Con Samper llegaba el gobierno de la gente pero no lo dejaron mandar. Venía con ideas inapropiadas para la oligocracia que nos rige. Quería darle educación y salud de calidad a los más pobres y, a pesar del tiempo que perdió tratando de explicar que él no sabía nada de los seis mil millones de pesos que había aportado a su campaña el Cartel de Cali, una costumbre absolutamente normal en el narcoestado en el que vivíamos, aumentó la cobertura de salud subsidiada de 2,4 a casi 11 millones de personas. Desde Rojas Pinilla ningún presidente había hecho tanto por la gente.
Fueron cuatro años infernales que empezaron al otro día de ganar las elecciones en segunda vuelta, cuando Andrés Pastrana hizo públicos los famosos narcocasetes. A partir de allí todo fue cuesta arriba. La idea de legalizar la droga le pareció al gobierno de Clinton una prueba de que Samper era un vulgar narcotraficante, pretendiendo ignorar que la manera más efectiva de eliminar el narcotráfico es abaratando el costo de la mercancía que comercializan. Le quitaron la visa, lo volvieron un paria y los medios, siguiendo las órdenes sus amos, se metieron de cabeza en la infame cruzada. Samper, siendo consecuente con sus propuestas, pretendía hacer una nueva ley de medios. Una de las primeras medidas fue cerrar el noticiero QAP que dirigía María Isabel Rueda. La columnista de la W no olvida esa afrenta y es por eso que sigue lanzando sus dardos envenenados e impunemente es capaz de decir que Samper y Serpa no eran más que el brazo político del Cartel de Cali y que, además, perpetraron el asesinato de Álvaro Gómez.
Ella no fue la única. Los programas de opinión de la década del noventa le hicieron la encerrona al presidente y dejaban ver, entre líneas, que con el asesinato del excandidato presidencial, Samper se quitaba a su principal opositor. Las declaraciones dadas por Rasguño diciendo que el atentado había sido un favor que le hacía el Cartel del Norte del Valle, se contrarrestan con los rumores que aseguraban que el asesinato surgió de la Brigada XX del Ejército y que había contado con la complicidad del circulo familiar de Álvaro Gómez. Primero que todo es mentira eso que Samper y Gómez no se podían ni ver. En el libro Objetivo: hundir a Serpa, escrito por el periodista Jorge Gómez Pinilla, dejan claro que Gómez Hurtado tenía una alta cuota política en el gobierno del presidente liberal. Un sobrino suyo, Daniel Mazuera era el Ministro de Desarrollo. Rodrigo Marín Bernal, un famoso político conservador alvarista, fue ministro y embajador. Desde El Siglo, periódico que él dirigía, se escribieron unos furibundos ataques contra Samper pero en otros dejaba claro su apoyo.
Pero la prueba reina de la inocencia de Samper en el magnicidio de Gómez Hurtado lo da uno de sus principales contradictores, el exembajador norteamericano Myles Frechette. En una entrevista concedida a Juan Carlos Iragorri, Frechette señala a algunos derechistas y militares que le habían propuesto a Álvaro Gómez un golpe de Estado y él, al decir que no, se convertía automáticamente en el testigo que sabía demasiado y por eso decidieron sacarlo del camino. Ante tan explosivas declaraciones, ¿por qué la indiferencia de los medios a levantar la polvareda? ¿Por qué María Isabel no se lo ha preguntado? ¿Es que acaso no le conviene o está desinformada?
La guerra sucia contra el expresidente aumentó en los pasados meses ante la postura ecuánime que tuvo la Unasur en el conflicto colombo-venezolano. Lo acusaron de traidor y el viejo odio injustificado del colombiano de a pie, siguiendo las órdenes de los medios, se exacerbó aún más y era común ver en los muros de Facebook como lo llamaban traidor a la patria y hasta le suplicaban a Uribe que lo masacrara a punta de trinos.
Yo la verdad nunca entendí porque a un tipo tan simpático, tan inteligente, con ese desternillante humor negro que lo caracteriza, lo consideran el monstruo que llevó el país al abismo. Como si Colombia no hubiera tenido suficientes imbéciles en la presidencia. El odio que los medios de comunicación desplegaron contra Ernesto Samper Pizano lo hace automáticamente sospechoso de haber intentado hacer las cosas bien. Recuerden que acá, en Oligalombia, es pecado populista y guerrillerista hablar de equidad, de salud y educación gratis, de respetar a un gobierno vecino por más comunista que sea. Si quieres que te aprecien, que te quieran, apoya al terrateniente cortador de cabezas, al libre mercado que arruina a la pequeña industria, al que firma para que se lleven nuestros recursos y, sobre todo, al que promete la guerra eterna.
Por eso aman a Uribe, por eso odian a Samper.