Ernesto Macausland. El muerto al hoyo

Ernesto Macausland. El muerto al hoyo

Por: Leo Castillo
octubre 28, 2013
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Edwin De la Santísima Trinidad Rodríguez Torices*

Te encuentro poco menos que patético, querido Leo Castillo, ocupándote de desaguisados del patio cultural barranquillero, como si el voraz interés universal de tu mente de resabio clásico se distrajera de ilustres preocupaciones estéticas y humanísticas para revolcarse en el miasma pestilencial en que alguien, o algunos, amortajan el primer diario local de Barranquilla, especialmente esa miseria a que parece estarse reduciendo el suplemente Latitud apenas desaparecido don Ernesto Macausland (como si se repartieran una carroña entre buitres.) Te desconozco, sinceramente, aunque hayas sido objeto de alguna infame persecución y discriminación (¿por humildad económica; por negro; por rebelde?) como parece ser el caso. Me refiero a este comentario tuyo que me reenvía un amigo común, redactor del diario El Heraldo, en el que me mencionas (copio y pego): “Martha Guarín parece estarme haciendo objeto de una enemistad gratuita y enconada cuyos motivos se me escapan. Nunca la he ofendido ni mi Edwin jamás aludió a ella. Ignoro dónde halla cimientos esta animadversión que llega al escandaloso extremo de desautorizar a un indefenso difunto, a don Ernesto Macausland, para bloquearme ella, una subordinada al difunto y perjudicar mi labor cultural en esta ciudad. Ojalá no se le devuelva desde ultratumba esa mala leche que para mí destila. Y es que hace unos 18 meses, justo cuando debió el periodista y cineasta irse a Miami buscando ¡ay, inútilmente!, cura a su penosa enfermedad, justo antes de partir para volver en estado terminal, don Ernesto y el comité editorial de El Heraldo aprobaron un ensayo mío; fue enviado por el diario a Roberto Rodríguez para su ilustración, y luego pagó incluso dicha ilustración el diario. Muerto Ernesto, doña Martha Guarín corrió a sepultarlo junto con el respeto a Ernesto, quiero decir, a sus decisiones. ¿De dónde esa ferocidad injusta? Con ello, de paso, desautorizó el Consejo Editorial del diario.’’Hasta aquí te cito textualmente, mi ofendido Leo.

Ahora desearía pasar a puntualizar, a particularizar dos o tres detalles. ¿Acaso la enferma atmósfera moral que se respira hoy en el diario y la cobarde y gratuita persecusión es exclusiva de Martha Guarín? No, Leo. En Colombia solo hemos tenido un presidente negro y, avergonzada la “aristocracia” criolla lo borró de la historia (bien sabes que me refiero a Juan José Nieto.) Dos: en lugar de persistir en tu viril talante, propio de un intelecto solvente y de un talento de cuidado, acércate y le lames las medias o el trasero a los cocodrilos y cocodrilas de tu ciudad. Barranquilla está regida por una piara depredadora e ignara que se niega a sí misma, niega su pluralidad, su mestizaje, sus orígenes y conformación (sólo aludida para saquear, como sucede con la vociferada “trietnia” durante el carnaval), una jauría de pelo pintado, voraz corruptela que cierra filas ante el menor destello luminoso de una mente clara y valiente, aunque trabaje honestamente y en solitario su verso, su ensayo, su aforismo, su conferencia; ante todo obrero cultural que se procure sus lentejas con amargo sudor en los suburbios de la exclusión, sin disputarles un mendrugo de alimento a los obesos y ahítos depredadores que eructan de hartazgo ante las narices de la pobre ciudad cultural. Toda esta verdad es resabida por la “intelligetzia” criolla, que sin embargo se arrastra bajo la mesa del banquete criminal tras las sobras que los administradores de reputaciones, reconocimientos, oportunidades y homenajes, que acaparan y venden al altísimo coste de la independencia ética del artista, a cambio del servilismo y lambonería cobarde de nuestros “escritores” les arrojan. En Barranquilla no se necesita declarar abiertamente censura contra nadie, puesto que la miseria moral de nuestros intelectuales se regala a sí misma la mordaza de la autocensura: una intelligetzia autocensuarada a cambio de la limosna de aparecer ante un público en un recital o charla, en una página de Latitud el domingo, ante un público que no lee, y si lee no entiende, y si entiende le importa un pito.

Barranquilla, ¿capital de la cultura? Sí. ¿De qué cultura? La de la exclusión, la ignorancia y la cobardía intelectual. Ya los sabes. ¿De qué te sorprendes, pues, mi amado Leo Castillo?

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*Edwin De la Santísima Trinidad es heterónimo reconocido del escritor colombiano Leo Castillo. Información acerca de mi persona y mi obra se encuentra suficiente en la Red. (Nota para Las dos orillas de Leo Castillo.)

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