No suelo ponerle mucha atención a las opiniones económicas del clero, en especial las opiniones de aquellos pastores como fray Beto y Helder Cámara, cuyas agendas son ante todo políticas. Tampoco suelo ponerle ninguna atención a las opiniones religiosas de los directores del Banco de la República. Es cuestión de no perder el tiempo y de escuchar exclusivamente es a los que realmente dominan los temas en cada uno de los campos en que presumen tener autoridad.
Sin embargo, puede ser oportuno comentar algunos apartes relacionados con la última encíclica del papa Francisco, Laudato si. Por una parte, un columnista de extrema izquierda de El Espectador, afirma sin temblarle la mano: “La explotación de los combustibles fósiles, dominada por un puñado de dueños del poder, está llegando a un punto donde producir un barril de petróleo o una tonelada de carbón cuesta tanta energía como la que pueden generar al consumirse”. El periodista de marras confunde el ‘costo’ de extraer petróleo, que en algunos casos muy excepcionales es superior al ‘precio’ que se puede vender en el mercado, con la energía que se utiliza para extraer el petróleo o el carbón. Que el autor de esta columna sepa, nadie utiliza más energía en extraer carbón o petróleo que la energía que dicho producto genera. Por otra parte, una columnista de El Tiempo, afirma: “7,3 mil millones de seres humanos estamos hoy a punto de hacer explotar esta casa común y se convertirán en cerca de 11.000 millones en el 2100, a menos que la Iglesia católica contribuya revisando su postura frente a los anticonceptivos… ¿Alguien tendría la caridad de explicarle a la señora periodista que todo analista serio pronostica es un descenso de la población en el 2050 cuando se llegue a los 9.000 millones de habitantes? Por otro lado, el más eficaz control de la natalidad es y siempre ha sido la prosperidad y no los anticonceptivos. Los pobres tienen hijos porque la prole se vuelve un activo. Por eso se denominan proletarios.
Pero regresando al tema concreto de la encíclica papal, Laudato si, para muchos es un ataque frontal al sistema de libre mercado y al desastre ecológico que conlleva el desarrollo. En una parte del documento, el papa asegura que “el mercado por sí mismo no garantiza el desarrollo humano integral y la inclusión social”, y que la ecología ambiental “es inseparable de la noción del bien común” que debe entenderse además en el contexto actual “donde hay tantas inequidades y cada vez son más las personas descartables, privadas de derechos humanos básicos”. En otra parte el papa advierte: “La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería”.
El que afirme que el Vaticano se opone rotundamente al capitalismo falta a la verdad. Concretamente, Juan Pablo II en la encíclica Centesimus annus, nº 42, hacía una clara diferenciación entre un liberalismo económico ("economía libre o de mercado") rotundamente rechazable para el bien del hombre, y el que resulta incluso deseable para lograr el desarrollo, por su urgente necesidad, en los países del Tercer Mundo: “Si por «capitalismo» se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva, aunque quizá sería más apropiado hablar de «economía de empresa», «economía de mercado», o simplemente de «economía libre». Pero si por «capitalismo» se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa.”
Finalmente el que acusa al capitalismo de ser el culpable exclusivo de la depredación ambiental del planeta, miente. Si bien hay mucho que trabajar en minimizar la contaminación global, son los comunistas los que han causado los mayores desastres ecológicos de la historia. Solo hay que ver el récord de Rusia, Europa Oriental, y China en ese campo. Por nuestros lares, los narcoterroristas comunistas de las Farc y el ELN no desperdician ocasión para envenenar nuestras fuentes hídricas, ¡Dejémonos de hipocresías y de perdonarle a la izquierda sus crímenes ambientales!