El 8 de marzo se conmemora internacionalmente a todas la mujeres, pero, ¿y qué pasa con el resto del año? Esto no solamente se trata de la rosita, los besos, los cartelitos de hembrismo fortachón, los accesorios, la serenata, el chocolatito y las palabras bonitas en vivo o en redes.
Esto se trata de valorar el papel de las mujeres en sociedad, incluso, que nosotras mismas, como mujeres, aprendamos de este rol y su impacto, sin ningún tipo de subestimación, ni pretensiones light, ni queriendo imponer cánones sesgantes que vayan en contravía a lo que realmente debemos significar para el mundo.
Los actos violentos contra las mujeres, la exclusión, la disminución y por supuesto, la afectación, deben ser tomados como fórmulas para incrementar lo bueno que tenemos para dar a la humanidad entera. Aquí no debe haber cabida a los resentimientos, radicalismo sesgante (porque hay mucho marketing que se encarga de ocultarlo), y sobre todo, ningún ápice de movimientos que demuestren que solamente nos movemos en respuesta (o represalia) porque se nos ha quitado algo en el pasado.
Que tomemos lo aprehendido y cambiemos el discurso para evolucionar sistemáticamente y no estancarnos en todo lo que ha sido ya bastante doloroso.
Este día, 8 de marzo, debe ser fecha para honrar nuestros esfuerzos, sean los que sean (eso sí, ética y moralmente hablando) nuestra facultad de concebir dignamente (parir con garantías de la integridad metabólica y anímica, parir por plena vocación de maternidad y parir con total consciencia reflexiva a las consecuencias sociales que impliquen), nuestra capacidad de generar y transformar empresas sostenibles, nuestro talento para impulsar mejores visiones gubernamentales, nuestra reinvidicación con la naturaleza que nos ha dado tanto (y a la que todos directa o indirectamente ultrajamos a diario), nuestro ejercicio de amar holísticamente con transparente tolerancia, nuestra libertad de elegir en qué creer espiritualmente (sin imposiciones, sin fanatismos ni desdén), nuestro espíritu de dar pero también saber y aceptar recibir lo que el otro de buena fe y espontaneidad ofrece (sin prejuicios, sin superficialidades, sin prepotencias), construir el respeto hacia las diferencias de todos los géneros sin excepción y asumir que nos hallamos en una multiplicidad de actitudes y personalidades cada vez más contrastadas por el dinamismo de este mundo único, pero, enormemente heterogéneo, gracias a sus fluctuaciones y por supuesto, su trasegar histórico.
Si entender esto es posible, se logra un nivel de entendimiento de la condición humana con objetividad buscando soluciones y minimizando los conflictos de cualquier índole. Como consecuencia, mujeres, la invitación no es exclusiva al género femenino, dado que es necesario incluir a todos los demás seres sociales, ya que las actuaciones indivuduales como colectivas no deben limitarse a fechas calendario o a celebraciones de propaganda: las fechas conmemorativas del año deben ser coherentes y converger en nuestra convivencia en virtud de su mejora continua.
De lo contrario, si únicamente el cambio sucede o pretende ser en 24 horas, todo lo demás, ese cúmulo de información apabullante de nuevas posiciones y perspectivas, seguirá haciendo del 8 de marzo un día internacional de absurdo oropel.