A propósito del artículo titulado ¿Animalistas o farsantes? de Aura Lucia Mera, publicado en el periódico El Espectador el pasado 5 de abril de 2021, y sintiéndome aludido al ser activista del denominado movimiento animalista, aunque más específicamente de la corriente antiespecista, que busca abolir todas las formas de explotación animal, liberando a los animales del yugo humano y considerando moralmente sus intereses, posicionándose a favor del respeto por todo ser sintiente, me surgieron las siguientes reflexiones.
A pesar del metarelato de fábula que se creen los taurinos, de lo que ocurre en las dehesas donde mantienen a los toros que destinarán a las actividades taurinas, planteándolo como un lugar paradisiaco, que inclusive siento similar al mismo metarelato que tienen los humanos del común, que idealizan las granjas de explotación animal y creen que en estos lugares todo es alegría y color para los animales, la señora taurina Aura Mera sí hace en su artículo una descripción somera de la terrorífica situación de los animales explotados en la industria de la alimentación (obviando deliberada y descaradamente en su texto lo que le ocurre al toro en ruedo, que es toda una pesadilla de tortura, mutilación y asesinato infligido contra un ser sintiente, y por supuesto intentando justificar con ello la tauromaquia sin éxito). Pero al final, termina siendo perfectamente válida su pregunta de cierre de su artículo, aunque se la achaque a los animalistas, cuando debería referirla realmente a las mayorías sociales que rechazan la tauromaquia: "Yo sí me pregunto: ¿por qué? ¿Son todos vegetarianos? ¿O una manada de farsantes? Me inclino por lo último".
Podría suponer como acotación, que la señora no conoce qué es el veganismo, pues si lo supiera, y su pregunta no fuera usada de manera acomodada convenientemente para intentar dar algún peso a su afición, hubiera usado esta palabra y la pregunta sería relevante en términos de la discusión moral y legal sobre la consideración moral hacia los animales y de los mínimos que les debemos, y por supuesto le plantearía un escenario mucho más resonante a su apelativo de "farsante". Pero asumo que como muchas personas, o no conoce la palabra o piensa erróneamente que son sinónimos con el vegetarianismo.
Ahora, anoto que, a pesar de no referirse al veganismo, la pregunta que hace la señora es válida y refleja de hecho un supuesto "punto en común" de vieja data entre taurinos y antitaurinos, donde los primeros tratan de invalidar la lucha contra la tauromaquia justificando que existen actividades humanas donde a los animales les va peor, mientras los segundos... Aquí debo plantear un punto de inflexión, porque antitaurino no quiere decir animalista. Desde hace varios años, antitaurino es sinónimo de ciudadano, luego de que el rechazo a la tauromaquia trascendiera las fronteras del mundillo animalista para ser una causa social de mayorías. En este sentido, el ciudadano común de a pie, antitaurino, probablemente responda, intentando justificarse, que no es lo mismo matar a un animal para diversión que para alimento.
El animalista (aquí estoy haciendo una burda generalización para una palabra de muchos matices y con población heterogénea), respondería (debería responder) que la lucha contra la tauromaquia es solo un frente, que todas las formas de explotación animal son injustas e inmorales y que todas deberían abolirse. Así, ese "punto en común" entre taurinos y antitaurinos no es tal, pues las motivaciones son entonces diferentes, aunque anotando que lastimosamente en ese llamado animalismo, que también rechaza la tauromaquia, existe un porcentaje significativo de personas que responderían como el ciudadano común antitaurino, porque precisamente no buscan la liberación de todos los animales, sino que es común que solo planteen escenarios y medidas de bienestar para algunas especies. Tristemente el mundillo animalista está aun permeado en gran medida por el especismo.
Sin embargo, la respuesta a la pregunta de la señora taurina tiene muchas aristas interesantes que van mucho más allá, o ni siquiera pasan por su acusación de "farsante". En esa respuesta hay elementos como la evolución ético social diferencial de las sociedades, donde se van modificando lenta y progresivamente representaciones sociales arraigadas, producidas por cuestionamientos, discusiones, deliberaciones y consensos puntuales, que van produciendo en sus miembros el rechazo, también paulatino, de ciertas prácticas de discriminación, violencia y explotación animal, mientras continúan validando otras por medio de sus actitudes, donde se incluyen comportamientos, cogniciones y emociones.
Así, mientras muchos humanos plantean que les gustan los animales, que los aman o hasta que los respetan, realmente están asumiendo su gusto, amor o respeto de manera generalizada, mientras en la realidad del día a día son participes del holocausto animal en muchas de sus formas, como en su alimentación, su vestir, sus consumos de productos animales, sus formas de diversión, entre otras. No es de extrañar, cuando se entiende que la evolución moral de las sociedades humanas tiene etapas donde se van ampliando de forma gradual y no necesariamente lineal, los círculos de consideración moral, donde sus miembros dejan de preocuparse exclusivamente por sus propios intereses, los de sus familias, de su país o su especie, para ir incluyendo como otros válidos y merecedores de respeto a sus intereses a los animales de otras especies, en términos de mínimamente no hacerles daño e ir abandonando sus privilegios de poder frente a estos.
Estos cambios socioculturales y políticos no se dan de la noche a la mañana, e inician con sujetos que se cuestionan y critican su papel como victimarios, para ir formando comunidades con nuevas moralidades y formas de relación con los otros animales y quizás luego trascender la asunción de derechos morales a derechos legales. Todo este proceso se da lastimosamente en detrimento de las víctimas animales que siguen siendo explotadas de mil maneras en el planeta dominado por los humanos.
De esta manera, la respuesta a la pregunta de si el animalismo es “farsante” se enmarca necesariamente en la evolución moral de los pueblos y del que el animalismo también hace parte, que inclusive es diferencial entre países y territorios, que actúan de acuerdo a los valores más bien universales e imperantes en ese espacio – tiempo, y en tanto nos encontramos en un planeta especista, los valores van siendo consonantes con ese estado de realidad y las actitudes de los humanos fiel reflejo de los mismos. Por tanto, no se podría plantear que los humanos que tengan algún nivel de consideración por algunos intereses de los animales o algunas especies sean “farsantes”, sino sujetos de una educación especista que traspasa todos los ámbitos de la vida humana y los niveles de desarrollo de los mismos, forjándolos como especistas que consideran que sus actitudes para con los demás animales son correctas, habituando la explotación de unos animales y la defensa de otros.
Por ello se hace imprescindible generar y poner en práctica todos los mecanismos y estrategias posibles para que el salto moral sea agilizado, siendo aquí crucial el papel, reflexión y acción del animalismo coherente no especista, que cuenta con un estadio moral mucho más avanzado en términos de la consideración por la otredad animal (que no implica ínfulas de superioridad moral), y su incidencia en todos los niveles de la sociedad. Esta respuesta es meramente descriptiva, no justificadora del especismo. Cada persona humana debería asumir la responsabilidad de ampliar su conocimiento de la realidad más allá de los valores imperantes, de cómo usar este conocimiento y de los efectos que tienen sus acciones sobre otros, que pueden ser dañinos o beneficiosos.
Finalmente, quiero anotar que el déficit de justicia para los animales sigue existiendo, aunque esté normalizado por la sociedad humana, y no cambia porque existan avances en la consideración moral y legal para algunas especies o se eliminen ciertas prácticas, que aunque progresivamente significativas en nuestro país, siguen siendo insuficientes mientras persista esa ideología de dominación jerárquica que considera que los animales de otras especies son propiedades que están para servicio y fines humanos. Por tanto, el problema central a atacar cuando hablamos de luchar (en serio), por los derechos de los animales, es el especismo, no solo por unos de una especie como los toros, sino por todos los animales.