“Es la economía, estúpido”, célebre frase del estratega político James Carville, acuñada en la campaña de Bill Clinton en 1992. Esta viene como anillo al dedo para explicar y entender que los problemas no siempre se atienden por donde parece obvio; alguna vez el foco deberá cambiar, para así lograr corregir la falla.
Ahora bien, si se incomodó con el título de esta columna, permítame decirle que al concluir esta lectura me odiará o seremos buenos amigos. Pero cuando de agua se trata no hay puntos medios.
Y es que el agua lo es todo y cuando digo todo es todo. Sin agua existir no es posible, así como lo mismo aplica para el oxígeno, sin alguno de los dos la vida no es viable. Pero no vayamos a esos extremos, sin antes advertir de que se trata el debate.
Para todos es claro que la relación que existe entre agua y oxígeno es intrínseca e inalienable, no vale la pena explicar la relación química entre ambas, pero ahí está.
Ahora bien, hablemos de lo inviable que se vuelve la vida o un territorio sin alguno de estos elementos. Pero no hablemos de una ausencia absoluta, sino de la calidad de estos.
Quienes hayan tenido la oportunidad de visitar ciudades como México D.F., Madrid y Bogotá sabrán y habrán visto la densa capa negra que se cierne sobre ellas. Una capa que habla de desarrollo industrial, la extensión sin freno del territorio y el deterioro de los servicios ecosistémicos.
Para nuestra “mala suerte” en ciudades intermedias como las del Eje Cafetero este tipo de manto negro ya se empieza a vislumbrar.
Aún con lo frondoso de nuestros bosques, la aparente solvencia de nuestros biomas y la cantidad de corredores ambientales que aún tenemos, ya podemos advertir que seremos testigos del sistemático crecimiento territorial y a menos que cambiemos el foco, ya podemos advertir el futuro que nos espera.
La presión está allí y la tendencia es clara. Se preguntarán por qué hablo de calidad del aire y árboles, si el motivo de la presente era hablar de agua. Pues bien, así como el oxígeno y el agua, la misma lógica aplica entre árboles y agua.
Por eso me resultan cómicos y fútiles los recurrentes y trillados discursos político/ambientales de hoy y los planes de gobierno que en general se centran en la siembra de árboles o reforestaciones básicas. Ese foco no ataca la falla estructural.
Y es por eso, por lo que el problema de la calidad del aire, la escasez de agua y en general la pérdida sistemática de los servicios ecosistémicos de nuestro territorio no se corrige con la siembra de un millón de árboles, menos cuando lo que se busca es una buena foto.
Les voy a contar un secreto. Resulta que Pereira —para poner un ejemplo práctico— tiene más demanda por compensaciones que tierra disponible y apta para ello. Eso quiere decir que los proyectos urbanísticos y de infraestructura tienen compromisos de compensación por deterioro de biodiversidad tan altos, y que no tenemos tierra apta suficiente para sembrar todos esos árboles.
Es por eso, por lo que urge revisar las metodologías de compensación que hoy se dan en territorios como el nuestro, y tal vez, en general en el país. De igual forma, las estrategias públicas y por ende el discurso político en cuanto a este asunto.
La invitación es muy sencilla, dejemos de hablar de sembrar árboles porque sí, dejen de buscar tomarse la foto sembrando un árbol del cual desconocen su especie, su rol en el ecosistema o si donde la están sembrando debería estar una especie como esas.
Empecemos a hablar de conectar corredores ambientales, de recuperar la capacidad de infiltración del suelo y la calidad de las cuencas hidrográficas, y de ecosistemas sanos, de calidad y fuentes de agua.
Yo les aseguro que con nuevo enfoque veremos con prontitud un cambio considerable. Imagínense, por ejemplo, que las compensaciones de cualquier proyecto, además de reponer árboles, procuren ayudar con la infraestructura crítica de los acueductos rurales de la zona de influencia del proyecto.
Que tal si las compensaciones no fueran solo en árboles y también lo fueran en diseños y ejecución de obras de infraestructura verde, que mitiguen y corrijan impactos del cambio climático; como los colapsos de los sistemas de alcantarillado, reducción de isla de calor, entre otros.
En fin. Ideas se me ocurren varias, así como me resulta obvio que la solución no es más árboles mal sembrados y buenas fotos para las redes llenas de estultos seguidores.
El foco es el agua, "estúpido".