Una mirada a las últimas noticias políticas del país permite concluir que los partidos tradicionales, el Liberal y el Conservador, se están desbaratando por dentro. No se trata ya de solo fuertes críticas sobre la forma tradicional como ejercen la política, sino nada menos que fuertes críticas a sus miembros tradicionalmente consentidos, mimados o considerados 'históricos' por sus directivas. ¿Se reduce a un mínimo el círculo de poder de esos partidos?
El caso más patético es el del Partido Liberal, donde Juan Manuel Galán recibió todo el tratamiento preferencial, por encima de muchos liberales de mayor trayectoria. En el 2006, Galán entró de número dos a la lista del Senado de la República por dicho partido. Es decir, su primera posición política fue ser senador, "honor" que tradicionalmente le cuesta años de militancia a cualquier otra persona que no recibe privilegios. En la Comisión Segunda, a donde generalmente llegan los primerizos, le dieron el privilegio de ser parte de la Comisión de Relaciones Exteriores y cuando quiso pasarse a la Comisión Primera, la más importante del Congreso y donde generalmente llegan los mejores senadores expertos en temas constitucionales, sin llenar esos requisitos, lo consiguió.
Esta rápida carrera en el Legislativo se entendió dentro del liberalismo porque no solo Juan Manuel es el hijo mayor de Luis Carlos Galán, a quien esta institución venera con razón, sino que César Gaviria, en ese momento director del Partido Liberal, le debía su Presidencia de la República al señalamiento que Juan Manuel le hizo para reemplazar a su padre.
Pero ahora, con gran despliegue, resulta que Galán arremete durísimo contra su partido, que sigue en manos de los Gaviria, por falta de democracia, por no renovación de sus costumbres políticas, por convenciones amañadas, todos señalamientos basados en el hecho de que no le han permitido ser la cabeza de la lista del partido para Senado porque se la darán a Horacio Serpa. Asimismo, amenaza con no ir a la Convención del Partido e insinúa que podría seguir los pasos de su padre quien dejó el partido y a quien menciona permanentemente aunque no acepta que lo definan como delfín. ¿Será que por fin descubrió que el agua moja? Pregunta inocente: ¿Si lo dejaran ser cabeza de lista, notaría algo?
El Partido Conservador no se queda atrás cuando Martha Lucía Ramírez se queja de cosas similares: presiones de los viejos políticos para que no haya candidatura propia, con lo cual quedaría excluida de la contienda presidencial. Según ella, esa actitud no respeta la ideología de ―el ahora― su Partido. ¿Otra que descubrió que el agua moja?
Estos relativamente nuevos políticos que se acomodaron y disfrutaron de los beneficios de las malas prácticas de los "dueños" de los partidos políticos, nunca apoyaron a aquellos que descubrimos esos y muchos otros vicios hace tiempo. Ahora, cuando finalmente se voltea la moneda, los consentidos de ayer están sufriendo las consecuencias de haber permanecido en ellos y de no haber impulsado una verdadera renovación cuando tenían el poder y el apoyo para lograr un cambio.
Pero como en toda crisis siempre queda algo positivo. En este caso, lo positivo es que el liberalismo y el conservatismo están haciendo implosión; es decir, se están desbaratando por dentro con lo cual su desaparición no es una quimera, y con ello, la necesidad de sustituirlos por otros grupos políticos más modernos, abiertos y sobre todo, más acordes con los verdaderos valores que la verdadera política debe promover. La democracia no es posible sin partidos políticos que representen distintos sectores de la ciudadanía para que resuelvan civilizadamente sus diferencias. Pero en Colombia, los partidos tradicionales, llenos de vicios e intereses personales, se han convertido en una verdadera amenaza para la construcción de este nuevo país que se asoma por la esquina, ese que todos queremos y soñamos. Una nueva Colombia donde cabemos todos; claro... todos menos los líderes que aún defienden y practican la vieja política.
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