos están suministrando incesantemente los de siempre. Depende de nosotros recuperar la televisión que desde sus inicios fue traída con fines educativos e informativos y que culturizaba a los ciudadanos que no tenían oportunidades para asistir a una escuela y obtener una formación adecuada.
No es justo que cada vez que encendamos la televisión los canales tradicionales nos inunden con publicidad y nos intenten entretener con contenidos sin sentido, que se encuentran obsoletos y que son parte de una vieja parrilla de programación que lleva años o décadas sin ser renovada. Hay que apostarle a reinventar sus contenidos para educar a la sociedad. La televisión es capaz de hacer cambiar la historia de la humanidad y nosotros somos los únicos que tenemos la capacidad de acabar con esa mafia que nada bueno le ha aportado al país. Acá cabe resaltar el papel de las plataformas digitales que han sido el refugio revolucionario de miles de periodistas que no quisieron vender su ética profesional, todo por el hecho de no querer ir en contra de sus principios morales. Muchos de ellos cuentan con la formación y el conocimiento adecuado para informar por vocación a una sociedad que por muchos años ha sido engañada, manipulada y enceguecida a través de la información.
