No más violencia contra la mujer

No más violencia contra la mujer

El manoseo, una de las agresiones más comunes.

Por: CECILIA LEON ORTIZ (CeCé)
septiembre 01, 2014
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No más violencia contra la mujer
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Existen muchas actitudes para la ofensa a la mujer que resultaría dispendioso decir cuál es la más urgente. Algunas dirán que los insultos, otras, que los golpes, otras que la infidelidad, otras que la indiferencia. Sin embargo para mí, personalmente, una de las cosas más degradantes del ultraje masculino, ha sido el manoseo del que fui víctima en varias oportunidades.

Creo sin lugar a dudas, que ha sido de los eventos más oprobiosos a los que he tenido que asistir. Quizá haya pasado por otros más penosos, pero al fin y al cabo los permití. Bien sea que los propiciara, que pasara por el periodo de indolencia personal o porque sencillamente fui advertida y no lo tomé en serio, esto en el caso de alguno que otro incidente desagradable con mi pareja. Repito, yo era consciente y lo toleré.

Pero ser objeto de una de las agresiones más humillantes como lo es el manoseo desprevenido que le haga un rufián llamado hombre a una mujer, a la vista pública, casi que con el permiso de quienes se dan cuenta, es un asunto muy desconcertante y por demás inoperante. En mi juventud fui objeto de estos ataques y fue poco lo que pude hacer, a no ser que le gritara un poco de obscenidades al delincuente como una forma de liberar la impotencia que me generaba ese proceder.

Luego del incómodo momento de estupidez varonil y de haberme saturado con palabrotas inconfesables, me quedaba una sensación de amargura y rabia, por no haber podido salvar mi honra y dignidad con fuerza y violencia como hubiere querido.Al llegar a casa siempre revisé mis ropas, mi presentación, mi maquillaje, incluso mi perfume. Pensaba que cada una de estas cualidades tendría que ver con la provocación y posterior acecho de mi agresor.

En todas las oportunidades fui vestida de manera casual, sin maquillaje, con el cabello recogido y con el más mínimo asomo de prevención. Es más, en todas estuve acompañada de otra mujer, solo en una, se encontraba cerca de mí un hombre. Quise siempre buscar un aliciente para justificarme y para auto-compadecerme por la actitud criminal del sicópata. Y aunque lo intenté muchas veces siempre me hallé frente al desprecio de la acción y ante el reproche personal de que fui quien provocó los bajos instintos del bandido.

¿Son las ropas, es la manera de caminar, la mirada, el rostro en sí, los gestos, la voz, el cuerpo, etc?. ¿Qué es lo que motiva a un hombre a portarse de esta manera con una mujer?, me lo pregunté en más de una ocasión. ¿Por qué soy la preferida para estos casos, qué tengo que atraigo esta clase de conductas?. Es la autoflagelación de toda víctima de ultraje sexual; porque existe esa culpa en el interior que azota y agravia en la intimidad, aunque por fuera estemos llenas de rabia e indignación. Realmente no sé; no he podido liberarme totalmente de ese peso. El que un hombre sin mi permiso me haya tocado, haya rosado su cuerpo contra el mío y luego, se saliera con la suya, es muy desconcertante.

Dicha experiencia, se me presentó como una escena del submundo, donde los personajes son diferentes, con pensamientos diferentes y con resultados muy distintos. Qué es lo que les pasa a algunos hombres con su sexualidad?

Porque todos mis agresores fueron hombres jóvenes, no pasaban de los treinta años. ¿Por qué con la capacidad de la conquista tienen esa reprochable conducta? Según la OMS (Organización Mundial de la Salud) y las Naciones Unidas, la violencia sexual comprende una amplia gama de actos, incluidos el coito sexual intentado o forzado, contacto sexual no deseado, obligar a una mujer o a una niña o niño a participar en un acto sexual sin su consentimiento, comentarios sexuales no deseados….( (Secretario General de la ONU, 2006)

A pesar de hacerse campañas contra este acto degradante, se presentan dos factores para que siga ocurriendo. Uno tiene que ver con los castigos que no son severos para cierta clase de delitos y otra que por ser un hecho fugaz la víctima no denuncia a su agresor. En tales casos es mucho más frustrante la experiencia. Aquí hubo crimen pero no castigo.

Desde que las organizaciones femeninas y la comunidad internacional, desplegaron todo un programa tendiente a llamar la atención de las autoridades sobre las sanciones y la protección de sus mujeres, se han presentado trámites de sanción para esta conducta. Solo cuando la mujer denuncia es que se ve la presencia de la justicia, de lo contrario quedará como todo lo concerniente a este intimidante tema, en el olvido popular, pero en la psiquis de la víctima.

El manoseo, el abuso sexual, la intimidación sexual, la comercialización de niñas y mujeres, el ataque con ácido y la muerte de la víctima, son delitos de difícil reparación humana. Nada volverá a ser lo mismo con las mujeres que lograron salir con vida de un ataque de esa naturaleza. El resentimiento y la vergüenza se presentan como un accesorio más cuando un hombre se la queda viendo. La vocecita interior le grita que ese puede ser un perpetrador. Eso señores es paranoia, lo que la nona dijo en su oportunidad es que eran bestias a quienes Dios nos les hizo alma.

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